Capítulo 53: <Alguien te busca>

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Pudo reconocer una cara, uno de ellos pertenecía al grupo de Joey. Tuvo suerte, no la vio ninguno de los dos y logró retroceder con tan mala suerte de pisar un cristal a medias de partirse por la mitad, rebotando por todas partes del centro comercial. Brie escuchó las cargas de las armas y pasos que se acercaban. Intentó escapar por otra de las puertas de salida, pero la vieron huir. Fueron varios los disparos al azar que detuvieron la marcha de Brie, pues se dio la vuelta para mirarlos de frente.

—Ven, Joey te busca —dijo Adam, o así creía que se llamaba—.

No obtuvo respuesta de ningún tipo, prefería morir antes de marcharse con Joey, sabía lo que le esperaba si volvía a encontrarse con ese hombre. Adam intentó agarrar el brazo de Brie para obligarla a irse con ellos, pero Brie fue más rápida cuando clavó la punta de una de sus flechas en el brazo del contrario, haciendo fuerza hasta romperla para que la mitad de la flecha se quedara atravesada y fuera más complicado sacarla. Aprovechó la confusión que se mezclaba con un fuerte dolor para salir corriendo hacia donde ella quería ir: la otra salida. Miró atrás, nadie parecía estar siguiéndola y eso era mucho más extraño que cualquier otra cosa. Giró una esquina, encontrándose de frente a un montón de muertos vagantes que entraban por la puerta, aquellos cabrones habían provocado una estampida más con la intención de no dejarla salir. Retrocedió, intentando probar por la otra puerta con miedo de encontrarse a Adam y a su tan callado compañero sin resultado alguno. Lo único que se encontró, fueron más muertos entrando por la puerta. Tomó otra dirección, yéndose hacia unas escaleras secundarias que daban al parking, esa podría ser su única vía de escape. Uno de los infectados que la seguían, logró alcanzarla por la espalda y juntos rodaron escaleras abajo, notando un cuerpo casi ya huesudo encima del suyo, notando la fuerza sobrehumana de sus mandíbulas en un intento desesperante por comérsela. Por la forma en la que Brie había caído, ni siquiera podía alcanzar una de sus flechas ni apartarse el arco de la espalda puesto que se lo estaba clavando en varias vértebras. Lo que sí pudo ver, era que se acercaban desde el parking más de esas cosas y ella todavía no sabía cómo diablos apartar a esa cosa de encima. No tuvo más remedio que cerrar el puño y golpear su cabeza con toda la fuerza que tuviera. Aquel infectado fue recibiendo golpe tras golpe, Brie notaba la dureza de un cráneo casi a punto de ser vencido y, leves instantes después, el calor del cerebro de su rival hasta que logró agarrarlo y tirar de él, sacándolo de su cabeza mientras su cara se llenaba de sangre. De un empujón, logró retirar el ya cadáver muerto y levantarse del suelo, nuevamente, a escasos centímetros de ser apresada, dirigiéndose hacia uno de los tantos coches aparcados que había allí abajo. Se montó veloz en un Porch azul marino, cerrando la puerta con sus respectivos seguros para asegurar su tiempo mientras hacía un puente de nuevo, escuchando los tantos golpes contra las ventanillas de los infectados que había en ese lugar. Logró arrancar, no dudó en salir de allí quemando ruedas mientras aplastaba huesos y carne, subiendo una rampa a toda velocidad aún con la cara, el cuerpo y el pelo manchados de rojo carmesí. Estaba harta, cansada de la ciudad, ya que no había dejado de tener estragos desde que se refugiaba allí. Sus decisiones la llevaron a partir una vez más al bosque y acampar allí con los recursos paupérrimos de los que disponía, deteniéndose en mitad de la travesía bajo la tenue luz de la luna, abriendo la puerta del coche, escuchando la suave brisa que hacía sonar las ramas de los árboles llegando a tranquilizarse. Apagó las luces y dejó el motor completamente parado, reposando su cuerpo en ese mismo asiento, mas poco le duró el descanso; desde lo lejos se aproximaba otro grupo gigantesco de infectados, los mismos que tenían por costumbre deambular por esa travesía. Maldiciendo su suerte, cerró la puerta sin hacer ruido, montándose a la parte trasera, buscando de su mochila una pequeña manta que serviría como camuflaje tanto en el sentido visual como en el sentido del olfato, dándose cuenta entonces de que no sólo se olvidó del anillo, sino también de la bolsa de armas que con tanto trabajo, Chris logró recolectar.

—Joder. Mierda —murmuró Brie, odiándose a ella misma—.

Sin más, se tapó el cuerpo con la manta, tumbadacompletamente en el asiento trasero esperando no haber sido percibida ya. Porsuerte, logró pasar desapercibida, escuchando los cientos de pasos queignoraban el coche, teniendo también momentos de tensión cuando alguno, caíatorpemente contra el capó del Porch, pensando que en realidad, intentabanentrar dentro. Pese a sus hipótesis, no se movió ni un milímetro de allí, sabíaque alguno de ellos miraría a través de las ventanas como algo curioso quellama la atención. 

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