Capítulo 6: <Burlando a los líderes>

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Paul le quitó la ropa para después ponérsela él y fingir que era uno de ellos. Notó un pequeño bulto sobre el bolsillo de esos pantalones, al fin habían encontrado un teléfono móvil para pedir ayuda debido a que todos los alumnos estaban obligados a guardar sus teléfonos en unas taquillas hasta que finalizaran las clases. Antes de ponerse la máscara, desbloqueó la pantalla de aquel I Phone y dio aviso a la policía de lo que estaba pasando.

Por último, se colocó la máscara y empuñó la escopeta sin cargarla para no provocar un accidente del que poder arrepentirse el día de mañana.

—¿Estás loco? Tus huellas estarán marcadas en la escopeta.-dijo Brie—.

—Por lo pronto ya no podemos hacer nada, y es lo único que se me ocurre para protegernos.

Paul agarró por los pies al verdadero asesino encerrándolo en uno de los baños mientras Brie colaba la ropa de su compañero en el lavabo de al lado.

—Espero que cuando se despierte ya haya venido la policía... —Añadió él—.

—¿Y si no?.

—Tendríamos un problema. Pero no es momento de pensar en eso. ¿Estás lista?.

—En realidad no lo sé...

Los dos se volvieron a mirar, a Brie le resultaba extraño mirarlo a los ojos a través de aquella máscara y no se sentía preparada para lo que pudiera suceder a continuación, pero asintió despacio. Paul se acercó a ella y salió del baño junto a Brie agarrándola del brazo con la mano que tenía libre mientras caminaban por los pasillos. Unos metros más hacia adelante, se cruzaron con los tres de antes más el que fue a la biblioteca cargándose a todos los presentes menos a la única que había conseguido escapar. A Brie le entraron nervios en todo el cuerpo, sintiendo como si ya estuvieran atravesando su cerebro con la punta de cientos de navajas, en cambio, Paul supo meterse bien en el papel que le correspondía en ese momento. El enmascarado que portaba un enorme machete lleno de sangre, echó su cuerpo hacia atrás aplaudiendo por la chica, Paul se detuvo y dejó que todos ellos la observaran. El líder se acercó despacio a ella sin hablar, el líder del que Brie había conseguido escapar hacía varios minutos. En su rostro se reflejaba el miedo y el horror que estaba viviendo la chica en esos momentos de su vida a tan sólo un par de semanas de la competición. La agarró por el mentón, sonriendo a través de la máscara, su risa sonó grave y macabra, acorde con su psíquica mente.

—Pero si es la campeona de Atlanta... ¡Qué sorpresa!. Pero nosotros no solemos dejar con vida a la gente, me pregunto porqué lo has hecho —dijo dirigiendo la mirada a Paul sin reconocerlo—.

Sabía que si hablaba, sería descubierto y todo acabaría para ambos allí mismo. En contra de su voluntad, comenzó a restregarse sobre Brie con morbosidad para dar a entender que su intención era agredirla sexualmente. El líder dejó sonar una carcajada que hasta se hacía ensordecedora y abrió los brazos con un cuchillo en cada mano.

—Eso se dice antes, amigo. Ya sabes qué hacer cuando se la metas hasta el fondo a esta putita... Córtale el cuello y tráeme su sangre. Posiblemente me bañe en ella esta noche.

Fue lo más salvaje y detestable que Paul y Brie habían escuchado en todo lo que llevaban viviendo, un nudo potente se les puso a ambos en la garganta cuando pudieron comprobar lo bestias que eran y lo deplorable que tenían la mente. Paul asintió despacio y se retiró con su compañera, se dirigían hacia el aula donde solían dar las clases. Brie rompió en llanto, se había quedado nuevamente traumatizada por esa frase, y ya iban muchas cosas con las que su mente estaba cargando, ya no podía más, incluso se dio cuenta de que su verdadero espíritu no era fuerte, sino débil y fácil de manipular.

—Cálmate, Brie —le dijo Paul—.

—No puedo, quiero que se acabe ya.

No dejaba de llorar, casi apenas se logró entender qué había dicho con claridad, estaba histérica y tenía ganas de recibir un balazo entre ceja y ceja para acabar con todo cuanto antes. A Paul le dolía verla así, pero no podía hacer nada, por más que intentaba tranquilizarla, sus esfuerzos resultaban inútiles. Llegaron junto a la puerta de clase, Paul bajó el picaporte y entró a toda prisa junto a Brie infundiendo terror a todos los alumnos más a John. Se despojó de la máscara, todos quedaron anonadados al creer que el famoso Paul Rake era uno de los asesinos. Sin embargo, todos quedaron calmados cuando entre él y Brie explicaron la situación. John se levantó de su silla y cerró la puerta bajo llave, tal vez así no se atreverían a entrar. Paul y Brie se retiraron a un rincón, necesitaban hablar a solas, sentados en el suelo uno al lado del otro mientras se miraban sin decir nada hasta que fue él, quien tuvo que romper el silencio.

—Te pido disculpas por mi actuación de antes. Te juro que no quería sobarte, pero...

Brie le cortó sus palabras colocándole el dedo índice sobre los labios negando con la cabeza.

—Ya lo sé. Aunque hubo un momento en el que creí que eras uno de ellos, como si ese disfraz hubiera tenido un tipo de poder que se apoderó de ti. Lo hiciste bien —añadió Brie—.

Paul sonrió leve, pero fue una sonrisa que le salió de su interior, como también le salió abrazarla con ternura notando que la chica le correspondía el abrazo de la misma forma, rodeando con sus finos brazos, la cintura de éste. Brie se aferró a su cuerpo con fuerza, sintiendo que él era su único protector en aquel momento, y lo cierto es que así era debido a que le había salvado la vida cuando creyó que moriría de un disparo en la cabeza.

Por otro lado, estaba aquella banda recorriendo los tantos pasillos de la Universidad en busca de nuevas víctimas a las que poder arrebatarles la vida por gusto o afición. Aquellos cuatro volvieron a pasar por los mismos baños donde se habían encontrado Paul y Brie instantes antes. Un extraño sonido les hizo detenerse, el líder fue quien tuvo el honor de entrar a uno de los aseos, encontrándose a su verdadero compañero tirado en el suelo y semidesnudo. Para despertarlo, le dio un par de palmadas fuertes en el rostro, logrando que volviera en sí. Le exigió de inmediato que le contara porqué demonios estaba así y quién había sido el capullo que había podido con él. El chico, que seguramente no llegaba a los veinte años de edad, se levantó del suelo y explicó lo que sucedió, avergonzado de sí mismo al estar desnudo frente a su líder. En seguida comprendió quién era el intruso; ese que se hubo llevado a la rubia a punta de escopeta.

—Vístete con lo que sea y busca a esos dos —dijo su jefe—.

—No tengo ropa.

Dio un puñetazo a la puerta, supuso que en algún sitio tuvo que esconder la ropa, así que miró por los lavabos restantes encontrándola en el de al lado. La cogió con rabia y se la lanzó a su colega. Pocos minutos bastaron para que los cinco estuvieran listos, solo que uno no llevaba la misma vestimenta que los otros cuatro.

—Los quiero a como de lugar. Si hay una puerta cerrada, reventadla; si alguien se interpone, matadlo. Así va esto —ordenó con firmeza antes de iniciar la búsqueda—. 

Inmunidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora