Capítulo 86: <La carta>

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Jacob corrió y corrió hasta llegar a las puertas del taller, entrando por el mismo lugar del que habían salido todas esas cosas, encontrándose una oficina con parte de los cristales ensangrentados. Abrió y halló tres muertos: uno convertido en esas cosas con la cabeza ya reventada y los otros dos restantes muertos tras haber sido mordidos en la cabeza y partes del cuerpo. El pelirrojo, cargó la pistola y terminó de reventar el cerebro de los que habían sido mordidos para evitar que se despertaran. Quedaron cuatro en pie: un japonés de unos veinticinco años, dos mujeres que al parecer eran hermanas gemelas y otro adolescente de unos dieciséis años. Se alegraron de ver una cara conocida, Kane, el japonés, fue el primero en dar un paso hacia adelante para agradecérselo, pero Jacob dijo que no era a él a quien tenían que agradecerle nada, sino a la chica rubia que justo en ese momento, acababa de hacer presencia toda ensangrentada por culpa de tanta batalla. Kane, decidido a ser agradecido, se acercó a la joven tendiéndole la mano a modo de agradecimiento, en cambio y como siempre, Brie miró la palma de la mano unos segundos y después apartó la mirada para darles la espalda, mostrándose antipática, algo que ya era demasiado habitual en ella.

—Debemos volver, se estarán preguntando dónde estamos —añadió Brie—.

Kane quedó algo cortado y avergonzado, sintiéndose patético por haberse quedado con la mano tendida sin recibir una respuesta clara de la contraria. Jacob inició el camino de vuelta al coche que habían aparcado, preguntando quién había sido el idiota que les había cerrado la puerta con candado, a lo que Lena, una de las gemelas, respondió que no sabía.

—Fue un hombre mayor, al parecer necesitaba un coche y los caminantes le estorbaban, por eso los encerró dentro. Nos vio, pero nos encerró de todas formas, nada que ver con aquel chico que nos ayudó —terminó de decir Lena—.

—¿Otro? Entonces, ¿sí hay supervivientes? —preguntó Jacob—.

—Sí. El que nos ayudó era muy buena persona, pero estaba completamente roto por la pérdida de su novia.

Brie arrugó el entrecejo, ¿a quién le importaba la vida de ese joven y si había perdido a su novia?

—Como todos hemos perdido a alguien —murmuró la rubia por lo bajo—.

—¿Eres siempre así de insensible?

—Sí, ¿tienes algún problema, gemelita?

Lena no respondió, no quería faltarle el respeto a la persona que les había salvado la vida aunque Brie no tuviera modales. Lo primero que se les vino a la mente con su forma de hablar y de ser, fue Dexter, pues eran prácticamente iguales en todo. Al subir al coche, Brie se ofreció voluntaria para conducir, tenía que ir a un sitio especial una última vez antes de marchar de nuevo a la comunidad. A una velocidad lenta y con las luces apagadas para no atraer a más muertos con ellos, fue dirigiendo el vehículo hasta detenerlo justo en el barrio en el que vivía, junto a la puerta de su casa que estaba cerrada pero el resto de la fachada, bastante deteriorada. Quiso abrir, girar el picaporte y pasear tranquilamente por la casa, imaginando que aún estaba todo en orden. Sin embargo, sus ganas de soñar se rompieron cuando halló bajo sus pies, una carta dentro de un sobre en blanco sin remitente ni un nombre como pista. Se inclinó hasta cogerla, abriendo el sobre para desdoblar la carta y empezar a leerla con algo de temor. Con cada verso escrito, sus ojos se iban abriendo mucho más, sorprendiéndose y quedándose bloqueada con los pies pegados al suelo sin ser capaz de despegarlos.

—Mierda... —Se dijo Brie arrugando la carta, haciéndola pedazos después—.

La voz de Jacob detrás suyo, la sobresaltó un poco, notando cómo su mano se posó sobre uno de sus hombros.

—¿Estás bien? —le preguntó él—.

—Obvio, ¿por qué no iba a estarlo?.

—¿Y eso? —señaló el papel—.

—Un cartel. Bueno, nada de lo que debas preocuparte.

Jacob no la creyó demasiado, pero Brie decidió callar para sí lo que había leído hasta que fuera necesario contarlo o, en este caso, verlo con sus propios ojos. Se volteó hacia el vehículo de nuevo, ya no tenía nada más que hacer ni ver en esa casa, sobre todo porque era demasiado peligroso estar allí. De camino, ya no le importaban demasiado los infectados, así que prendió las luces y aceleró para llegar lo antes posible a Sheller, el nombre de la comunidad de James. En varias ocasiones, Lena y Raine, las gemelas, le habían pedido que fuera más despacio, pero no obedeció, estaba cansada y harta de estar con tanta gente. Llegaron casi al amanecer, todos los miembros de Sheller se acercaron para recibir alegres a los que lograron regresar con vida, unas vidas que ahora pertenecían a Brie por haberlas salvado, la cual, ignorando cada una de las miradas, se dirigió a casa para poder descansar de una vez hasta que le diera la gana.

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