Capítulo 73: <Furia>

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Ellen se hallaba en el interior de la casa cuando comenzó a escuchar gritos masculinos en el exterior. Al asomarse por la puerta, pudo comprobar que un hombre, el mismo que violó a Brie, había traspasado la alambrada, rompiendo el candado de un primer disparo.

—¡Registrad la casa! —ordenó Joey, sonriendo con malicia—.

Como títeres, sus secuaces obedecieron, pero conforme se iban acercando, Ellen se defendía con sus técnicas de lucha, noqueando a los intrusos que intentaban colarse en su casa. Tres fueron los hombres que logró apartar de la puerta principal, ya que no contó con recibir un disparo en el pecho a traición que Ellen ni siquiera se había olido. Ante los ojos de Joey, Ellen fue cayendo de rodillas al suelo hasta caer boca abajo indefensa y malherida, notando uno de sus pulmones quemándose fuertemente. El pie derecho de Joey le dio la vuelta al cuerpo de la mujer poniéndola boca arriba.

—No te lo tomes como algo personal, cielo. No me gusta mucho que la gente se pase de lista conmigo. ¡Registrad esta basura de casa y volved con las manos llenas o yo mismo os pegaré un tiro en la cabeza! —gritó Joey—.

Esas últimas palabras llegaron a oídos de Brie, que se estaba acercando al lugar. Pudo reconocer la voz de su primer secuestrador, pero eso no la hizo detenerse en lo más mínimo, al contrario, siguió corriendo a más velocidad hasta que sus ojos consiguieron verlo unos segundos, huyendo con varios hombres a través del bosque. Enfurecida, inició una carrera, quería ir a por él y matarlo de la peor de las formas, cegada ante una venganza sin tan siquiera ver a Ellen, la cual la detuvo en su intento.

—¡No, Brie! —le pidió Ellen—.

Brie se acercó hasta su profesora, manchándose las manos de sangre. De nuevo empezó a ponerse nerviosa, de ninguna manera podía permitirse cargar con otra muerte en el corazón. Intentó taponar la herida, pero Ellen le dio un pequeño manotazo en una de sus manos.

—Las armas... No dejes que se las lleven —susurró la castaña—.

Supo de inmediato, que aún había gente en la casa, se levantó del suelo, corriendo directamente hacia la armería donde, al llegar, encontró a uno de los hombres de Joey; a Adam para ser exactos, uno de los que más odiaba. Estaba tan contento guardando armas en una bolsa, que ni siquiera se dio cuenta de la presencia de Brie. La rubia tocó la puerta un par de veces, ambos se encontraron pero él no la reconoció bajo el antifaz.

—¿Interrumpo? —preguntó Brie—.

Al verla con ese antifaz, Adam se echó a reír y Brie con él, hasta que fue ella quien inició la marcha hacia su rival.

—Deja eso donde estaba, gordo asqueroso —arremató Brie—.

La sonrisa de Adam desapareció mientras que la de Brie seguía en su sitio.

—Te has puesto igual que un puto cerdo de granja. Das asco —siguió Brie, la cual nunca había imaginado que se dirigiría así contra una persona por su físico por muy enemigo que fuera—.

—Mírate tú al espejo, leprosa. Llevarás eso puesto porque tendrás algo contagioso —dijo Adam—.

—¿Es que no me reconoces?.

La chica se atrevió a quitarse el antifaz dejando al descubierto un rostro hermoso que Adam reconoció al instante.

—No es posible. Tú estabas muerta, te mordieron.

—He vuelto convertida en una especie de monstruo gracias a tu amigo, al cual le daré tu cabeza como aviso.

Adam, sacó la pistola veloz, disparando el gatillo, apuntando a la cabeza de Brie para ser exactos, pero ella fue más rápida y hábil que la bala, por lo que pudo esquivarla.

—Eso no se hace, por lo menos avísame para estar en igualdad de condiciones —dijo Brie—.

Rápida como el viento, le dio una fuerte patada en la barriga, lanzándolo hacia atrás contra las estanterías de las armas, cayéndole un par de pistolas en la cabeza.

—Que siga el juego. Levántate de ahí, gilipollas, vas a provocar un puto socavón.

Adam se levantó, yendo hacia ella de una carrera, sacando una pequeña navaja para clavarla en la piel de Brie, pero de nuevo, ella volvió a esquivar el ataque, empujándolo hasta que consiguió hacerle una llave en el cuello, partiéndolo con un pequeño movimiento. El cuerpo de Adam cayó al suelo justo en el momento en el que otros dos hombres más, irrumpieron en la armería reconociendo a Brie como la prisionera de Joey.

—Déjanos coger las armas y no tendrás porqué morir —dijo uno, el más alto de los dos—.

—Casi que él dijo lo mismo y ahí está; descansando tranquilamente hasta que se convierta en una de esas cosas.

Se escuchó la carga de una pistola, después, Brie agarró el arma con la mano izquierda, retirándola de su alcance y, con la mano derecha, le dio un fuerte golpe en la muñeca hasta que se hizo con la pistola, disparando en la cabeza a uno de ellos. El restante, parado en su sitio, reaccionó huyendo, pero Brie le disparó en la pierna haciéndole caer al suelo. Rápida, se acercó hasta su víctima, agarrándolo por ambos pies hasta arrastrarlo al interior de la armería y, segundos después, sólo se escuchaban gritos desgarradores del hombre, al que le había rociado toda la cara con el ácido sulfúrico que poseía hasta ver su cerebro consumirse.

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