Capítulo 69: <Ex convictos>

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la hora de cenar, se sentaron una en frente de la otra sin decir ni una sola palabra, aquello parecía un funeral o una manera extraña de respetar el luto después de una pérdida dolorosa. Cuando Brie dio el último trago a su vaso de agua, Ellen carraspeó su garganta, tomando aliento antes de soltar palabra.

—Ray —añadió Ellen—.

—¿Qué? —preguntó Brie, confusa—.

—Así se llamaba el hombre al que le enseñé a pelear. Era básicamente un ex convicto, y además de los más peligrosos. Le rescaté, estaba a punto de morir. Nada más verle la cara lo reconocí y sabía que podía meterme en un lío, pero me arriesgué. Nunca pensé en enseñarle a pelear, pero descubrió mi arsenal y me obligó a hacerlo. Le enseñé a ser más peligroso, a ser intocable, un buen luchador. Cuando tuvo que marcharse, quiso matarme para ser él el mejor. Nadie estaba por encima de él. Me dejó inconsciente y pensó que me había matado. De hecho lo hizo, mi pulso se detuvo por un momento, eso fue lo que le hizo marcharse para siempre. Me robó varias armas y casi toda la munición, pero por suerte lo fui recuperando poco a poco.

Brie escuchaba con atención, quedándose totalmente sorprendida tras descubrir hasta qué punto podía llegar la maldad en un ser humano.

—Ahora entiendo por qué no querías hablar del tema... Pero no te voy a decir que lo siento, no te conozco tanto como para sentirlo.

Ellen se levantó de su asiento, yendo hasta un cajón de ese mismo comedor donde revolvió varios papeles hasta coger algo que venía siendo una especie de fotografía. Brie la cogió entre sus manos y en ella, contempló a un hombre adulto de unos cuarenta y cinco años de cuerpo corpulento, barba canosa mezclada con el color negro original, ojos pequeños castaños y pelo crecido. No lo había visto nunca, ni siquiera en las noticias, tal vez porque su mundo y el de Ray eran completamente opuestos.

—¿Por qué tienes una foto suya? —preguntó Brie—.

—En un forcejeo se le debió caer de algún bolsillo. Quise quemarla, pero algo me gritó en mi interior que no lo hiciera. Ahora algo me dice que esta foto debías verla.

Brie volvió a mirar el rostro de ese hombre, sintiendo la misma sensación que Ellen, como si no tuviera que olvidar esa cara ni ese nombre. Fue algo siniestro, como una señal del destino. Muy pronto, la joven hizo trizas la fotografía, dejando los trozos rotos sobre la mesa para tirarlos luego a la basura.

—Hay algo más —añadió Ellen—.

De nuevo, se volvió a levantar de su asiento, esta vez, para subir a la parte de arriba de la casa y coger un sobre marrón de debajo del colchón que entregó a Brie cuando se sentó de nuevo alrededor de la mesa. Sin saber si abrirlo o no, miró fijamente los ojos de Ellen y, de inmediato, abrió el sobre, encontrándose con un par de documentos que hablaban sobre Erron Sheller, su hermano mayor desaparecido desde tiempos remotos. En las primeras hojas, sólo se podían leer adjetivos despectivos hacia él, contando también, cómo fueron sus años de delincuencia hasta que entró en prisión. Le asignaron veinte años de cárcel por tráfico de drogas y por ser un gran experto en cuanto atracos en bancos a mano armada, perfeccionando cada plan sin dejar ni una sola pista para poder encontrarlo.

—¿De dónde has sacado esto? —preguntó Brie—.

—Tus padres lo robaron de uno de los despachos de Lauper. Un jefe tiene que tener fichados a sus trabajadores y a toda su familia.

—Déjame adivinar, tú se lo robaste a mis padres.

—No, ellos me lo dieron para que te lo entregara.

—Y ahora, ¿qué se sabe de Erron?.

—Erron viene de la misma prisión que Ray. Seguro se han cruzado y, si mi instinto no me falla, estarán en el mismo equipo. Debe estar vivo en cualquier parte, pero yo no te aconsejaría que lo buscaras, seguro que ni te recuerda y que no le costará mucho apretar el gatillo si se le presenta la oportunidad de matarte.

—Pero es mi hermano... Es lo único que me queda.

Brie siguió rebuscando entre los papeles en busca de alguna foto para poder identificarlo en caso de encontrarse algún día con él, sin embargo, no había ninguna.

—Por suerte o por desgracia, tengo cómo poder reconocerlo. Tenía una cicatriz en la espalda en forma de cruz —dijo Brie—.

—Tu hermano no se va a tirar a tus brazos cuando te vea, ¿no lo entiendes?.

—O puede que sí. Erron mostraba su lado bueno solamente conmigo. No sé, Ellen.... Lo necesito.

—¿Y qué hay de Ray?.

—¿De qué clase de delincuente estamos hablando exactamente?.

—De un asesino y torturador. Encerraba a sus víctimas en el sótano de su casa y los sometía a las antiguas torturas medievales. Se calcula que más de treinta personas murieron en sus manos, niños incluidos.

—De ese cabrón hijo de puta me ocuparé yo. Pero debes enseñarme a ser mejor que él.

Ellen asintió, estaba dispuesta a enseñarla mejorantes de que el tiempo se agotara, ya que Brie no podía quedarse eternamentejunto a ella. Se propuso hacerla ruda, valiente, una mujer de armas tomar queno se andaba con estupideces, aunque se daba cuenta de que Brie, por su propiopie, se iba convirtiendo sola. 

Inmunidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora