Karol
Terminando de meter la última caja con mis cosas al coche, me pongo a pensar formas para decirle a mi madre que rechacé Stanford. A la pobre mujer le va a dar un infarto y me arrastrará por el suelo. Le he jodido la existencia desde los doce años con esa universidad y ahora había despreciado mi única oportunidad de cumplir ese sueño. Sé que terminará de comprender que mis razones son más fuertes que cualquier universidad prestigiosa.
Son mis últimos seis meses de preparatoria y estoy muy nerviosa. Las fiestas navideñas y el año nuevo, sin dudas fueron muy duros para todos. Esta Navidad no pude ver a Ruggero disfrazados de Santa y regalando juguetes a los niños del orfanato que siempre visitábamos. Tampoco pude ver a Lionel intentando colocar durante horas los adornos del árbol a las partes que no llegaba. Peleabamos por quien pondría la estrella, aunque siempre terminaba cediendo ante mi persuasión y teniendo que colocar una silla para que yo pusiera la estrella. Se sintieron muy vacías las fiestas este año, sin dudas me faltaron ellos.
—Karol, ¿estás lista, cariño? —me pregunta.
—Sí... creo que lo estoy—murmuro, pero no estoy tan segura.
Luego de cuatro meses de toda la tragedia, por fin me decidí en venir a buscar lo que restaba de mis cosas en el departamento de Ruggero antes de que volviera a estar a la venta. Antonella se encargó de ordenar llevar cada una de sus cosas a su nueva casa en New York. Sí, se había marchado al otro lado del país luego de la muerte de Ruggero. Estaba tan destrozada que no soportaba la idea de frecuentar los lugares en los que antes había estado con su hijo. Por mi parte intento mantener la mente ocupada en otras cosas, pero sucede que cada vez que lo recuerdo debo ponerme a beber hasta perder el conocimiento. Es como un amortiguador al dolor. Así que lloro, grito y maldigo pero al día siguiente no lo recuerdo. Es un gran método si le ves lo positivo: Te desahogas sin sufrir.
—Dame un momento —murmuro.
Entro dando zancadas al departamento nuevamente y me meto al ascensor, apreciando por última vez los recuerdos en este lugar. Mi psicólogo me ha recomendado el cerrar etapas y abrir nuevas, así que me estoy encargando de tomar todo aquello que pudiese afectar mi salud mental y guardarlo en una caja.
Acaricio con su suavidad la suave tela de las sábanas blancas de algodón de la cama, ese lugar en el que muchas veces hicimos el amor como dos locos salvajes. Me recuesto en la cama y miro el techo, viendo como el papel tapiz está un poco salido en la parte superior. Analizo hasta el último detalle de ese lugar, porque sé que será la última vez que que esté aquí.
Oh... Ruggero.
Miro su fotografía en la mesa de luz y se me rompe el corazón, decido llevármela también. Quizás nadie note su ausencia. Abro el armario y trazo una línea horizontal por sus extrañas camisas, se me escapa una risita al sacar una con unos raros recuadros lilas y rayas blancas. Me la llevo a la nariz y huelo profundamente su riquísimo aroma, es como una mezcla olor a jugo de manzana y talco para bebés. Sin dudas, la esencia a Ruggero. La vuelvo a colocar en la percha y la cuelgo. Vuelvo a trazar la línea con mis dedos en dirección contraria y choco con algo duro en el bolsillo de una de sus chaquetas. La curiosidad me gana y me meto la mano para sacar de ella una pequeña caja de terciopelo roja. En su interior hay un hermoso anillo con una gigantesca piedra blanca y escrituras doradas en los costados.
«Oh, por...»
—Era el anillo de mi bisabuela —murmura una voz a mis espaldas.
—Oh, Antonella —jadeo, secandome las lágrimas y cerrando la pequeña caja.
—No, tranquila. Sólo quise venir una última vez por aquí antes de irme a Manhattan. Necesitaba despedirme de él... —dice, se le quiebra la voz y observa la habitación.
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➳ LA REINA DE LA NOCHE [Ruggarol]
FanfictionSer una chica con dos vidas diferentes no es fácil, ocultarle a mi novio la verdadera profesión que realizo y lo que conlleva esta no es fácil, ser testigo de que como me denigran y tratan de comprar, no es fácil «nada es fácil». Sí, ser yo no es lo...