Capítulo 143.

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Al caer la noche, le llevaron la cena y la volvieron a encerrar hasta que pasaron varias horas donde Brie decidió salir sobre las tres de la madrugada para ir a la enfermería y buscar la puerta secreta de la armas. Tuvo suerte de que la vigilancia estuviera lejos de su alcance, pues eso le permitió moverse con facilidad a través del campamento llegando sin problema a la enfermería cuya puerta estaba cerrada. Sin prisa alguna, introdujo las puntas dentro de la cerradura y acabó abriendo en menos de un minuto. En medio de las dos camillas en el suelo, pudo ver una alfombra marrón a la que antes nunca le había prestado atención. Con el pie derecho, la fue empujando y así comprobar qué había debajo de ella sin encontrar nada que pudiera indicar una puerta secreta. Arrugando el entrecejo, la colocó en su sitio y observó alrededor con todo detalle. Frente a sus ojos, estaba el armario de madera muy pegado a la pared. Se acercó a él abriendo las puertas, tocando la madera del fondo como si fuera una investigadora del FBI, aunque ella se veía un poco patética. Las túnicas negras colgadas en las perchas le impedían un poco la visibilidad completa, por ello, las retiró lo más que pudo y divisó una diminuta palanca que por culpa de los ropajes no había visto. Con el dedo índice, la movió hacia un lado y el fondo del armario se dividió en dos mitades dejando un hueco al que se podía pasar. Asombrada por lo bien oculto que estaba el arsenal, se metió dentro y observó todas las armas que tenían escondidas. Al parecer, se tomaron muchas molestias. Ya lo tenía, ahora debía esperar a que amaneciera, buscar un hueco y volver a la cocina para que cundiese el pánico con tan sólo dos gotas de sangre. Colocó todo conforme estaba antes de entrar allí y se marchó hacia su habitación. Necesitaba descansar y dormir.

                                                                                     ***

Ray se encargó personalmente de llevarle el desayuno a Brie cuando amaneció; ella estaba tan profundamente dormida que ni siquiera el ruido de la puerta la despertó de su sueño. Colocó la bandeja plateada encima de la pequeña mesa que tenía a un lateral de la cama y la contempló durmiendo llegando a morderse el labio inferior al ver una pizca de carne salirse de la camiseta por la zona del escote. Ray llevó la mano a su miembro y se lo colocó correctamente tras haberlo notado en rebeldía. Colmando sus necesidades, movió la cabeza en círculos haciendo crujir su propio cuello antes de sentarse en la cama posando la mano en el hombro desnudo que se asomaba tras la sábana, deslizándola por todo su brazo hasta que Brie despertó lentamente debido a las caricias. Al ver a Ray ahí sentado a su lado, se sentó en la cama y se colocó correctamente la camiseta escotada intentando no provocarlo de momento.

⸺¿Qué quieres? ⸺preguntó Brie, cortante⸺.

Ray observó la habitación y contempló las navajas robadas en el interior de sus botas, sabía que algo tramaba y había llegado el turno de que él pudiera lanzar su próxima carta en la partida de juego. Fingió no haber visto nada y agarró las sábanas que cubrían la mitad del cuerpo de Brie, retirándolas hacia un lado. Seguido de aquello, colocó de nuevo la mano en el hombro ajeno y deslizó los dedos desde el mismo hasta la palma de su mano.

⸺Tenemos una cuenta pendiente. Además, he ordenado que no te toquen si te ven por el campamento caminando. Aunque ya sabes, todo tiene un precio. ¿Ya no tienes ganas de jugar conmigo? ⸺preguntó Ray comenzando a colocarse encima de ella⸺.

Brie quiso apartarlo, pero debía seguirle la artimaña. Y tampoco podía volver a pellizcarle o esta vez, sí que sospecharía y no la dejaría salir de allí. Si el precio a pagar para salvar a sus compañeros era acostarse con él esa mañana, estaba dispuesta a pagarlo con tal de poder moverse a sus anchas por el campamento. Ella, con una fingida sonrisa, apoyó la cabeza en la almohada y miró a Ray a los ojos por los que podía ver su lujuria acumulada del día anterior. Los labios de él fueron buscando con deseo el cuello de Brie y dejó besos salvajes y deseosos marcando los dientes en su piel. Los brazos de la desdichada, se abrazaron a la cintura de Ray y le pegaron el cuerpo al suyo sin dejar de imaginarse que era Dexter al que tocaba y acariciaba. Él se quitó la camiseta con descaro hasta rasgarla, buscando acto seguido, los labios ajenos mientras acariciaba su cuello con una de sus manos. Nunca imaginó que una mujer le resultara tan adictiva y deliciosa. Era el comienzo y ya la había declarado su favorita por mucho que la odiara. Cuando Brie colocó las manos en el cuello de Ray, éste cayó desplomado encima de su cuerpo con los ojos cerrados. Extrañada al no haberle pellizcado, lo apartó de ella y se levantó de la cama poniéndose las botas en los pies, saliendo despavorida del lugar cerrando la puerta. El pecho la presionaba tanto, que tuvo que llevarse las manos a la boca del diafragma como si le costara respirar por lo que había hecho, pues sin poder evitarlo, se sentía infiel al amor de Dexter, como una auténtica traidora. Una lágrima rebelde cayó sobre sus mejillas que la piel de su antebrazo limpió antes de llegar al suelo. Golpeando la arena a zancadas, se dirigió hacia la puerta de la enfermería y la dejó abierta sin llave para cuando sus compañeros salieran de esa celda maloliente, comenzase al fin, la última batalla. A pesar de haber varios enmascarados por la zona, nadie le dijo nada. Es más, ni siquiera la descubrieron haciendo de las suyas. Al dejar la puerta vulnerable, Brie se encaminó hacia la otra metálica y dio un par de toques con fuerza. Esa era la señal de empezar a calcular sesenta minutos para después salir al exterior.

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