➸ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ③⓪

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Hay demasiada gente en la recepción por lo que me encabullo entre ellos.

—¿No quieres que te ayude a buscarlas? —le dice, guiandolo a la salida. Dándome tiempo de esconderme en los baños.

No corto la llamada así que sigo escuchando su conversación.

—Esa chica que entró al baño se parecía a Karol.

—¿Karol? ¿Qué haría aquí ella? —Ruggero ríe nerviosa, mierda.

—No lo sé, debo estar enloquecido. Subiré al piso de mi madre para ver si las deje ahí.

—Claro—le contesta y al parecer se aleja—. A la cuenta de tres, saldrás corriendo del baño y te subirás al coche. ¿Entendido?

—¿Dónde dejaste las palabras clave? —le contesto.

—Espera, espera. Vuelve, vuelve—las puertas del ascensor se abren y vuelvo a meterme al baño.

—¡¿Ahora qué?!

—¿A quién esperas ahí? —le dice Lionel.

—Pedí delivery hace una hora y aún no llegó —miente—. ¿Y tus llaves?

—Estaban en mi bolsillo todo el tiempo—ríe—. Ahora sí, adiós—se despiden y cuando Ruggero me da la señal salgo del baño corriendo.

—Vas a tener que compensarme con mucho sexo—me dice en cuanto subimos al coche. Vemos como el coche de Lionel ha desaparecido y Ruggero empieza a conducir, como todo un rápido y furioso.

Nos tocan tres semáforos verdes seguidos, hasta que nos topamos con uno en rojo. Ahí está estacionado Lionel, me lanzo hacia los asientos traseros escondiendome.

Los coches quedan emparejados en la espera de que se cambie las luces del semáforo, Ruggero intenta no mirar hacia ese lado pero fracasa.

—¿No estabas esperando el delivery? —le grita Lionel desde su descapotable gris.

—Me harté de esperar, voy a buscar algo para comer—miente, pero ciertamente fue astuto.

—Algún día tenemos que salir los cuatro en una cita en pareja a comer algo o a bailar.

¿Cuatro?

¿Cuatro? —le pregunta igual de confundido que yo.

—Karol, Jaz, tú y yo...

¿Jazmín?

—¿Jazmín?

Me entere de tu propuesta, los felicito.

El semáforo se cambia a verde y no le da tiempo a Ruggero de contestar, pero esto no se va a quedar así. Sin levantarme empiezo a hablar con voz rota:

—¿De qué propuesta estaba hablando Lionel?

—Es una larga historia...

—Ruggero—lo riño.

—Bien, me mande una cagada. No encontré la forma de contártelo—mi corazón se detiene, sé exactamente lo que va a decir.

—Dímelo—mi voz se quiebra y el techo del coche se vuelve borroso por las lágrimas en mis ojos.

—El día que me encontraste en el bar borracho. Horas antes le había pedido a Jazmín que sea mi novia... ella dijo que sí.

—No puedo creerlo—muerdo mi labio inferior para evitar derramar más lágrimas.

—Perdóname.

—Luego de eso, fuiste y te acostaste conmigo. Estabas con ella y no parabas de decirme que me amabas...

—No estaba pensando en lo que hacía. Estaba borracho.

—Entonces solo te acostaste conmigo porque estabas borracho.

—No, Karol. No me acosté contigo, yo te hice el amor. Con nadie había hecho el amor. Terminaré con ella...

—No puedo reclamarte nada. Después de todo estoy haciendo prácticamente lo mismo, pero no deja de dolerme.

—Karol, mírame—dice, colocando el espejo retrovisor hacia atrás—. A quien quiero es a ti, no la necesito ni a ella ni a nadie más. Por favor, la pasamos muy bien estos días. ¿Sigues conmigo? —dice al ver que ni respiro.

—Sí—murmuro.

—Dime que estamos bien...

—Estaremos bien el día que dejemos los engaños de lado...

—Entonces deberías empezar tú —su voz firme y seca me hace trizas el corazón, limpio mis lágrimas y azomo la cabeza para ver donde vamos.

—Déjame aquí, entraré por la escalera de incendios.

—Karol...

—Luego hablamos. ¿Bien?

Me bajo del coche y no miro hacia atrás, empiezo a subir las antiguas y oxidadas escaleras hasta mi piso, sin querer rozó un hierro en punta y me corto la pierna. Maldigo en voz baja. Veo a Valentina tirada en el sofá, golpeo suavemente el vidrio y ella se levanta asustada. Corre hacia mí y abre la ventana, entro despeinando aún más mi cabello.

—Si llega dile que estoy dormida—murmuro, ella asiente y justo tocan la puerta.

Corro por el pasillo quitándome la ropa que llevaba ayer y me coloco el pijama, me recuesto en la cama y me hago la dormida.

—Hola capullo, Karol está dormida—escucho desde el living.

—¿Aún? Debe estar enferma o algo, nunca duerme hasta éstas horas. ¿Puedo pasar a verla?

—No creo que sea buena idea...

Ahí viene, ahí viene.

La puerta se abre y yo finjo estar dormida, Lionel pasa y camina hacia la cama. Se sienta a mi lado y me coloca el cabello atrás de la oreja, me planta un beso en la frente.

—Está muy sudada, debe tener fiebre—dice, acariciando mis sienes—. Karol, cariño despierta—hago un gesto de estar despertando pero rozo la herida de mi pierna en las sábanas y doy un salto.

—Tranquila, soy yo—ríe.

—Buen día—digo con voz somnolienta.

—Hola, nena. ¿Te sientes bien?

—Me duele un poco la cabeza y tengo hambre—era cierto, tanto jugar al espía y no he desayunado.

—Te traeré una pastilla y algo para que desayunes, enseguida vuelvo—besa mis labios y se pierde en el pasillo.

Agarro un almohadón y grito en el, me levanto al baño sin asentar la pierna. Valentina me ve y sofoca un grito. Me lavo la herida y me pongo algo de algodón con alcohol para evitar que se infecte, ese hierro estaba oxidado y viejo. Me coloco unas vendas y me bajo el pantalón de pijama para que me las tape.

—¿Cómo te has hecho eso? Joder—dice Valentina aterrada.

—Las escaleras, había un hierro punteado.

—Deberías ir a un hospital...

—Estoy bien. De verdad, no es para tanto.

—¿Qué no es para tanto? —entra Lionel con una bandeja de desayuno y ambas saltamos en el lugar.

—No es para tanto, no tendrías que traerme el desayuno a la cama—su gesto me hace sentir mal conmigo misma, quiero decirle la verdad maldita sea.

—Todo para ti, cariño—me besa y me acuesto en la cama.

Lionel es demasiado tierno conmigo. Siempre lo fue, éramos la pareja perfecta y nos amábamos. Todo hasta que empecé a sentir cosas por Ruggero, pero mierda, no me arrepiento porque aunque nada sea seguro con él, quiero arriesgarme a intentarlo y quizás... logremos ser felices.

  ➳ LA REINA DE LA NOCHE [Ruggarol] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora