➸ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ⑤①

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Karol Sevilla:

Había pasado una semana desde la boda, me estaba recuperando. No volví a ver a Ruggero y de cierta forma estaba más tranquila. Hoy volvíamos a Seattle, solo Lionel y yo. Mi madre tiene trabajo al igual que Patrick, asi que no nos podrán acompañar al aeropuerto. Antes que ella se vaya a la boutique, la abrazo muy fuerte despidiéndome. Ni modo, deberé viajar nuevamente.

—¿Estás bien? —me pregunta Lionel, sentándose a mi lado del sillón.

—Sí, es solo que extrañare a mi madre—le contesto, tomando la taza de café y dándole un sorbo.

—Piensa que es temporal, pronto volverán a estar juntas.

—Tienes razón—digo y sonrío—. ¿Y tú, cómo te sientes?—digo, peinando su cabello.

Pero al retirar la mano mechones rubios quedaron en mi palma, los miré horrorizada y luego me calme para mirarlo a él. Dejé la taza en la mesa ratonera, lo observe expectante ante su reacción.

—El casco de hielo ya no me hace efecto —se le quiebra la voz—. Pronto seré un simpático pelón—dice y ríe. A pesar de la situación, me pone contenta que mantenga su sentido del humor.

—Te verás igual de guapo—le digo, besando sus labios.

—¿Me haces un favor? —dice, asiento.

Ambos nos dirigimos al baño, cuelgo una toalla alrededor de su cuello y pecho. Supongo que a Patrick no le molestara si utilizo su máquina de cortar pelo.

—¿Estás seguro de esto? —pregunto, me tiembla la mano en la que llevo la máquina.

—Es mejor cortar por lo sano, no soportaría ver como mi cabello se cae de a mechones.

—Está bien—me abstengo a decir y comienzo a cortarlo. No tanto como para dejarlo pelón, pero sus lacios cabellos rubios poco a poco comenzaban a desaparecer.

Le acerqué el espejo y Lionel sonrió, no esperaba que lo haga.

—¿Te gusta? —digo, nerviosa.

—Mm podría estar mejor—agacho la cabeza pero él comienza a reír—. Está perfecto, cariño—se acerca a mí y me besa, suavemente.

—Me alegro en ese caso—le contesto, enrollando mis brazos en su cuello.

—¿Te puedo pedir una cosa más? —dice, quitándome el cabello de la cara.

—¿Qué cosa?

—Quiero que hagamos el amor...

Acariciando mi mejilla siento como mis piernas flagelan y mi mentón se tensa, aprieto los dientes. Eso no me lo vi venir. ¿Ahora qué hago? Mierda.

—¿De verdad?—pregunto, esperando  que me diga que no.

—Sólo si tú quieres...

—Claro que quiero—se me escapa.

—Entonces... —besa mi mejilla y luego los baja hacia mi cuello.

—Pero no ahora, ni aquí. Debemos estar en una hora en el aeropuerto... —intento zafar.

—Tienes razón. Lo mejor será estrenar nuestra nueva casa, nuestra propia cama... —besa mi frente y se dirige a la habitación. Me acerco hacia de donde deje mi taza y termino el café.

—¿Pido el uber? —grito desde la cocina. Pero no obtengo respuesta—. ¿Lionel? —grito. Dejo la taza en el fregadero y camino hacia el cuarto—. ¿Por qué no me contestas? —digo entrando y casi muero cuando mis ojos miran el suelo de la habitación—. ¡Lionel! —grito.

Empiezo a removerlo en el suelo pero sigue sin contestar, me levanto y llamo a la ambulancia. Gritando, chillando. Estaba histérica, asustada, lloraba a mil mares. Temía por su vida. Dieciséis temporadas de Grey's Anatomy debían servir en estos momentos. Tomé su pulso, seguía vivo. Revise sus pupilas, no estaban dilatadas. Podría ser un simple desmayo o no lo sé, quizás al caer golpeó su cabeza. Reviso y no hay nada, eso es bueno. De pronto, no sé si es mi imaginación pero su pecho ya no sube y baja, ya no respira. Empiezo con las compresiones en su pecho, uno... dos... tres... cuatro... Respiración boca a boca y de nuevo las compresiones. Vuelvo a tomar su pulso y bien, había vuelto a respirar. Lionel yace en el suelo inconsciente cuando la ambulancia llega, lo cargan con cuidado y lo llevan junto conmigo al hospital.

—Tranquila—me dijo uno de los paramédicos, estaba temblando y llorando sin parar—. Tú salvaste su vida... —me repetía, pero yo no podía dejar de mirar como el color abandonaba los labios de Lionel. Siempre estaban rosados y carnosos, ahora están pálidos y secos.

—Él estaba bien... Y de pronto ya no... No entiendo que sucedió.

—Un cáncer terminal como el que él maneja, es algo totalmente impredecible. Según me dices hace una semana tuvo una sesión de quimio, eso lo debilita demasiado.

Las tres primeras palabras se repiten en mi cabeza hasta que llegamos al hospital, bajo y me piden que espere en la sala. Decido llamar a mi madre. No creí que esto fuera a ser tan difícil y doloroso, si lo es para mí no me quiero ni siquiera imaginar lo que debe estar pasando Lio. Pobre.

A la hora veo a mi madre caminar velozmente hacia mí y me levanto para abrazarla, ambas nos sentamos a esperar noticias. Dos horas después, los padres de Lionel hacen apto de presencia. Apreto la mano de mi madre, no puedo ver a ese par ni en pintura.

—Karol—dice su madre, dándose cuenta que estoy a sus espaldas—. ¿Qué ocurrió con mi hijo? —me dice, lloriqueando.

—No lo sé... —murmuro, con un hilo de voz. No tengo fuerzas para ni siquiera hablar.

—¿Cómo que no lo sabes? —sorbe su nariz.

—Estaba por llamar un uber para irnos al aeropuerto, pero él no me contestaba—se me quiebra la voz—. Pero pareció demasiado raro y cuando fui a la habitación estaba en el suelo, no respiraba—las lágrimas se derraman por mis mejillas y mi madre me murmura que me tranquilice, abrazándome.

—¿No les dijo nada los doctores?

—Absolutamente nada—responde mi madre, lo agradezco.

—Por Dios, mi hijo—llora.

Se suma una media hora más, hasta que el doctor se acerca a nosotros para darnos noticias.

—Lionel se está recuperando—dice, su madre suspira con alivio y mis manos dejan de temblar—. Sufrió una recaída pero logramos estabilizarlo, según el electrocardiograma en un momento su corazón se detuvo—me mira a mí —. ¿Tú hiciste las compresiones? —me pregunta.

—Sí—conteste.

—Sirvieron de mucho, lograste estabilizarlo en el momento y salvar su vida. Te felicito—asiento, pero de pronto rompo a llorar de nuevo. Mi sensibilidad no ha estado muy estable estos días.

—¿Cuándo podremos verlo? —dice el padre de Lionel, su voz solo me hace acordar malos momentos y me pone de mal humor.

—En unas horas. Se encuentra durmiendo y es preferible que siga así.

—Mi hijo no nos ha tenido al tanto de su enfermedad. ¿Hay algún avance?

—En estas semanas lo sometimos a radiación y quimioterapia, logramos eliminar el 60% de células leucémicas de su organismo. Nos encargaremos del porcentaje restante en cuanto él recupere fuerzas, es algo totalmente normal una recaída. Le dije hace una semana que debía reposar.

—Estábamos volviendo a Seattle, hoy salía nuestro avión. Todos los vuelos en la semana estaban repletos... —murmuro, antes de que a este par se le ocurra culparme.

—Lionel nunca debería haber venido aquí—escupe el hombre, tomo aire y solo le sonrío cínicamente. Podría comenzar a hablar de sus trapitos sucios pero prefiero callar, Ruggero me pidió que no dijera nada.

Hablando de Ruggero, esa no es... ¿Alexandra? Ella camina hacia mí o esa es la sensación que tengo, miro hacia otro lado pero cuando toca mi hombro me sobresalto.

  ➳ LA REINA DE LA NOCHE [Ruggarol] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora