Capítulo 63: <A prueba>

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                                                                                                 ***

Pasó el tiempo, seis meses aproximadamente los que Brie llevaba en ese desguace. Dos de esos meses, estuvo recuperándose de sus heridas y roturas gracias a un médico camuflado de malvado que la ayudó junto a Jacob, que no se separaba de ella y ejerció más la profesión médica que el propio licenciado. Brie estuvo viendo cada día sus hematomas en la piel hasta que desaparecieron por completo, se tocaba la cara con cuidado preguntándose si estaba desfigurada o le habían quedado marcas en el rostro, llevaba mucho tiempo sin verse en un espejo, posiblemente no se reconocería al volver a reflejarse sobre un cristal. Los dos primeros días de la paliza estaba irreconocible; se había hinchado como un globo y, a parte, estaba llena de golpes y sangre. En la buhardilla, apenas entraba la luz del sol por culpa de esos barrotes que le impedían volver a escapar otra vez, el suelo estaba sucio y polvoriento, la columna algo más rota y la cama deshecha y desaliñada. Sólo podía ser desatada para ir al baño a hacer sus necesidades y para darse una ducha fría, el resto de tiempo, lo pasaba atada y sentada junto a la columna reposando. Joey subió en un par de ocasiones a verla pero ni siquiera la tocó, le repugnaba la chica en ese estado cadavérico y pensaba que le pegaría algo contagioso. No obstante, cuando terminó de recuperarse, volvieron los problemas, las peleas, los golpes y los abusos sexuales en peor grado; Joey había obligado a Brie a ponerse ropa provocativa que él mismo había buscado especialmente para ella: una falda roja de cuadros muy corta, una camisa blanca de tirantes y unos calcetines blancos de larga medida hasta la altura de los mulsos de igual manera que una prostituta. Ella debía servir la comida con esa vestimenta abajo con todos esos hombres a los que Joey les había permitido meterle mano al trasero cuando les diera la gana, prohibiéndole a Brie rechistar o poner malas caras. Cada día durante cuatro meses, Brie recibía más de veinte palmadas en alguna de sus nalgas hasta dejar marcas y moratones por culpa también de los agarres tan fuertes que recibía. Un día, Brie perdió el equilibrio y tiró la comida al suelo cuando estaba a punto de servirla. Volvió el terror, como castigo, Joey la puso boca abajo en una de las mesas de madera y, por petición de sus compañeros y delante de ellos, la volvió a violar mientras Brie intentaba defenderse de esa injusticia. Pero ella ya no podía más, creyó que había llegado el momento de enfrentar la situación y sabía que eso la llevaría directamente a la tumba. Acababa de amanecer y ni siquiera estaba vestida con esa ropa tan provocativa, simplemente llevaba una camisa azul de cuadros, pantalones vaqueros rotos y unas deportivas negras. Cuando Joey subió a por ella y vio que aún no estaba lista, le gritó ordenándole que lo hiciera rápido o la desnudaría delante de treinta hombres para que le metieran mano.

—No —respondió Brie—.

Joey se detuvo y regresó junto a Brie, mirándola por encima del hombro.

—¿He oído «no»?.

—Sí, exacto.

—No sé qué pretendes conseguir con esta actitud. Si no te tocan ellos, lo haré yo. Nada de esto te salvará.

Brie cargó un escupitajo que fue a parar a la cara de Joey.

—Eres peor que esas cosas de ahí fuera... Me repugnas —replicó Brie—.

—¿Eso crees? Pongámoslo a prueba.

Joey se limpió la saliva de Brie y rompió la falda roja y de cuadros de la chica para atarla de manos y pies antes de darle un empujón para tirarla al suelo. Él se retiró de la habitación volviéndola a cerrar bajo llave. Brie intentó levantarse pero se caía por culpa de las ataduras en los pies, por ello, intentó romper el nudo siéndole imposible porque le costaba llegar hasta él y, a parte, estaba muy bien apretado. ¿Qué pasaría ahora?. Pocos minutos después, Brie empezó a escuchar esos gruñidos infernales de los infectados y la voz de Joey ordenando que los retuvieran correctamente hasta que él lo dijera. Se abrió la puerta de repente, Joey asomó su pequeña cabeza sin mostrar el resto del cuerpo. Brie no tenía ni idea de lo que estaba pasando ni de lo que Joey estaba tramando.

—Tienes visita —dijo él—.

Joey arrastró a un infectado hasta el interior de la sala, ella abrió los ojos hasta no poder más. Ya lo sabía, sabía lo que pasaría.

—Cada treinta segundos entrará uno nuevo. Vamos a ver quién es peor. 

Inmunidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora