➸ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ⑤⑨

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¿Quién diría que las cosas pasan tan deprisa que ni siquiera no damos cuenta?

Mi vida había pasado ser tan absurda y aburrida, a ser una tragedia constante. Una frase que siempre se repetía en mi cabeza, es la de “no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes” y era muy cierta. Aunque en mi caso yo sabía lo que tenía. Tenía al par de hombres más buenos parados sobre el planeta. Ambos con sus distintas personalidades, me amaban y yo a ellos. Luchamos tanto juntos. Soportamos todo y pudimos contra todos. Ahora los había perdido.

No he podido derramar ni una lágrima. Estoy en un estado de shock que solo yo comprendo, desde que vi la noticia hace ocho horas estoy en el balcón de mi casa mirando el cielo y bebiendo de una botella de whisky que encontré en el bar de Carrick. No encuentro consuelo alguno en esta situación, pero tampoco logro romperme.

Quiero romperme, quiero llorar desconsoladamente y quebrarme. Quiero hacerme pedazos, yacer en el suelo hasta quedarme dormida. Quiero sufrir por esta pérdida, pero no puedo. Me gustaría maldecir a Ruggero por haber tomado ese avión en un comienzo. Me gustaría maldecir a Valeria por obligarme a viajar a Francia. Me gustaría maldecir a tantas personas, pero solo logro hacerlo a mí misma.

—Valentina acaba de quedarse dormida. Tuvieron que darle un tranquilizante para que lograra calmarse —dice mi madre apareciendo a mis espaldas—. ¿Cómo estás? —me pregunta, al visualizar la botella en mi mano.

No respondo. Quisiera decirle que estoy bien, solo para tranquilizarla, pero le estaría mintiendo. Me siento muy mal, aunque no logro demostrarlo. Mi mundo acaba de dar un giro de noventa grados. Todo lo que creí perfecto e indestructible, se acaba de ir al carajo. Todo se fue a la mismísima mierda y yo no puedo hacer nada para evitarlo.

—¿Prefieres que te deje sola? —se le quiebra la voz y asiento.

Necesito estar sola para asimilar toda esta situación. No quiero arrastrar a las personas que me rodean en mi desgracia, ya no más.

Llevo puesta una chaqueta negra que olvidó Ruggero una vez aquí cuando se quedó a dormir y me siento protegida. El viento frío corre, así que meto las manos en los bolsillos y noto que hay algo en su interior. Un encededor, su cajetilla de cigarros y una servilleta de papel. Sin dudarlo, abro la misma y la extiendo para leer lo que dice. Esbozo una sonrisa al notar que solo dice: “Te amo, Karol. Te amo, Karol. Te amo, Karol. Te amo, Karol” por toda la hoja, con distintos colores y letras. Me pregunto porqué tendría eso en su bolsillo.

Encediendo uno de sus cigarrillos y me lo llevo a la boca, aspirando profundamente el humo, dando una gran calada y sintiendo como me llega a los pulmones. Siempre odie que Ruggero fumara, aunque lo hiciera lucir tan sexi y sensual.

Mierda. Sólo lo quiero aquí conmigo. Y es entonces ahí cuando caigo en cuanta de que jamás volveré a verlo...

La presión en mi pecho aumenta y me rompo a llorar. Grito de rabia y me jalo el pelo, con furia, con desesperación. El corazón pareciera que se me saldrá del pecho y todo a mí alrededor se vuelve oscuro, se vuelve triste y no puedo creer que esté pasando esta maldita situación.

—¡Ruggero! —grito, muerta en rabia.

Siento que mis cuerdas vocales podrían romperse y destruirse. Ya nada tiene sentido. Jamás lo tendrá.

—¡Ruggero, por favor! —lloro, cayendo de rodillas al suelo y golpeandolo con fuerza. A tal magnitud que mis nudillos sangran un poco.

—Karol —jadea mi madre apareciendo a mis espaldas—. Tranquila, mi amor. Por favor —llora.

—Sueltame—jadeo—. Yo... sólo quiero a Ruggero. Sólo lo quiero a él —sollozo.

—Vamos adentro hija, por favor—me ruega.

  ➳ LA REINA DE LA NOCHE [Ruggarol] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora