Aparcó el vehículo en una esquina no muy lejos de la puerta, luego descolgó su arco rojo ya con una flecha entre la cuerda de tiro para matar de forma sigilosa a todo aquel que pudiera encontrar dentro. Para asegurarse, dio un par de toques en la puerta; dos infectados en un estado avanzado de putrefacción se acercaron hacia el ruido, Brie abrió la puerta de una patada y retrocedió cargando la flecha con fuerza, pues la necesitaría para clavarla en aquel cráneo sucio y desgastado. El primero cayó, volvió a cargar su segunda arma, la que atravesó uno de los ojos del último caminante, reventando la única parte viva del cerebro. Recuperó sus armas, sacudiendo la sangre meneándolas de arriba hacia abajo para después volverlas a guardar en su correspondiente aljaba. Se introdujo en el recinto, caminando despacio y echando un vistazo a todos sus extremos, cubriendo a su vez, su propia espalda, aún seguía sintiendo que no estaba sola. Todo estaba lleno de estanterías, era como perderse en un laberinto de fantasía e infancia, por un momento, logró recordar cómo era antes de la catástrofe. Siguió avanzando, encontrándose el cadáver viviente de una niña atrapada entre dos estanterías que estaban volcadas. Se quedó mirándola, le recordaba a ella por el color y la longitud del pelo, ya que el de los ojos los había sustituido por unos rojos vampíricos, dignos de lucir en esos tiempos. De nuevo, volvió a cargar una flecha para matarla, sin embargo, unos sonidos extraños captaron su atención y no fue capaz de hacerlo, ya que había inquilinos dentro de la tienda y no precisamente caminantes. Ante la idea de que fuera Joey, sustituyó el arco por una pistola, importándole poco si tenía o no que hacer ruido. Despacio, se fue acercando hacia donde provenían los ruidos que, más bien, eran pasos muy poco discretos. Estaba cerca, Brie se detuvo para asomarse, la persona que fuese que estuviera dentro, estaba allí mismo, sólo debía asomarse para verlo. Rápida, apuntó con la pistola al mismo tiempo que daba un paso hacia adelante, pero un golpe en su antebrazo, le hizo perder la sujeción de su pistola, encontrándose frente a ella al boxeador, que al parecer, la había seguido. Brie frunció el ceño, si quería pelea, la tendría por las malas. Ambos se pusieron en posición de combate, pero la rubia no tardó mucho tiempo en fingir un derechazo en la cara de Dean para darle un fuerte puntapié en la rodilla que casi le hizo caer ante sus pies arrodillado. Dean, se acercó a ella cargando sus puños, intentaba pegarle, pero Brie supo esquivar cada golpe al mismo tiempo que retrocedía, logrando pasar por debajo de uno de sus antebrazos hasta colocarse tras su espalda, volviendo a golpear la columna vertebral de un puñetazo.
Dean y Brie se encontraban cara a cara de nuevo, la chica no entendía nada de lo que estaba pasando, era como si quisiera matarla de una paliza, y a pesar de que Ellen le prohibió mostrar sus habilidades de combate, Brie no podía dejar que alguien la tocara, y mucho menos un hombre que aún seguía sin camiseta.
—¿De verdad quieres continuar esta pelea? —le preguntó Brie, dándoselas de ganadora—.
—¿Por qué no?. Hace tiempo que no uso los puños, aunque se me hace raro combatir contra una mujer.
—Esta mujer te puede partir las piernas.
—¿Acaso he interrumpido algo?.
—¿Vas a dejar de hablar? Empiezas a aburrirme como boxeador...Diviérteme.
Dean metió sus labios hacia dentro, apretando los mismos hasta dejar a relucir esa sonrisa que a Brie sacaba de quicio. Él, se acercó veloz con su puño cerrado, Brie lo agarró antes de que pudiera tocar su cara, retorciendo su brazo hasta ponerlo detrás de su espalda al mismo tiempo que la chica, con la otra mano libre, empuñó una daga hasta poner el filo en su cuello.
—Si te mueves, te corto —amenazó Brie—.
Dean se detuvo, sabía que sería capaz de eso y mucho más.
—¿Por qué me has seguido? —preguntó ella—.
—Por volunt...
—Sh, no me mientas. No estoy jugando.
Ella le subió más el brazo retorcido hacia arriba hasta hacerlo gruñir de dolor. Si subía un poco más, acabaría rompiéndole la articulación. El mero hecho de estar tan pegados, ya la tensaba, pero no tanto porque sabía que lo tenía a su merced, por lo que ese acercamiento no era tan grave como los demás.
—James me ordenó seguirte.
—¿Que James qué?.
—Sí, no se fía demasiado de ti.
—¿Y también te ha ordenado que uses tus tácticas de boxeador?
—No, eso es voluntad mía. Quería probarte.
Brie apartó la daga de su cuello y después soltó su brazo, empujándolo para alejarlo de su alcance.
—Estoy rodeada de gilipollas, al parecer —dijo Brie—.
La joven, le dio la espalda yendo hacia el cadáver de la niña para, ahora sí, acabar con ella y terminar lo que Dean interrumpió creyéndose mejor que ella. Sin prestar demasiada atención a la presencia de Dean que la seguía, Brie observaba las estanterías; tenía mucha variedad donde elegir, sería fácil, pues Cora era una niña sencilla que todo solía gustarle.
—¿Embarazada? —preguntó Dean, acercándose a ella—.
—¿Qué tal si te pones un punto en la boca y dejas de decir estupideces?.
Brie alcanzó una caja de muñecas bastante gigantesca con la que Cora podría pasarse las horas muertas jugando, luego le colocó la caja de envoltura a Dean en todo el pecho y le mostró las llaves de su coche antes de lanzárselas.
—Haz algo útil y lleva esto al maletero del coche, ¿quieres?.
—Claro, mi general.
Dean le dio la espalda y Brie sonrió viéndolo marchar, ese tío tenía agallas para enfrentarse a ella. Se preguntó si él la conocía como la campeona de Atlanta, ya que ambos formaban parte del mundo deportivo. Brie juró haberlo visto alguna vez cuando su padre veía boxeo en la televisión, pero no quería afirmar nada por si acaso estaba equivocada. Cuando él volvió, Brie ya tenía otras cosas que darle; como una pequeña tienda de campaña y más muñecos y muñecas para que se volviera a ir de su vista por unos minutos. Por último, se guardó en el bolsillo de su chupa de cuero, una bolsa con cien globos deshinchados de colores. Ya estaba todo listo, así que se fue de allí, pero justo al salir por la puerta, se chocó contra Dean, que entraba por si necesitaba su ayuda. Él, inconsciente de que su roce pudiera molestarle, colocó sus manos sobre el par de hombros de la rubia, que se apartó de forma violenta como si le tuviera asco.
—No me toques —musitó Brie-.
Dean le pidió disculpas y Brie pasó de largo, yendohasta su coche sin mirar atrás, preguntándose cuándo demonios iba a superar esafobia que no la dejaba en paz. Le vinieron las palabras de Joey a la mente:"Después de mí, no podrás ni querrás estar con otro" Y aunque no era el casoporque Brie no estaba enamorada de nadie, empezó a pensar que tenía razónporque por su culpa, ningún hombre podía tocarla.
ESTÁS LEYENDO
Inmunidad.
Mistério / Suspense< El mundo ha sido cautivo por un virus letal que convierte a las personas en muertos vivientes y, un poderoso científico, es el causante de tal atrocidad, creyendo que nadie es capaz de detener su horrible plan de destruir la humanidad, pero no...