Capítulo 17: <Primera división>

89 10 0
                                    

Bastantes se habían quedado atrás para comerse a la actriz, devorada por su propio miedo. Corrieron por los pasillos, intentando no mirar atrás o sería peor, por suerte, aquellos eran lentos y subían las escaleras despacio. Llegaron a la sala del teatro, atascando ambos portones con un par de asientos de terciopelo que Paul consiguió arrancar. Enseguida, Paul y Brie se dirigieron hacia las puertas que indicaban la salida de emergencia, bajando unas escaleras de caracol resbaladizas de color gris. Un fuerte estruendo les detuvo; la puerta principal acababa de ser reventada, sería cuestión de cinco minutos que todo el patio trasero se llenase de esa gente infectada, loca por comer carne. Paul colocó las manos sobre los hombros de la chica, mirándola a los ojos como si fuera la última vez, ella se percató de aquella mirada y se sintió vacía, asustada más que nunca.

—Tenemos que ir a tu casa a través de dos túneles del Metro. No creo que el gas haya llegado tan lejos. La ciudad estará repleta de esas cosas y será imposible llegar con vida —añadió él—.

Brie negó con la cabeza, a punto de tener un ataque de histeria.

—No podré hacerlo...

—Yo estaré contigo. No dejaré que nada malo te ocurra, ¿me oyes?.

Pasos acercándose captaron a los dos, dándose cuenta de que habían perdido demasiado tiempo en una charla estúpida. Siguieron bajando escalones hasta llegar al patio trasero donde allí, había coches de alta gama aparcados. Había una puerta vallada pero cerrada, al parecer, ningún dueño de esos coches había huido de allí con sus vehículos. En principio pensaron en saltar, pero tenía unas espinas justo en los alambres de arriba, por lo que se dirigieron hacia uno de los muros por los que Paul había saltado. Él entrelazó sus diez dedos de las manos para que Brie se subiera a ellas y poder impulsarla para llegar arriba. Así lo hizo; apoyó un pie y luego otro, colocando las manos en la cima del muro. Paul la impulsó hacia arriba y esta consiguió amarrarse con fuerza, la suficiente para escalar y ponerse a salvo. Aquellos seres irrumpieron en el patio, parecían rápidos, pero la realidad era que Paul y Brie habían perdido tiempo, las cosas se estaban poniendo feas, monstruosas. Ella tenía una pierna fuera del patio y la otra dentro, como si estuviera subida en un caballo. Tuvo la sensación de escupir el corazón cuando estaban a punto de llegar al muro y Paul aún no había subido. Se inclinó un poco, todo lo que pudo para agarrar las manos de Paul y ayudarlo a subir lo más rápido posible, pero una mano agarró el tobillo de Brie desde el otro lado del muro tirando hacia abajo, ella perdió el equilibrio y cayó hacia el suelo de lado soltando a Paul. Un hombre infectado estaba encima suya, sacando los dientes como un vampiro, Brie gritaba desesperada intentando zafarse de esa cosa, hasta que al fin, logró apartarlo de ella con un fuerte codazo en la mandíbula, notando el chasquido de ese hueso que acababa de romperse con el golpe, pero no moría.

—¡Paul! —gritó Brie, empujando al infectado para tirarlo al suelo—.

—¡Vete, corre! ¡Te prometo que iré a buscarte! —le pedía él desde el otro lado, escuchando su voz lejana—.

Aquel ser intentó atacarla de nuevo, Brie se hizo hacia un lado antes de ser apresada y salió corriendo como pudo hacia el Metro, escondiéndose detrás de coches cuando se sentía amenazada por esas cosas divididas por cada parte de Atlanta.

Mientras huía, pensó en la posibilidad de dejarse atrapar y morir para no tener que seguir con todo aquello, con toda aquella pesadilla que sin duda, era real. Estaba detrás de un autobús rojo, a tan sólo unos pasos de la boca del Metro, pero había dos justo por donde ella tenía que entrar. Odió todo, escuchaba gemidos detrás suya, no había nadie, pero estaban a punto de girar una calle, y si lo hacían y ella seguía en esa misma posición, sería mucho peor. Miró al suelo, buscando algo que pudiera servirle para despistar a los dos que obstruían su camino. A escasos centímetros, se encontró una cápsula de cristal en la que había estado el gas, cosa que desconocía. Con fuerza, lanzó la cápsula de cristal, lo suficientemente lejos para que por fin, pudiera atravesar la boca del Metro y regresar a casa después de atravesar dos túneles oscuros. Lo poco que quedaba de cápsula, se partió en mil pedazos, esos dos se movieron de forma lenta hacia los restos, Brie logró moverse despacio, con cuidado de no hacer algún ruido que pudiera llevarla a morir. Llegó al final del autobús, asomándose, los tenía de espaldas, era la oportunidad perfecta para cruzar. Resopló agitando las manos, la herida de la frente comenzó a sangrar justo cuando hubo cogido carrerilla para entrar a su destino. Esas cosas se giraron bruscamente, pero Brie ya estaba bajando las escaleras. Tal vez, ella eligió el peor camino para regresar a casa, pues también hubo gente que esparció ese mismo gas en esos mismos subterráneos, pero la chica no tenía ni idea. Miró los carteles colgados en las paredes amarillas para intentar ubicarse y así saber dónde poder ir. Tal y como Paul le había dicho, sólo debía cruzar dos túneles, el resto, serían cinco minutos hasta llegar a casa si no se complicaba el viaje. Estaba todo solitario, por un leve instante se sintió tranquila y a salvo, sin embargo, su mente no dejaba de pensar en Paul, en si había logrado escapar o ahora era uno más de ellos.

Las escaleras mecánicas aún seguían funcionando, Brierompió un cristal de un escaparate que guardaba un cartel publicitario de uncodazo, observando los trozos detenidamente para ver cuál era de su agrado ypoder hacerse con su primer arma hasta lograr llegar junto a su arco rojizo, alque ahora mismo estaba extrañando con muchas ganas. Desabrochó su chaquetabajando la cremallera, rompiendo media camiseta para enredarla alrededor de laparte menos puntiaguda del cristal y evitar así, posibles cortes en su piel.Inmediatamente, caminó hacia las escaleras mecánicas sin dejar que ellas mismasla arrastrasen hacia abajo, no había tiempo ni ganas para estar tranquila, asíque fue ella misma quien las bajó con rapidez hasta llegar a uno de losandenes, olvidándose de asomarse antes de penetrar en él, aunque por suerte,estaba despejado y no había ningún tren sobre las vías. Guardó absolutosilencio, agudizando el oído durante cinco minutos sin tan siquiera parpadeardemasiado para concentrarse en escuchar. Su tímpano escuchaba paredes crujiruna detrás de otra, goteras de agua, pero ningún paso ni ningún gemido extraño.Saltó a las vías de un brinco, los semáforos estaban rojos como si fuera aaproximarse el siguiente tren, los letreros apagados, fundidos por completo. 

Inmunidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora