Capítulo 74: <Buena suerte>

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Tras haber matado a tres personas de forma salvaje, Brie ni siquiera había parpadeado, al contrario, se quedó disfrutando del olor a sangre. Luego, salió de allí, comprobando que no había nadie más en el interior de la casa para socorrer a Ellen, que seguía en el suelo pero más pálida que antes. A pesar de que se entretuvo con esas muertes, era imposible salvar la vida de su profesora por la gravedad de la herida. Brie se sentó en el suelo, tomándola en su regazo en completo silencio mientras la miraba a los ojos. Sobraban las palabras porque ya estaba todo dicho entre ellas.

—Ya sabes qué tienes que hacer...

Brie asintió, intentaba no llorar por otra nueva pérdida, faltaba tan poco para marchar de forma feliz..

—Lo siento... Por todo —dijo Brie—.

—Cállate, no hay nada que debas sentir. Me voy contenta porque he conseguido hacer de ti lo que tú querías.

—Lo que queríamos.

Las dos se sonrieron, intentando hacerlo lo mejor que podían en aquella situación, pero ya no se volvió a decir nada entre ambas, ya que el cuerpo de Ellen quedó completamente inmóvil, muriendo mientras dejaba plasmada la mirada en los ojos de Brie y una última sonrisa en sus labios. La chica le cerró los ojos con el pulgar y el índice, rompiendo a llorar mientras se aferraba a su cuerpo inerte, creyendo que jamás podría llorar por otra persona. Antes de seguir haciéndose más daño, dejó el cadáver de Ellen sobre el suelo, levantándose después para regresar a la armería donde Adam ya se había transformado en un infectado más. Brie sacó la daga, clavándola una y mil veces en el cerebro de Adam entre gritos de histeria, volviendo a maldecir a Joey por existir, pues una vez más, se había salido con la suya. Tomó prestada la bolsa de armas de Adam para salvar todas las que fueran posibles, cogiendo las más importantes y con ellas, las municiones correspondientes. Su espada aún estaba puesta en su sitio, así que la cogió, guardándola en su cinturón bajo una funda negra. Siguió recogiendo armas hasta que la bolsa ya no daba más de sí. Se dirigió hasta la puerta, deteniéndose y mirando aquel estropicio de cadáveres antes de salir. Su mente en ese momento era la de una auténtica asesina desequilibrada, así que descolgó un hacha de las que tenía colgadas en la espalda y comenzó a cortar las cabezas de los tres tíos que se había cargado, agarrándolas por el cabello en una sola mano hasta salir junto a ellas al exterior de la casa, dejándolas al lado del cuerpo de Ellen como un aviso de muerte para Joey, ya que sabía que volvería para saber de sus tres hombres. Terminó de coger un par de provisiones y marchó de la casa, llevando una de sus manos al bolsillo izquierdo de su pantalón del que sacó el mapa que Ellen le había entregado para que no pudiera perderse, desplegándolo y sujetándolo entre sus diez dedos, buscando el punto rojo donde estaba escondida la ermita en la que se refugiaría por un tiempo. De camino, fue encontrándose a un par de caminantes que, con facilidad, eliminó para seguir continuando su viaje. Tal y como Ellen le dijo, el camino se cortaba por árboles cortados, ramas, matorrales y hojas que fueron puestas a la perfección para que nadie pudiera quitarlas o traspasar el pequeño "muro". Sin embargo, si había una entrada oculta por la que poder entrar, sólo tenía que buscarla. Se acercó, intentando quitar ramas, pero estaban demasiado juntas las unas con las otras como para quitarlas y hacer hueco para entrar. Estuvo dando vueltas de un lado hacia otro, echando una ojeada hasta que pudo ver como una pequeña nota roja escondida en la parte inferior de las ramas. Brie se agachó para cogerla, desdoblándola para leer su contenido escrito con un carbón que sobró de alguna hoguera: "Es aquí. Buena suerte".

Rompió la nota a modo de seguridad, encontrando aquel hueco, muy pequeño, por cierto. Ni siquiera había espacio para la bolsa de armas, así que no le quedó otro remedio que lanzarla con toda su fuerza hasta el otro lado sin tener ni idea de lo que encontraría. Arrastró su cuerpo, intentando no quedarse enganchada; aquel pequeño túnel podría ser traicionero a parte de pequeño y correctamente hecho. Al pasar al otro lado, cogió nuevamente la bolsa de armas y caminó un minuto escaso hasta ver delante de sus narices, aquella ermita todavía bien cuidada. La puerta estaba cerrada con candado, pero las llaves estaban encima de la ventana, todo estaba perfectamente planeado, aquel lugar era tranquilo y seguro, posiblemente más que la casa en la que estuvo viviendo con Ellen. Por dentro, el lugar parecía acogedor y hospitalario, apenas parecía una ermita donde la gente iba a rezar los domingos o en días de consuelo. El altar parecía más bien un pequeño comedor, pues no había retratos ni figuras religiosas. Para su asombro, pudo comprobar que allí dentro disponía de las suficientes provisiones para no tener que salir al bosque a cazar y evitar así encontrarse con gente. Pensó en la posibilidad de una señal para empezar dónde buscar a la organización de Chris, por ello, comenzó a rebuscar en cada rincón, a desordenar el orden en busca de respuestas que no logró encontrar. Ese día se rindió, no podía seguir buscando nada ni seguir pensando, tenía la mente demasiado angustiada y descontrolada, más que nunca, así que necesitaba descansar. Se dirigió al único sofá que sustituía los bancos donde la gente solía sentarse años atrás, y allí, se quedó dormida hasta que su cerebro quisiera despertar.

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