Capítulo 121.

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Tres días más tarde, Brie todavía seguía en la misma cama sentada, su mente sólo la llevaba a pensar en la misma persona como si fuera un castigo que se merecía. Empezaba a pensar que la vida había decidido pagarle caro por el daño que pudo causar en el pasado, daño que ella justificaba como justicia y que lo volvería a hacer con cada persona que la traicionara, no obstante, no tener a Dexter consigo ya era peor que mil traiciones a su alrededor, sentía que sin él, el mundo se le venía encima y que tendría que dejarse caer sin poner solución alguna. A pesar de no haber querido acabar enamorándose de alguien, ese alguien se había empeñado en llegar a su vida de la forma más hostil hasta el nacimiento de un pequeño y singular vínculo que, desde entonces, se había encargado de ir creciendo hasta hacerse hueco en el corazón de Brie, logrando abrir esos tantos candados sellados, candados que sólo Dexter era capaz de abrir con una sola llave.

Sentada y dos horas ya eran demasiadas para estar escondida y aislada de la humanidad, ahora ya no era un miembro más, ahora era la líder y debía ocuparse de sus obligaciones para que todo siguiera su curso y no diera paso a un desorden monumental que se transformara en un caos para todos. Aprovechó para darse una ducha rápida bajo el agua fría que tanto le apetecía, estar bajo esas pequeñas gotas relajantes era mejor que estar en el mundo real, la ducha era como un portal mágico que daba acceso a otro lugar donde ella era la protagonista. Al salir, se enredó una toalla cubriendo desde sus pechos a las rodillas. Retiró el vapor del espejo y se observó durante escasos segundos intentando reflexionar ante algo que no sabía qué era realmente, pues la reflexión no estaba entre sus cualidades, mas en esta ocasión, así se sentía: reflexiva.

Salió del baño y abrió el armario. Lo cierto es que no solía costarle mucho trabajo decidir qué ropa ponerse, siempre cogía lo primero que sus ojos veían y ni pensaba si sería o no hortera a vista de los demás, pero ese día estaba más lenta que de costumbre, era como si estuviera en una cinta de vídeo pausada de la que quería avanzar y los controles del mando a distancia se lo impidiesen. Maldiciéndose, dio un fuerte pisotón al suelo tratando de recobrar la ligereza de su mente despistada, alcanzando una camisa negra masculina que no entendía qué hacía colgada sobre sus perchas ni de quién era. Casi estuvo a punto de quitarse la toalla de alrededor cuando un quejido suyo sonó por las cuatro paredes de la habitación tras haberse dado cuenta de que sus botas de montaña se encontraban abajo bajo el sofá. Dando un leve golpe al quicio de la puerta, salió y bajó descalza hasta el piso inferior y buscó sus botas. Y de pronto, un extraño sonido arriba la alertó y la hizo subir de nuevo a toda prisa, encontrándose de frente con Dexter, el mismo que había trepado por el canalón de su ventana y entrado sin invitación como un ladrón.

⸺¿Qué demonios? ⸺dijo Brie⸺.

Dexter mantuvo la mirada fija en los ojos de la contraria a pesar de que la situación era un poco tensa, excitante y cómica al encontrársela en toalla, con el pelo mojado y sorprendida.

⸺Si llego a saber que te estabas duchando igual hubiera venido antes ⸺bromeó él⸺.

⸺Sal de mi vista por esa ventana antes de que yo misma te lance ⸺respondió Brie, señalando la susodicha⸺.

⸺De lo contrario, ¿qué harás? ¿Me vas a empujar? No lo creo.

⸺¿Qué quieres?

⸺Que me escuches.

Brie no parecía por la labor, es más, parecía que más bien quería escapar de la situación saliendo por la puerta de la habitación hasta salir en paños menores al exterior de la casa, sí, esa mujer estaba tan loca que no le importaría ni lo más mínimo pasearse por Sheller con aquella toalla envuelta alrededor del cuerpo. Dexter se acercó corriendo, colocándose junto a la puerta bloqueándole la salida.

⸺No me pienso ir hasta que me escuches. ¿Lo entiendes o te lo deletreo para que esta cabeza tan terca lo comprenda?

⸺¿Acaso sabes deletrear? Vaya, algo nuevo que descubro de ti.

Dexter la fulminó con la mirada y la apuntó con el dedo acusador, dedo que Brie apartó de un manotazo, dándose la vuelta para saltar por la ventana y deslizarse por el canalón para escapar y evitar a ese hombre.

⸺Al recibir el balazo... ⸺dijo Dexter manteniendo la posición⸺. Escuché tu voz pidiéndome que no te dejara y... ⸺al ver que ella se detuvo, él empezó a aproximarse⸺. Me juré a mí mismo que si despertaba, no te dejaría.

Brie cerró la ventana y lo observó con todo detalle a la cara, de nuevo esas palabras que no esperaba escuchar.

⸺No me sirve. ¿Por qué vienes a contarme esto si en cuanto salgas de aquí vas a correr a los brazos de ella? Ya vale, Dexter. No quiero ser tu ficha en este juego.

Brie intentó alejarse yendo de nuevo hacia la puerta para salir de la habitación, pero antes de que diera un par de pasos, él la frenó cortándole el paso.

⸺Lo de Susan nunca fue real ⸺dijo él⸺.

⸺¿Fue?

⸺No tengo nada que acabar porque nunca se inició nada. Al menos nada serio. Cuando entró después de ti a la habitación le dije lo que siento por ti.

Una vez más, Dexter se confesaba ante Brie como si amar a "escondidas" hubiera sido el peor de los pecados. Y aunque entre esos dos no eran necesarios los "te quiero", les bastaba con mirarse a los ojos para decirse todo lo que sus bocas habían callado durante meses. Brie escuchaba lo que tanto tiempo había deseado escuchar, no obstante, el orgullo la obligó a alejarse de Dexter tan sólo tres pasos, porque al ir a dar el cuarto, en su interior acababa de ganar y triunfar lo que sentía por Dexter. Se giró hacia él y, a pasos gigantescos, llegó agarrándolo de la cara con ambas manos, besándolo con ganas como nunca antes había besado a alguien en toda la vida. Él la agarró por la cintura y correspondió cada eso que ella dejaba en su boca, no queriendo separarse el uno del otro. Notaban la ola pasional que los ahogaba bajo la misma pasión acumulada que acababa de estallar como una bomba nuclear.

Juntos se tumbaron en la cama, les bastaba con estar juntos haciéndose caricias sin llegar a hacer el amor, pues ahora sí podría decirse que era amor lo que sentían y no aquel odio que los llevaba a matarse en cualquier esquina cada vez que se encontraban, aunque eso no significaba que sus temperamentos siguieran chocando como dos nubes en plena tormenta.

Tras aquellos besos y muestras de cariño, ambos habían firmado la paz en la medida de lo posible, una reconciliación y una oportunidad para ser felices juntos sin barreras. Los dos ahora acababan de forjar algo serio, una relación entre una mujer ruda que no se andaba con rodeos y un hombre impulsivo que a parte de sus diferencias, se querían sin condiciones. 

Inmunidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora