➸ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ①⑧

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Ruggero

Me despierto cuando siento demasiadas ganas de ir al baño, abro los ojos y empiezo a acostumbrarme a la luz que entra por la ventana. Pero... esperen, ¿por qué hay tanta luz? En la sala de estar no entra el sol. Entonces es cuando noto que no estoy en el departamento, estoy en la cama de un hospital.

Veo muchos cables en mis brazos, tengo unos en la nariz que los retiro con brusquedad. Me duele demasiado la cabeza, la toco por inercia y noto que hay una venda rodeándola. Me estremezco. ¿Qué me sucedió?

Empiezo a asustarme, por lo que arranco los cables de mis brazos haciendo que un poco de sangre salga en el lugar donde anteriormente estaban las agujas. Quito el edredón con el que estaba cubierto, moviendo las piernas fuera de la cama y sintiendo el frío suelo debajo de mis pies. Me mareo por un instante, pero entonces continúo con mi recorrido hasta la ropa que cuelga en un perchero. Es mi ropa. Me la pongo con dificultad, a sabiendas de que me van a regañar por esto. Pero estoy demasiado confundido y sólo quiero salir de aquí.

—Oye, debes regresar a la cama —me dice una voz a mis espaldas. Me volteo.

Una enfermera. Muy sonrojada por mi falta de camisa.

—¿Por qué estoy aquí? —le pregunto. Deslizo la prenda por mi cabeza y tiro de ella hasta que me la coloco.

—Llamaré a su madre, le avisaré que ya despertó.

—¿Mi madre? —indago, confundido.

—Sí, ella lo trajo y estuvo aquí toda la semana —me dice con una sonrisa.

—¡¿Una semana?! —exclamo.

—La llamaré para que hable con usted... —me avisa.

Me agarro la cabeza, arrepintiendome al instante y gimiendo de dolor. Me veo en la obligación de volver a sentarme, depositando mi cuerpo adormecido en un sofá. Deslizo los tenis en mis pies, preparado para correr en cualquier instante. Visualizo a una Verónica completamente destruída entrar en la habitación, lleva una grandes y profundas ojeras debajo de sus ojos, está pálida y hasta me atrevo a decir que más delgada.

—Oh, Ruggero...

—¿Qué sucedió Verónica? —indago con voz firme.

—Tú... Tú... —se aclara la garganta—. Te desmayaste luego de tener un ataque de pánico —me cuenta, sorbiendo su nariz—. Me alegra tanto que hayas despertado —solloza—. Y-yo... ¿puedo darte un abrazo? —se limpia las lágrimas en sus mejillas.

Asiento en su dirección, poniéndome de pie. Sus brazos me cubren con fuerza mientras suelta pequeños sollozos e hipidos. Se separa un poco, aún sosteniendome de los hombros. Veo sus ojos inyectados en sangre e hinchados.

—Luego de ver que no reaccionabas te traje aquí y el doctor Walker me dijo que tenían que operarte en ese momento porque el tumor empezó a cubrir una parte de tu cerebro que controlaba la vista —me quedo atónito con su respuesta.

—¿Ya me operaron? —pregunto ceñudo.

—Sí, pero estuviste cuatro días inconsciente. Creí que no despertarías...

—No ibas a deshacerte tan fácil de mí —bromeo. Ella ríe y me alegro dibujar una sonrisa en su rostro después de ver lo mal que está.

—Estás sano, ¿por qué no estás contento?

—Porque aún no lo recuerdo todo... —murmuro.

Una mezcla de impotencia, junto con furia y tristeza se apodera de mi ser. Creí que con esta operación todo regresaría a la normalidad pero al parecer no será así.

  ➳ LA REINA DE LA NOCHE [Ruggarol] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora