Pasaron tres días, Brie había salido para visitar a Paul tal y como se prometió ella misma. Aquel día, era el supuesto "maravilloso" día del cumpleaños de la chica, pero seguía sin tener ganas absolutamente de nada. Era por la tarde, su cuerpo estaba plasmado sobre la cama de su habitación. La televisión yacía apagada, la puerta cerrada, ya no había música dentro de aquellas cuatro paredes, se sentía sola y sin prácticamente apoyo. Lo único que le consolaba de toda esa catástrofe, era saber que Dylan tuvo la suerte de haberse ido antes del inicio del tiroteo por una mala indigestión en su desayuno. Tales pensamientos fueron interrumpidos por el sonido del timbre. Brie se preguntó confusa quién podría ser, no solía recibir ciertas visitas cuando estaba sola en casa. Se quedó parada unos segundos antes de bajar los pies de la cama para dirigirlos hacia la puerta de casa. Abrió, sus ojos se encontraron frente a ella, la figura de Paul ya bien recuperada. Alzó las cejas curiosa, fue a preguntar qué hacía allí, pero él la interrumpió.
—Vamos a celebrar tu cumpleaños.
Necesitaba un periodo corto de tiempo para asimilar todo aquello, ¿celebrar su cumpleaños después de todo?.
—¿Hablas en serio? —preguntó ella—.
—Totalmente. Además, hay gente que te está esperando.
Arrugó las cejas segundos antes de que todos sus mejores amigos aparecieran de detrás de la casa dando gritos y riendo entremedias, incluso se pusieron a cantar el cumpleaños feliz a los cuatro vientos mientras Paul daba palmadas al compás del coro. La hizo sonreír, sin duda, fue una sorpresa inesperada y magnífica. Paul meneó la cabeza, indicándole que saliera de allí junto a todos. Dylan se acercó hasta ella, dándole un fuerte abrazo sin decir nada mientras ella le correspondía tal muestra de cariño.
—Te lo mereces —dijo Dylan—.
Brie miró a Shelly, la compañera pelirroja de clase con la que tan bien se había llevado desde que comenzaron las clases. La chica asintió a su amiga para acabar de convencerla.
—Está bien. Cinco minutos y regreso, necesito coger dinero.
Paul la detuvo agarrando su mano con cortesía y dulzura.
—¿Quién habló de dinero? Hoy pagamos por ti, y no aceptamos un «no».
Brie se quedó mirando ambas manos pegadas, volviendo a sentir una sensación extraña que la hizo sonreír. Sin más, asintió y salió de casa junto a sus amigos para celebrar sus dieciocho cumpleaños. Unos instantes antes de llegar a la boca del Metro, todos la rodearon en un círculo, siendo Paul, el que se metió dentro del mismo con una venda roja entrelazada entre sus dedos de la mano derecha. Se sentía nerviosa e inquieta con cada paso con el que él se aproximaba a ella, atravesándola con aquellos ojos azules y brillantes. Se colocó detrás, Paul tapó los ojos de Brie lentamente, haciendo un nudo suave a la altura de la nuca.
—¿Ves algo? —preguntó él—.
—No, nada.
El corro se deshizo en el instante en el que ella respondió la pregunta, no veía absolutamente nada, pero se serenó al saber que Paul agarraba sus manos para dirigirla hacia el interior del Metro donde, una vez llegado junto a las escaleras, él la cogió en brazos para cruzar una de las partes más difíciles del camino. Sacaron los billetes, tuvo que soltarla para poder acceder al interior del recinto donde estaban las escaleras mecánicas. Allí, en ese tramo la volvió a apresar entre sus brazos. Las manos de Brie se sujetaban en su nuca, su sonrisa no había cesado en ningún momento, se sentía viva y con ganas de seguir celebrando ese día tan especial que tanto tiempo hubo esperado. Todavía quedaban cinco minutos para que viniera el siguiente tren, por ello, fue Dylan quien puso música en su altavoz para sacar a bailar a la cumpleañera. De nuevo, sus pies se depositaron en el suelo, Shelly la cogió de la mano y comenzó a bailar con ella, las dos divertidas bajo las atentas miradas de los próximos pasajeros que no entendían qué estaban haciendo. El último en bailar con ella fue Dylan, que estaba feliz de verla bien, y todo gracias a Paul, el cual, sonreía con mayor intensidad cuando observaba a la rubia sonreír. El tren llegó, todos ayudaron a Brie a subir al vagón con cuidado de que no tropezara. El viaje se le hizo extraño, pero tuvo que admitir que le gustó bailar con la venda sobre los ojos. Al llegar al corazón de Atlanta, la llevaron ante una cafetería donde los clientes atisbaban extrañados. Dylan pidió un pastel de fresa normal y otro de chocolate, pero que a este último le echaran sal por encima.
Cuando llegó el pedido, Dylan colocó un pequeño trozo de pastel de fresa sobre una de las manos de Paul y, el de chocolate, en la otra mano restante.
—¿Derecha o izquierda? —preguntó Shelly—.
Brie pensó por un momento, por primera vez ante sus amigos, le dio cierto "miedo" decidir cuál opción era mejor.
—Derecha —respondió Brie—.
En la derecha, se encontraba el pastel salado. Se lo pusieron cerca de la boca, Brie la abrió lo más que pudo y el pastel fue introducido dentro. Masticó un par de veces, una mueca de desagrado se plasmó en su rostro, pero no dejó de reír. Le dio una pequeña arcada, tuvo que escupir el pastel sobre una servilleta. Y así fueron pasando las horas; de bar en bar probando cosas buenas y no tan buenas, según la opción que Brie escogía. Fueron momentos agradables y llenos de diversión porque acabó comiendo cosas dulces con sal, cosas saladas con algo dulce e incluso algo con limón y vinagre. Al acabar la primera ruta, Brie por fin pudo librarse de la venda que no la dejó ver durante horas seguidas. No dudó en abrazarlos a todos con fuerza cuando su vista ya no estaba negra. Fue uno de los mejores días de su vida, pero, ¿por qué una venda?. Paul sabía que Brie ya se lo estaba preguntando, era listo y no tardaba mucho en conocer a cada persona que formaba parte de su vida, tenía un instinto bastante eficaz. Por ello, se acercó a ella, cogiendo la venda de la mano de Brie despacio, guardándola en el bolsillo de su pantalón vaquero de color azul.
—¿Ves, Brie? No todo es oscuridad. La finalidad de taparte los ojos era para que comprobaras tú misma que de la oscuridad sí se puede salir, y que tanto dentro como fuera de ella, tienes a tus amigos.
El espíritu de Brie comenzó a retomar la fuerza que había perdido, ahora sí se sentía fuerte para volver a coger su arco, seguir entrenando y ganar la competición más importante de su vida, aquella que si ganaba, podría abrirle las puertas de su futuro para siempre.
A raíz de ese día, Brie fue creciendo poco a poco,estuvo todo el fin de semana practicando con el arco sin descanso, superándosea sí misma cada minuto, cada segundo hasta que consiguió el propósito de nofallar.
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Inmunidad.
غموض / إثارة< El mundo ha sido cautivo por un virus letal que convierte a las personas en muertos vivientes y, un poderoso científico, es el causante de tal atrocidad, creyendo que nadie es capaz de detener su horrible plan de destruir la humanidad, pero no...