Tras acabar de ordenar y organizar las cosas, juntas salieron a cubierta. Brie tenía que ponerse al mando, así que le dio un par de toques en el hombro a Erron. Cuando este detuvo el motor y se dio la vuelta, sus ojos grises se clavaron en los de Laura como flechas, al igual que los de ella sobre los de Erron. Brie intercambiaba miradas entre los dos, dándose cuenta de que, posiblemente, se hubieran causado una muy buena impresión; con tanto tiroteo, ni habían tenido tiempo de prestarse la suficiente atención visual.
⸺Estorbas, hermanito. Lárgate de una vez ⸺dijo Brie para que se marchara con la chica⸺.
Así fue. Erron carraspeó la garganta como si estuviera nervioso por primera vez en su vida. Y tal vez lo estuviera; también conocía la historia de Laura y, a parte, se había permitido el "lujo" de compartir celda con uno de aquellos asesinos: con Jack para ser exactos. Cuando Erron ingresó en prisión dos años después de marcharse de casa, a Jack le quedaban casi dos días para salir en libertad. Fue dentro de su celda donde, unos meses más tarde, se enteró de la noticia de Laura Christensen, la misma que ahora tenía frente a sus ojos.
El anochecer llegó varias horas después, pero Brie ni siquiera tenía hambre, a pesar de que se acercaba más a Dexter, lo sentía más lejos y esa sensación la ahogaba a grandes pasos. Erron ancló el yate cuando notó que el mismo se había detenido. Brie se levantó y salió a cubierta, pudiendo ver a aquellos dos uno al lado del otro comiéndose una bolsa de patatas con una Coca-Cola caducada para cada uno conversando entre risas. Parecía que se habían llevado bien y congeniado mejor. Brie los observó entre el silencio más absoluto, pudiendo verse a sí misma junto a Dexter en la popa del yate comiendo cosas, viviendo juntos y robándose algún que otro beso inesperado. La realidad la golpeó de bruces en menos de sesenta segundos y se vio obligada a retroceder nuevamente hacia el asiento del piloto, prendiéndose uno de los pocos cigarros que tenía guardados el anterior dueño o dueña del Interestelar. Nunca en su vida había fumado, pero desde que empezó el famoso llamado Fin del Mundo, había probado más de uno; la sensación de quemarse los pulmones era sencillamente maravillosa y bajaba el estrés casi por completo. Apoyó los pies en el asiento de al lado y se ladeó buscando su propia comodidad. Dio la primera calada tras dos intentos de encender el mechero, alzando la cabeza con la mirada perdida en el techo, expulsándole el humo como si tuviera culpa de algo. Volvió a sentirse sola, muchos de sus compañeros se habían quedado por el camino por culpa de Emilie, la puta infiltrada que se hizo pasar por quien no era, consiguiendo a su paso que James pasara de ser honrado a un maldito traidor, consiguiendo llevarse también a Dexter y todo lo que se propuso desde que la reconoció.
La segunda calada fue por todos aquellos a los que había considerado familia sin que lazos de sangre los uniera como tal; una calada que llevaba el nombre de Jacob, Ellen y Chris. Oh, Chris...Él se sentiría orgulloso si la viera ahora: toda una mujer hecha y derecha, independiente y hermosa a cada instante. Y qué decir de Jacob, el cual la estaría abrazando ahora mismo, diciéndole que todo saldría bien y que jamás la dejaría sola. O Ellen, que estaría espabilándola de un tirón de brazo para pelear en cubierta y despejar su mente de todo mal pensamiento que pudiera afligirla. Sí, echaba de menos a muchas personas y muchas historias compartidas con dichas personas. Ahora, su cigarro iba por la mitad y ya no podía pensar en nadie más que en aquel hombre con el que antaño, no le hubiera importado batirse en un duelo a muerte, un hombre por el que daría todo lo que pudiera y lo que no, pues su vida no valdría nada sin Dexter dado que él, la había llenado. Cerró los ojos con delicadeza y entonces borró todo mal de su cabeza a causa del sueño que empezaba a nublar su cerebro, adormeciéndola mientras el cigarro se consumía solo como sola estaba ella.
***
Una mano grasienta de color negro impactó sobre el rostro de Brie de mala gana, obligándola a abrir los ojos verdosos e irritados, contemplando a un hombre de tez oscura, ojos carbón con una ametralladora colgada a la espalda. La llevó a empujones hacia cubierta donde su hermano estaba amordazado al lado de Laura. La cubierta del Interestelar se había casi llenado de piratas somalíes, los mismos que vociferaban gritos de guerra en una lengua que Brie desconocía. Sin duda, más problemas se habían añadido a su lista y parecían no tener final. Brie, en un intento por zafarse del agarre, un pirata secundario golpeó una de las cejas de la chica con el cargador de una AK 47, abriéndole una brecha que ya dejaba escapar las primeras gotas de sangre. Los que iban a bordo, rieron por el golpe y se miraron entre sí a sabiendas de que habían dado con la fiera del yate y eso les gustaba. El barco donde ellos viajaban, era cinco veces más grande y eran una mayoría considerable de la que no saldrían con vida si no obedecían al pie de la letra las normas de quienquiera que fuese el líder. La boca de Brie fue callada con otra mordaza maloliente de color marrón cuyo nudo ataron demasiado fuerte para poder callar sus gruñidos lo más que fuera posible. Los piratas registraron el resto del mobiliario, llevándose las armas, la comida y tirando el combustible al agua para joder todavía más. En el otro barco, la gente se iba haciendo a un lado dejando paso a un hombre alto, delgaducho de pelo largo hasta los hombros con rastas y, sobre la frente, una cinta marrón y un par de pendientes de aro en cada oreja. En silencio, se quedó contemplando a los prisioneros, en concreto, a la prisionera de ojos verdes.
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Inmunidad.
Mystery / Thriller< El mundo ha sido cautivo por un virus letal que convierte a las personas en muertos vivientes y, un poderoso científico, es el causante de tal atrocidad, creyendo que nadie es capaz de detener su horrible plan de destruir la humanidad, pero no...