Capítulo 31: <De nuevo a cero>

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El resto de la semana, fueron puros días rutinarios: Chris saliendo por las mañanas en busca de provisiones mientras Brie se quedaba en la oficina, esperando ansiadamente el regreso del soldado. Aunque pareciera mentira, siempre que volvía se alegraba de verlo con vida. Una mañana tranquila y bastante nublada, los dos estaban conversando con serenidad después de haberse pasado casi todos los días peleando por las rabietas infantiles de Brie, cuando de pronto, empezaron a escuchar avionetas sobre el cielo gris y luego, explosión tras explosión. Alarmados, Chris se asomó por una ventana, viendo edificios arder desde lo lejos, avionetas y más avionetas.

—Mierda... —murmuró Chris, alejándose de los cristales, apartando a Brie también de ellos—.

—¿Vienen a por mí? —preguntó ella—.

—No. Están derribando los edificios para cargarse a todo aquel que quede vivo.

—¿Qué?.

Brie fue a acercarse hacia las ventanas, Chris quiso apartarla, pero una bomba reventó el coche rojo que tenían los dos en común, rompiendo los cientos de cristales, demoliendo parte del edificio en algunas plantas. Brie yacía en el suelo boca abajo, herida por cortes de cristal por los brazos, había nubes de polvo mezclándose con humo, haciendo imposible una clara visión. Chris la llamó en ciertas ocasiones sin obtener respuesta hasta que la polvareda se fue y la vio tumbada a unos metros de él. Corrió a socorrerla, cogiéndola en sus brazos dándole la vuelta para comprobar su pulso, pero estaba viva. Alcanzó una botella de agua, derramándola por su nuca y parte de su cara, despertándola de golpe. Chris se calmó cuando vio que abrió los ojos.

—Tenemos que irnos —dijo él—.

Chris ayudó a Brie a levantarse, saliendo juntos del lugar recogiendo todas las cosas: armas, comida, mochilas, ropa... Para sorpresa, estaban rodeados de esas cosas, salían por todas partes, por cada callejuela, cada casa, cada rincón. Chris disparó su pistola en varias ocasiones, pero sería gastar munición a lo tonto, no tenían escapatoria. A lo lejos se veían los edificios arder después de las explosiones mientras las avionetas comenzaban a alejarse como pájaros veloces. Lo único que tenían que hacer, era esperar a ser devorados. Chris la envolvió en un abrazo sin soltarla, ella se lo correspondió, sería una buena forma de morir juntos. Pronto escucharían un coche por alguna calle, viendo un Mercedes Benz de color negro haciendo espacio entre los infectados hasta parar a escasos centímetros de los dos compañeros todavía abrazados. Reconocieron a Mac, los había seguido y ahora les había salvado la vida. No lo pensaron dos veces, corrieron hacia los asientos traseros, montándose ligeros. Mac salió de allí a toda velocidad sin mirar ni reparar, atropellando cuerpos con las ruedas, intentando que su coche no se atascara con tanta víscera desperdigada. Brie miraba hacia adelante, abrazándose al respaldo del asiento del copiloto vacío con fuerza, la velocidad era la máxima y una torpe maniobra podría significar un accidente mortal. Chris no se agarró a nada, estaba demasiado pendiente en el recorrido que estaban haciendo, además él era fuerte, ni siquiera su cuerpo se columpiaba de un lado hacia otro.

—Vaya unos hijos de puta, estaban bombardeando la ciudad. Está claro que esto es una conspiración —añadió Mac—.

—¿Podrías callarte y seguir conduciendo? Quiero salir de aquí de una vez —añadió Brie—.

Mac siguió reventando cuerpos descompuestos con los neumáticos del Mercedes-Benz, saliendo al fin de la ciudad en dirección por la autovía hacia un lugar incierto todavía. Salieron de Atlanta, Brie miró hacia atrás, viendo su ciudad destruida, toda bombardeada, en llamas. El cielo no llovía para apagar las llamas del fuego, ignorando la ayuda que Atlanta pedía entre llantos inalcanzables para todo el mundo. Brie hubiera dado cualquier cosa por no ver la decadencia de su hogar, por no tener que estar huyendo en coche junto a un soldado y un cuarentón maleducado.... ¿Tan complicado era lo que pedía?. Ya no había marcha atrás, el pasado ya nunca más se podía cambiar. Mac detuvo el coche tras hacer un kilómetro de carretera esquivando obstáculos, encontrándose con un atasco de coches desiertos. Sin decir nada, retrocedió yendo hacia otro lugar que a pesar de no ser el adecuado, era el más seguro: el bosque. Fue una hora de viaje algo más apaciguado, Brie seguía abrazando el respaldo delantero, escondiendo la cabeza, dolorida por sus cortes recientes en los brazos, vencida ante las ganas de llorar, llorando sin sollozar para no ser escuchada. Chris echó un vistazo a sus heridas: unas sangraban más que otras, pero no parecía grave.

—¿Te duelen? —preguntó Chris—.

Brie se secó sus lágrimas disimuladamente, mirando a Chris y negando con la cabeza después bajo la atenta mirada de Mac a través del retrovisor. Poco tiempo más tarde, Mac detuvo el coche, era la hora de bajar del coche para empezar una nueva vida. Abrió el maletero, sacando un par de escopetas y varias mantas, ofreciéndoselas a aquellos dos.

Chris y Brie tomaron sus mantas para resguardarse del frío nocturno, este nuevo Mac parecía más amable que el primero que se encontraron. Pero como siempre, Chris seguía desconfiando.

—Parece que te lo tenías bien preparado. Te dije que no nos siguieras —dijo Chris—.

—De desagradecidos está el mundo lleno... ¿No crees? ¿Qué dices tú, arquera? —preguntó Mac—.

Brie se acercó al cuarentón.

—Está nervioso, pero te lo agradecemos de corazón —dijo ella—.

Hubouna pausa tensa, Chris y Mac se disparaban a través de la mirada, Brie estabaen medio de los dos de intermediaria antes de que se disparasen de verdad.  

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