Chris quedó completamente destrozado, tanto por lo cruel que había sido con ella, como al revés. Siempre perdían los papeles cuando peleaban a pesar de que aunque no quisieran reconocerlo, se podían sentir amigos. Golpeó la pared con ambos puños hasta que se asomaron sus primeras lágrimas de rabia por los ojos, ¿quién dijo que los hombres no lloraban?.
Por otro lado, estaba Brie caminando hacia esa comisaría también con lágrimas en sus ojos sin dejar de pensar en la mirada de Chris con algo de odio, jurando que nunca antes la habían mirado así con tanto desprecio, un desprecio que tal vez merecía por no saber hablar las cosas. Siempre era más fácil disparar primero y preguntar después. Tal vez ella dijo esas palabras por protegerse a sí misma, Chris le enseñó a no fiarse de nadie, y sin embargo, a veces dudaba de él. Estaba confusa porque todavía no sabía nada de él y porque seguía guardando un gran secreto que para más inri, le repercutía también a ella. Nada más llegar a las puertas de la comisaría, entró dentro, volviendo a sentir que estaba rodeada de infectados a pesar de estar sola. Tenía miedo, no quería permanecer allí por mucho tiempo, así que buscó un par de mapas, los mismos que había ignorado la primera vez que entró, desplegándolos para trazarse una ruta que seguir. Marcó con un bolígrafo rojo permanente que se hallaba sobre un bote, los lugares que debía rastrear, o más bien, los hospitales a los que debía marchar, ya que, en teoría, Lexie y Chandler trabajaban como médicos. Ya lo tenía, ahora sólo era cuestión de echar valor y voluntad para conseguirlo, así que se acercó a la puerta principal y entornada cuando, de repente, antes de abrirla de par en par, un infectado se vio cruzar desde el otro lado muy cerca casi rozándola. Brie se detuvo en seco, escapándosele un suspiro que fue captado por aquel visitante mañanero, deteniendo sus pasos torpes antes de olfatear en profundidad la rendija de la puerta, pero por suerte, Brie logró retroceder antes de que esa cosa la olfateara también a ella. Estaba nerviosa, con los ojos cerrados fuertemente pidiendo entre susurros casi apenas audibles, que se marchara el peligro de una vez. Pocos minutos después, el infectado se retiró y continuó caminando cual sonámbulo en plena soledad. El problema, era que Brie ya no se atrevía a salir de allí por si acaso había más de los que no pudiera defenderse. Se fue a la planta de arriba, subiendo por unas escaleras parecidas a las de emergencia que la llevaron hasta la azotea de la comisaría donde podía observar gran parte de la ciudad destruida, sus calles algunas repletas de infectados, y otras no tan invadidas por las que poder pasar desapercibido. Sacó un dulce de chocolate del bolsillo de su chaqueta para comérselo en cuanto cayó la tarde, su estómago ya le pedía algo de comida. Necesitaba un momento a solas, estar tranquila, a salvo en una zona alta donde nadie pudiera alcanzarla, sintiéndose la reina del silencio y la destrucción bajo la atenta mirada de las primeras estrellas que ya comenzaban a aparecer conforme más se oscurecía el cielo hasta que, tan pronto como un rayo de luz, vino la noche sobre Brie. Se levantó del suelo de la azotea, aproximándose al borde del abismo como si tuviera intenciones de tirarse al vacío y reventarse contra el asfalto del propio impacto, pero no era el momento perfecto, su vida valía demasiado, tanto, que mucha gente desconocida la estaba buscando. Fue por ello, por lo que Brie tuvo una idea que se aproximaba al límite del peligro y la muerte: quería provocar luces y ruido para que los del bando enemigo la encontraran, tal vez eso la llevaría hasta sus padres si es que esas organizaciones tenían algo que ver con su familia. No estaba segura del todo en su idea, pero por algo debía comenzar, así que sacó a relucir el maletín plateado con el lanza bengalas, sacando la pequeña pistola anaranjada que debía disparar apuntando al cielo que la observaba. Alzó el arma ya sobre su mano derecha, cerrando los ojos antes de apretar el duro gatillo que se resistía ante los dos primeros intentos de Brie, hasta que ni el arma, se pudo resistir contra los planes de la chica. El cielo negro, se tornó de colores rojizos, igual que una pirotecnia en noches festivas, dando al final, el toque definitivo cuando la bengala produjo el mismo sonido de un trueno en noches tormentosas. Los infectados de la calle, atisbaban los colores fluorescentes, produciendo con mayor frecuencia, esos gemidos que no parecían de un mundo normal, retirándose lejos siguiendo las pequeñas chispas que caían al otro lado de la ciudad. Brie supo enseguida que había cometido un error más grande que las dimensiones infinitas del universo al cegarse en algo que, tal vez, la retrocedería en sus planes.
Varios minutos después, una vez más volvió a escucharel sonido de varios helicópteros, eso significaba que su enemigo estaballegando hasta ella, así que Brie tomó nuevamente las escaleras para bajarlas,tropezando con un escalón, despiste que hizo que su cuerpo rodara hasta llegaral final con el pequeño inconveniente de haberse golpeado la cabeza por laparte trasera, a escasos centímetros de la nuca. El dolor y la pizca deasfixia, le impidieron incorporarse de inmediato, la sangre le brotaba,deslizándose por su espalda como una suave caricia, su consciencia apenas erala correcta. Estaba algo atolondrada, sintiendo la sensación de un próximodesmayo si no se despejaba.
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Inmunidad.
Детектив / Триллер< El mundo ha sido cautivo por un virus letal que convierte a las personas en muertos vivientes y, un poderoso científico, es el causante de tal atrocidad, creyendo que nadie es capaz de detener su horrible plan de destruir la humanidad, pero no...