Pasaron los días, James había decidido poner orden y unas normas para evitar las peleas, aunque por desgracia para Brie y Dexter, los habían puesto en el mismo equipo de caza, ahora serían un dúo que tenía que complementarse para el bien del grupo, cosa que les disgustaba. Por otro lado estaba Mac, que creía que el objetivo de Brie era asesinar a Dexter a modo de venganza, sin embargo, no era cierto, ella sólo se quería encargar de Mac y solamente de él puesto que Dexter no pintaba nada, sólo era un insecto cansino y gigante al que no podía pisar pero sí espantar de vez en cuando. Cora, la niña pequeña, había intentado acercarse en varias ocasiones a Brie para jugar con ella a los muñecos, pero ella la evitaba con palabras groseras y un temperamento fuerte, pues ella era de las que creían que en un Apocalipsis, no deberían andarse con esas chorradas sino empezar a ver el mundo real. A pesar de los días que llevaba en la comunidad, no tenía ni idea del cáncer que tenía la pequeña, ya que solamente se relacionaba con Jacob, pero el pelirrojo no le contaba la vida de nadie, sólo charlaban de vez en cuando y mayoritariamente, era él quien le daba consejos en vano, ya que no hacía caso de nadie. Una noche, Brie y Jacob estaban sentados en el borde de la piscina, los pies de cada uno se refrescaban libremente sobre el agua recién echada desde hacía un par de días. Estaban en pleno abril, pero hacía el calor de julio y eso les daba una excusa perfecta para aprovechar y mojarse. En aquella ocasión, hablaron de Cora. A Brie le parecía imposible que todavía quedaran niños en el Apocalipsis.
—Nunca había creído que aún quedaran niños con vida. Estamos en medio de una puta guerra y aún así, esa mujer se empeña en llenarle la cabeza de pájaros a su hija.- dijo Brie-.
—Es una niña, sólo tiene diez años —replicó el pelirrojo—.
—Lo que debería de hacer es empezar a ver la realidad.
Jacob la miró con algo de violencia.
—Te estás pasando un poco, ¿no te parece?.
—¿Me dices por qué?.
—Cada uno decide vivir el Apocalipsis de una manera. Aún tiene poca edad, sabe que algo malo está pasando pero no lo ve con nuestros mismos ojos, Brie. Tú tenías dieciocho cuando todo sucedió: tuviste infancia, pudiste jugar con tus juguetes, disfrutar de tu familia...Ella no tuvo esa opción, y creo que tiene derecho a seguir viviendo en su inocencia. Incluso a veces esa es su vía de escape para no ver lo que está pasando.
Jacob le hablaba de derechos a una mujer que no creía en ellos desde tiempos remotos, a una mujer egoísta que no era capaz de empatizar por nadie ni entender al mundo, aunque a ser sinceros, Brie era la incomprendida. Era difícil de entender.
—¿Y tú de verdad crees que eso será beneficioso para ella? —preguntó Brie—.
—Aunque no lo fuera, tiene derecho a disfrutar de su niñez.
—No, Jacob. Ya no existe niñez, este mundo ya no es el de antes.
—No tienes razón. No sé qué es lo que te habrá pasado, pero la Brie que conocía antes, sabía pensar y razonar.
Brie miró a la nada, a un horizonte escondido entre unas murallas grises. Luego decidió que ya era suficiente, así que se levantó de allí, cogiendo las zapatillas de andar por casa para ir descalza caminando. Miró atrás, observando a Jacob al mismo tiempo que alzó los hombros.
—Pues esto es lo que soy. Tal vez ahora sea un monstruo, a lo mejor es que tenía que ser así. Y no me arrepiento. Ojalá hubiera sido así desde que nací, habría evitado muchas burlas y muchas traiciones —dijo ella—.
—No te enfades, ven.
Brie lo ignoró y se esfumó de su vista, ni siquiera con su único amigo era capaz de entenderse. Entró tan sumamente despistada por la puerta de casa, que ni siquiera se cercioró de haber cerrado correctamente, sólo se limitó a subir las escaleras y tumbarse en la cama hasta caer presa de su mismo cansancio.
Por la mañana, unos ruidos extraños la despertaron, provenían del piso de abajo, exactamente del mismísimo comedor. Brie buscó la compañía de una pistola por si había pasado algo grave o se había colado algún inquilino peligroso y no deseado. Lentamente, bajó las escaleras hasta llegar al salón y encontrarse una pequeña figura sentada sobre la alfombra de terciopelo que jugaba entretenida con unos muñecos: Cora. Brie puso los ojos en blanco y volvió a poner el seguro a su pistola, dejándola encima de la primera silla que vio a su alcance. Luego miró la puerta de entrada, aún estaba entornada, ella se preguntó cómo demonios había logrado entrar sin recordar que Brie fue la única culpable. Cora se dio la vuelta, tenía los mismos ojos oscuros que su madre así como el cabello castaño y lacio. Su rostro inocente dejó al descubierto una sonrisa adorable cuando vio a Brie, pues había experimentado como una extraña devoción o admiración por ella.
—¡Hola! —saludó Cora—.
—¿Qué haces aquí? —preguntó, algo dura—.
—La puerta estaba abierta.
—Eso no te da derecho a nada, mocosa.
Cora, ignorando el tono y las formas de la contraria, cogió un par de muñecos de su colección y se acercó ilusionada hasta la silueta de la adulta, que se hallaba cruzada de brazos a punto de explotar.
—¿Juegas conmigo? —le pidió ella—.
Brie, cruelmente, cedió a coger los muñecos para tirarlos contra el suelo hasta romper alguno que otro, inclinándose después para estar a la misma altura que Cora, que ya tenía los ojos llorosos.
—A ver si te enteras de que esta mierda no te va a salvar el culo cuando monstruos muy feos vengan a comerte. Déjame en paz, vete con tu madre y olvídate de que existo, no quiero jugar contigo. Tú y yo no somos amigas. ¿Me has entendido ya o tengo que romper todos tus muñecos para que lo entiendas? —le dijo Brie seriamente, sin sentir ningún tipo de remordimientos—.
Luego, señaló los muñecos, Cora la empujó con fuerzahaciéndole caer hacia atrás después de no habérselo esperado. Los pies de laniña corrieron hasta que sus manos lograron recoger todo para marcharse, no sinantes gritarle que la odiaba con toda su alma. Brie negó con la cabeza,cerrando esta vez, la puerta como era debido para que nadie volviera a entrar.¿Tan difícil era dejarla en soledad?.
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Inmunidad.
Misteri / Thriller< El mundo ha sido cautivo por un virus letal que convierte a las personas en muertos vivientes y, un poderoso científico, es el causante de tal atrocidad, creyendo que nadie es capaz de detener su horrible plan de destruir la humanidad, pero no...