Una mujer de mediana edad, tal vez rozando los cuarenta y, luciendo una media melena castaña oscura, se acercó a ellos a paso acelerado con los ojos marrones ya saltones. Su nombre era Claire, la madre de Cora, una niña de diez años con cáncer terminal que estaba presente en la disputa.
—Por favor, hay una niña delante —dijo Claire—.
—¿Y? ¿Cuál es el problema? Así se va acostumbrando a la vida real y no a las mariconadas que se les enseña —respondió Brie, maleducada también con ella—.
—¿Acaso tienes algún problema con la educación que le doy a mi hija?.
—Podría decirte varias cosas, pero no tengo ganas de gastar saliva contigo, tía.
Claire pasó por delante de su líder, poniéndose cara a cara con Brie.
—Pues a mí sí me apetece gastarla contigo —dijo Claire—.
Brie sonrió irónica, cruzándose de brazos entre una actitud grotesca y chula, vacilante y prepotente.
—Entonces te escucho —dijo la rubia—.
—El día de mañana podrías tener un hijo, igual te vendría bien callarte la boca.
—¿Un hijo? No duraría ni tres asaltos en este mundo.
Aquellas palabras, para Claire sonaron como ametralladoras, sobre todo porque se sintió herida o molesta ante las palabras malsonantes y crueles de Brie, ya que su hija tenía cáncer y su cabeza no logró entender cómo el alma de esa muchacha tan joven podía estar tan podrida por dentro. Envuelta en tantas emociones, perdió todos los sentidos y golpeó una de las mejillas de Brie, torciendo la cara hacia un lado mientras los mechones rubios de su cabello le taparon el rostro debido a la fuerza. Todo se detuvo, Brie sonrió divertida mirando a su agresora sin quitarse los pelos de la cara.
—Curioso; te acabas de quejar de la violencia verbal pero tú vienes y me pegas delante de tu hija —replicó Brie—.
—Porque igual tienes razón, a lo mejor es hora de que empiece a ver la vida tal y como es.
—Entonces aclárate, querida.
Demasiada violencia, todo muy bruto para cada persona allí presente viéndolos discutir, insultarse y pegarse como los salvajes. Esta vez, fue Brie quien decidió ceder y cerrar la boca, todos allí la detestaban, pero eso a ella no le importaba porque esa era su única intención. No quería grupos, ni amiguitos que pudieran aconsejarla o salvarle la vida. Al igual que Dexter, Brie también estaba hecha de odio y rencor, había nacido para tener enemigos y nada más. El único que parecía quererla en el equipo, era James, pues a pesar de estar dando muchos problemas, la necesitaba.
—Es inútil que insistas. Deja de hacerlo, ¿desde cuándo un líder se arrastra tanto por alguien? —dijo Brie—.
La chica dio media vuelta, dando a todos la espalda para dirigirse a la casa de la que había salido y poder coger todas sus armas antes de largarse para siempre. Se equipó correctamente, saliendo hacia el exterior donde volvió a acercarse a Mac, intentando controlar sus impulsos violentos.
—Mi antifaz —fue lo único que dijo ella—.
Obediente, sacó el antifaz de la chica para dárselo. Tuvo suerte, estaba en perfectas condiciones e intacto. Al tenerlo en sus manos otra vez, volvió a darles la espalda a todos. Sus pasos la guiaban hasta la puerta de entrada y salida que abrían los vigilantes en las torretas de vigilancia sobre las murallas. Al abrirse la puerta, los ojos de Brie se encontraron con otra cara familiar muy conocida que entraba con un ciervo cargado a la espalda. Brie corrió a toda prisa hasta llegar a él para abrazarlo con fuerza, Jacob le siguió el abrazo con la misma intensidad y con las mismas ganas, sobraron las palabras entre esos dos. Jacob aún no asimilaba que estuviera viva después de haber visto cómo le mordieron en uno de sus tobillos. Para Brie era maravilloso cruzarse con una cara agradable después de haber tenido tantos enemigos a su alrededor.
—Tenemos que hablar —dijo Brie—.
—Lo sé, hay una cosa que no entiendo —respondió Jacob—.
—Es lo del mordisco, te prometo que te lo explicaré.
—A parte. He encontrado esto en la ciudad.
Jacob sacó con disimulo el cartel de búsqueda con la cara de Brie, no esperaba que lo tuviera él en su poder, aunque la verdad, no había podido caer en mejores manos.
—Están por todas partes. Sé que esto forma parte de un secreto que no espero que me cuentes si no quieres. Sea lo que sea, debe ser algo gordo —dijo él—.
—¿Alguien más lo ha visto?.
—No, al menos por ahora.
—Tienes que ayudarme a deshacerme de esos carteles, puedo estar en un buen lío si me descubren.
—Lo haré.
Jacob y Brie se miraron a los ojos, el resto de compañeros observaban asombrados, la agresiva tenía a alguien con el que poder llevarse bien, aunque por una parte, no les extrañó demasiado ya que Jacob no acostumbraba a llevarse mal con nadie por cómo era de bueno y generoso a pesar de estar en esos tiempos.
—Me quedaré por poco tiempo, este no es mi sitio —siguió Brie—.
—No te retendré.
Juntos se dieron la vuelta, Brie caminaba al lado de Jacob, lo que hizo que los demás entendieran que Brie se quedaba entre aquel grupo por un corto periodo de tiempo. Líder y novata volvieron a mirarse de frente, James le dedicó una pequeña sonrisa mientras movía la cabeza asintiendo con la misma.
—Has tomado la decisión adecuada.
—No estoy segura de eso.
—¿Cuál es tu nombre?.
—Sylvia, el apellido no es necesario.
Dexter y Mac se miraron entre sí, eran los únicos —junto con Jacob— que sabían el verdadero nombre de la joven, ya que la conocíande antes gracias a los medios de comunicación que hoy en día ya no existían.
ESTÁS LEYENDO
Inmunidad.
Misterio / Suspenso< El mundo ha sido cautivo por un virus letal que convierte a las personas en muertos vivientes y, un poderoso científico, es el causante de tal atrocidad, creyendo que nadie es capaz de detener su horrible plan de destruir la humanidad, pero no...