Durante bastantes minutos, Theodore se encargó de llenar, como mínimo, tres bolsas de sangre, ignorando por completo la idea de que estuviera infectada. En su mente perturbada, ya tenía varias formas de elaborar una "cura", aunque quizá tuviera que hacer el intento en más de una ocasión. En su poder, tenía los informes de lo que Lexie y Chandler emplearon para hacerla. Así que, elaborándola de tal manera, tenía la plena seguridad de que lo conseguiría, de que lo haría.
Un científico en su sano juicio, habría comprobado su proyecto antes de utilizarlo. Y ya fuera por la confianza que Lauper tenía en sí mismo o por otras razones, no lo comprobaría. Una vez las bolsas en su poder, se marchó a otra sala donde construir sus pócimas con tranquilidad, dejando a Brie bajo vigilancia hasta que él así lo decidiera. Lo cierto era, que dicha extracción había dejado la piel de Brie completamente blanca, más incluso que de costumbre. Theodore no se limitó a comprobar si todavía respiraba, y a ella no le habría importado morir sabiendo que su plan funcionaría y que sería el final de Osiris. No obstante, Brie seguía viva, aunque completamente débil. La anestesia siguió haciendo efecto en su organismo por un par de horas más. Entretanto, Lauper continuó haciendo su "receta" especial, mirando las instrucciones con unas pequeñas lentes puestas en sus ojos ojerosos sin perder detalle.
La mesa plateada en la que trabajaba, estaba llena de tubos de ensayo, pipetas y probetas, matraces de todas las formas, embudos, cápsulas y cristalizadores, mecheros Bunsen, termómetros de mercurio y una fila horizontal repleta de pequeños tubos cuyo recipiente vertido en ellos, era la sangre carmesí de Brie. Lo que Lexie y Chandler consiguieron en días, Theodore tenía previsto hacerlo en unas horas porque sabía que no disponía de tiempo para hacerse su propia cura. Pronto atacarían Osiris y él tendría que estar ya preparado, pero preparado para huir. Él no era hombre de combates, por eso tenía soldados contratados y bien pagados; para que no pudieran juzgar su cobardía cuando tuviera que salir huyendo como una cobaya o como un ratón al ser perseguido por un gato.
Theodore creyó haber logrado su propósito al cabo de tres horas y media; el frasco destilaba un brillo que, visualmente ya era perfecto y que, por supuesto, daba la sensación de que la cura había sido un éxito. No tenía duda alguna, su fe lo cegaba demasiado, tanto, que ni siquiera se le pasó por la cabeza la idea de estar equivocado. Entre las arrugadas manos del mayor destructor del mundo, se hallaba el virus, un virus mezclado con mil productos más, un virus nuevo (por así decirlo), que podría tener otros efectos al ser portador del mismo.
Una carcajada enfermiza se dejó escapar de la boca de Theodore que, como un poseso, observaba su creación. Estaba preparando una inyección para meterse dicho líquido en el cuerpo. Pero entonces, recordó que le quedaba otro asunto importante que zanjar: matar a Brie y al imbécil que tenía encerrado en una habitación con dos cadáveres malolientes y en pleno estado de putrefacción. Convirtió la palma de su mano derecha en un puño aún con el frasco en su interior, guardándolo después con mucho cuidado en un cajón de aquel laboratorio, saliendo en dirección a Brie para comenzar, o más bien, terminar.
Al irrumpir en la sala, contempló a la chica plasmada todavía en la camilla y mirando a la nada con las manos entrelazadas encima de su propio estómago. Brie ni siquiera ladeó la cabeza en busca de su mirada, quería ahorrarse la molestia y el esfuerzo de hacerlo. Sentía su cuerpo temblando, estaba segura de que sus piernas flaquearían de estar de pie, y aunque la salud de Brie se iba recomponiendo despacio gracias a esos maravillosos anticuerpos que no sólo le recuperaban la salud, sino que también le impedían morir si no le reventaban el cerebro de un balazo, eso no impedía que pudiera estar al borde de caer completamente frágil contra el suelo. Theodore se fue aproximando a ella, colocando las manos sobre la camilla hasta volcarla de un solo empujón. Brie cayó boca abajo, sintiendo que se había roto algo. Algo que no sabría decir. La camilla le cayó encima, pero la fémina rodó sobre sí misma, alejándose evitando ser aplastada. Se levantó a duras penas, pero lo hizo. Y tal y como esperaba, sus piernas le flaquearon. El único punto a favor, era que su rostro iba volviendo a retomar su color original y, más tarde, sus fuerzas para poder enfrentar a Theodore.

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INMUNIDAD.
Misteri / Thriller< El mundo ha sido cautivo por un virus letal que convierte a las personas en muertos vivientes y, un poderoso científico, es el causante de tal atrocidad, creyendo que nadie es capaz de detener su horrible plan de destruir la humanidad, pero no...