Así pasó al menos una semana: encerrada en su habitación sin salir y sin dejar que nadie la visitara. No quería compasión, ni abrazos, ni consuelos. Nada. Tan sólo dejaba que Rusell le llevara la comida. Los dos primeros días apenas probó bocado, mas fue recuperándose poco a poco hasta devorar sus raciones, sintiéndose más fuerte que al principio, más preparada para que extrajesen su sangre ⸺esta vez sana⸺, y elaborasen una cura definitiva con la que salvar a las personas que estuvieran todavía con vida.
El último día, Brie se vistió sencilla, recogiendo su pelo rubio en una alta coleta para salir a la sala de reuniones donde supuso que estarían los demás. O al menos, Sara. Brie no pasó desapercibida en los pasillos ante los soldados al verla con un mejor aspecto, pues el hecho de contemplarla así, les devolvía a todos las esperanzas de seguir hacia adelante. Cuando ella se detuvo frente a la sala de reuniones, tomó aliento y colocó la mano en el picaporte, abriéndolo. Entró al interior de una sala donde Sara y varios de sus oficiales, estaban reunidos hablando precisamente de ella, de su estado de salud, de todo lo que había ido pasando.
⸺Estoy preparada. Pongámonos manos a la obra ⸺dijo ella⸺.
⸺¿Estás segura?
⸺Más que nunca.
Sara le dedicó una pequeña sonrisa y se levantó, colocándose a su lado. La llevó hacia el pabellón de enfermería donde le pidió que se tumbara en la camilla mientras se ausentaba a poner al tanto a los especialistas: médicos y científicos. En la ausencia de Sara, Brie acomodó sus manos en la boca del estómago con los ojos posados en el techo de la enfermería, fracasando en el intento de pensar en blanco, pero ¿cómo pensar en blanco cuando necesitaba a Dexter más que nunca? No pudo dejar de pensar en él ni por un instante. Es más, quizá tampoco quería hacerlo. Necesitaba recordarle constantemente para no olvidarlo, para no olvidar su pelo, sus ojos claros, sus facciones, su estatura... Todo él. Dio un profundo suspiro y entonces, entraron dos doctores que, con amabilidad y simpatía, atendieron a Brie. Le prepararon el brazo izquierdo una vez levantada la manga y colocada una goma en el sur del codo, concretamente, en el bíceps para marcar la vena de su antebrazo. Prepararon las agujas, los botes y los algodones, pero no comenzaron hasta no tener el permiso de la muchacha.
⸺Adelante ⸺dijo ella, asintiendo⸺.
Sintió el delicado pinchazo, no perdía detalle de la extracción, pudiendo ver un claro y deslumbrante color escarlata en su sangre que determinaba una completa purificación. Fueron veinte minutos de proceso. Brie pudo notar la debilidad en su cuerpo, aunque resistió. El médico, un tipo alto y de unos treinta y cinco años, apartó la aguja de la piel de Brie, colocando en su lugar, un algodón mojado en alcohol que evitó esa pequeña fuga de sangre. Estuvo presionando sobre el pinchazo hasta creerlo conveniente, supervisando con lupa que no salía ni una pizca de líquido de sus venas para, posteriormente, clasificar los botes de sangre en una caja de cristal.
⸺Quédate aquí, acabas de perder bastante sangre y necesitas recuperarla. Te traeré una Coca-Cola y algo de comer.
⸺Sí. Gracias.
Afectuosamente, el médico le dio un pequeño apretón a uno de sus hombros, retirándose junto a su ayudante a un pequeño laboratorio con las muestras.
Brie había pasado por tanto, que no creía que fuera verdad todo eso último que estaba viviendo. ¿Y si en realidad sólo elaboraban una cura para ellos y después la mataban? Varias preguntas de ese tipo pasaron por su revoltosa cabecilla, y si sus hipótesis eran ciertas, eso significaría que había perdido la guerra. El estrés y la impaciencia nublaron su sano juicio. Ahora era tal el nerviosismo, que quería levantarse e irse a Dios sabe qué lugar, pero lejos de todo el mundo. Fue entonces cuando Erron entró al interior de la sala con una bandeja de comida para su hermana, colocándosela en el regazo una vez sentada en la camilla. Brie se bebió la Coca-Cola de un solo trago, estaba sedienta y la necesidad de recomponerse le urgía en exceso. El bocadillo era de beicon, así que dio un bocado al mismo y lo dejó nuevamente en la bandeja.
⸺¿Crees que son de fiar? ⸺preguntó Brie⸺.
⸺¿Por qué la pregunta? Es obvio que sí. Nos han estado ayudando, ¿no?
⸺Sí pero...¿Quién no te dice que con el fin de conseguir lo mismo que Osiris quería? Igualmente tengo la mente en un millón de sitios, creo que me estoy volviendo loca.
⸺Intenta no pensar en algo así. Ya hemos llegado hasta aquí, ¿no crees? No sé, piensa que pronto volveremos a estar como antes e incluso podríamos ir a una cafetería o al cine.
⸺Yo ya no sé ni lo que prefiero. Tal vez el mundo una vez reconstruido sea un infierno para mí. Me acostumbré a esta mierda.
⸺Piensa que al menos, no nos pasaremos la vida huyendo de aquellos que buscaban nuestra muerte. Y por supuesto, no nos estaremos enfrentando a tiburones ni a piratas en un yate del tamaño del cerebro de Lauper.
Eso la hizo carcajearse con un pequeño dolor en el pecho. Sí. Erron tenía razón, no tenía sentido preocuparse ni dudar de las personas que se habían encargado de ayudarla en lo máximo posible, así como tampoco tenía sentido temerle al nuevo mundo que estaba a punto de regresar. Brie dejó de reír y procuró tomarse el bocadillo con calma sin atragantarse y poder degustarlo como hacía tiempo no degustaba una comida aunque fuera un simple bocadillo.
⸺Oye y... ¿Con Laura? ⸺preguntó Brie⸺.
Erron, ante la mención de la muchacha, este sonrió y desvió la mirada de su hermana mordiéndose el inferior. Laura Christensen se había quedado en España durante la batalla junto a las personas que no eran aptas para pelear. Como médicos, científicos y algún que otro civil que habían rescatado a lo largo de siete años.
⸺¿Esa sonrisa significa que....? ⸺cuestionó Brie⸺.
⸺Nos estamos conociendo.
⸺Sí, claro. Por eso en el yate os vi uno al lado del otro. Os faltó besaros.
⸺Está bien. Puede que lo estemos intentando. ¿Te vale?
Brie sonrió sacudiendo sus manos de toda migaja, extendiendo el brazo con la palma de la mano abierta para que Erron se la diera. Así lo hizo. Ambos hermanos se dieron la mano, dándose un leve apretón.
⸺Lo mereces. Creo que ya hemos sufrido bastante. Alguna vez tendría que llegar la oportunidad de ser feliz ⸺le dijo ella⸺.
⸺Tú también mereces esa oportunidad.
⸺Igual llega. Pero me temo que yo ya no seré feliz. He hecho mucho...
⸺¿El qué? ⸺interrumpió⸺. ¿Daño? Te aseguro que yo he hecho mucho más daño que tú. Yo he robado a gente honrada, mentido a mis padres, intenté matarte. Tú nos has salvado, si hay alguien aquí que no merece ser feliz, soy yo.
⸺Erron...
⸺No, Brie. Te pido que en esto no me lleves la contraria.
Ella se quedó en silencio y, finalmente, asintió sin deshacer todavía el estrechamiento de manos.
⸺Bueno, ¿y qué haces aquí todavía, eh? ¿Tú no sabes que es de mala educación hacer esperar a una chica? ⸺Brie soltó su mano y le señaló la puerta con la cabeza⸺. Venga, vete.
⸺Lo he pillado. Ya sé que quieres librarte de mí ⸺dijo Erron, bromeando⸺.
⸺Qué listos llegamos a ser los Sheller...
Tras guiñar uno de sus ojos a Erron, este dio un beso en la frente de su hermana menor y salió a reunirse con Laura. Brie sonrió incluso cuando él se había ido. No cabía duda alguna de que estaba contenta por su hermano, alguien que a pesar de haber sido malvado, también se merecía ser feliz tras ser consciente del daño que había causado. Brie dejó la bandeja vacía sobre una de las encimeras y se volvió a recostar, imaginándose cómo pudo haber sido su vida si las cosas no hubieran cambiado tanto.

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INMUNIDAD.
Mystère / Thriller< El mundo ha sido cautivo por un virus letal que convierte a las personas en muertos vivientes y, un poderoso científico, es el causante de tal atrocidad, creyendo que nadie es capaz de detener su horrible plan de destruir la humanidad, pero no...