Capítulo 43: <Alma guerrera>

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Todavía en el suelo, sacó fuerzas de su interior, ya estaba todo hecho, sólo faltaba salir y entregarse ya fuera para morir o para sobrevivir, así todo funcionaba ahora, a base de arriesgar. Se levantó del suelo, de la misma forma en la que lo haría una persona ebria; columpiándose de un lado a otro sin ver completamente todo lo que le rodeaba. Fue aproximándose hacia la puerta de salida hasta que vio una sombra extraña que paralizó sus pasos, arrepintiéndose de su locura transitoria de ser atrapada, por eso, retrocedió nuevamente, recorriendo un estrecho pasillo que la llevó hasta aquella sala de las celdas, lo que venía siendo un pequeño calabozo para pequeños delincuentes. Escuchaba pasos que se acercaban, no había salida ni escondite salvo aquella puerta que nunca se atrevió a abrir, así que, se aproximó hasta ella, girando el picaporte rápidamente, entrando veloz hasta cerrarla un poco, dejando una rendija por la que poder observar. Sólo pudo ver la sombra de unas botas negras, una silueta se acercaba, así que Brie retrocedió con tal mala suerte, que cayó a un socavón provocado por las explosiones de las bombas que lanzaron esas avionetas el día que Chris y Brie escaparon de las oficinas siendo rescatados por Mac. Su cuerpo chocó contra algo no necesariamente duro. Estaba encima de cadáveres que todavía no habían eclosionado el virus del todo, aunque ya quedaba poco para que fueran despertando uno a uno. Dicho virus yacía dentro de uno mismo con tan sólo haber inhalado el gas, surgiendo solamente a las pocas horas de haber visitado la muerte, así como también después de haber recibido un mordisco por aquel que portara los dañinos microorganismos una vez convertido en caminante. Cuando fue consciente de dónde estaba, se retiró de aquel montón, yéndose hasta una pared de hormigón que tenía muchas grietas. Tal vez con un par de patadas, podría romperla. Pero por ahora, no iba a hacer ningún ruido mientras no supiera si estaba a salvo, y de hecho, no lo estaba, ya que se encontraba entre vivos y muertos. Arriba en la superficie, la figura desconocida entró dentro de la habitación del socavón, asomándose con cuidado de no caer. Sólo vio un montón de cadáveres apilados unos encima de otros en fila vertical trazando dos extremos: uno con bastante espacio que es donde se encontraba Brie escondida, y otro que apenas tenía espacio, pues el montón estaba casi pegado a la pared lateral derecha. De pronto, un par de hombres irrumpieron con violencia en la parte del calabozo, viendo a un joven que no era de su equipo asomándose por un socavón.

—Vaya, ¿qué tenemos aquí?. Así que, ¿tú has hecho lo de las bengalas? A mí no me hace ni puta gracia venir para nada, ¿sabes?. Veamos qué estabas mirando...

Uno de esos extraños hombres vestidos con uniformes negros, se asomó, viendo los cadáveres, lo que le hizo sonreír.

—Eres el último de tu organización, Chris. Una pena que ahora te toque morir a ti gracias a nuestra fantástica creación. Pero antes, dinos dónde está la chica —le pidió uno—.

—No sé dónde está. Posiblemente ya esté muerta. Y aunque lo supiera, nunca os lo diría. Recuerda que somos de distinto bando —respondió Chris—.

—Exacto, por eso vas a morir.

Chris recibió una fuerte patada en el estómago por parte de uno de sus rivales. Su cuerpo cayó junto a los cadáveres, pero rodó hacia la parte derecha, quedando así arrinconado por los cuerpos apilados. La patada le reventó un par de puntos de la herida de su costado, por eso se quedó inmovilizado, por culpa del dolor. Brie, desde el otro lado, pudo reconocer a Chris caer desde arriba, sabiendo que alguien lo había empujado con violencia. Aquella gente se retiró en cuanto el ex-militar se quedó plasmado en el suelo, Brie no sabía qué hacer hasta que vio a los dos primeros infectados resurgir de su propia muerte, yendo a por Chris para devorarlo en mil pedazos. Justo ahí, decidió que no podía dejarlo morir, una vez más había conseguido llegar hasta ella. Por eso, empuñó su arco cargando una flecha, apuntando mientras el corazón se le encogía hasta dejarla sin respiración pero, por primera vez, fue capaz de disparar en contra de esas cosas. La punta de su primera flecha se clavó en el cerebro de uno de ellos, después cargó la segunda flecha, disparándola dando justo en el blanco, reventando la única parte viva que tenían: el cerebro.

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