Dos meses después...
—Es un gusto tenerla aquí, Srta. Sevilla —me saluda uno de los decanos de la universidad.
—El gusto es todo mío, Sr. Scott —respondo, estrechando su mano con firmeza.
—Se nos ha notificado su reciente pérdida, unos muy buenos amigos suyos por lo que me contaron... No sabe cuanto lo lamento —me dice apenado.
—Pasaron dos meses, pero gracias —me abstengo a contestar.
—Me enteré también que la academia de danzas de Seattle le dio un reconocimiento por su increíble actuación hace una semana. En Stanford valoramos demasiado la fortaleza de las personas para autosuperarse y aún contra toda desgracia seguir adelante. Será un gran honor tenerla como estudiante el año entrante —me dice con una gran sonrisa.
—Oh... al parecer no le han pasado el recado acerca de mi renuncia a la beca —murmuro, haciendo que los ojos del hombre salgan despedidos de su rostro.
—Al parecer no. No he sido informado. ¿Puedo saber los motivos de su imprudente decisión?
—Iré a Northwestern —respondo.
—¿Una universidad de artes? Creí que deseaba estudiar medicina —dice confundido.
—Northwestern me ofrece una beca en la academia de danzas de Evanston y a la vez poder estudiar mi carrera profesional. Además estoy a solo unos cuantos kilómetros de la casa de mi madre en Chicago. Entenderá que mis motivos no son para nada personales con Stanford...
—Entiendo perfectamente. ¿A qué se debe su presencia aquí entonces?
—El rector Wilson insistió en que viniera, pero creo que ya viene siendo el momento de marcharme. Un gusto conocerlo decano Scott.
Le doy una débil sonrisa y me retiro, dejo la copa de champán de la que estaba bebiendo en la gran mesa y colocandome mi abrigo camino hacia la puerta. Una vez afuera el viento frío de invierno se mete debajo de mi vestido y me despeina un poco. Mi uber me está esperando a mitad de la calle y me subo. Es un amable señor que me cuenta que su hija hubiera deseado estudiar en Stanford, pero lamentablemente no se le dio la oportunidad.
Yo soñé toda mi vida con ir a esa universidad que no me di cuenta que habían otras que me ofrecían mejores planes de estudio y me convenían en el ámbito de distancia.
Decidí ir a Northwestern porque es la universidad a la que quería ir Ruggero, siento que yendo ahí lo tendré más cerca y aún más cuando pase su funeral. Después de dos meses de búsqueda y nada que encontraron sus cuerpos, por el tiempo de desaparición y las condiciones, decidieron darlos por muertos. Lo cual me causa mucha más tristeza, ya que se rindieron. Aún tenía la esperanza de lograran hallarlos con vida, pero nada de eso ha pasado.
Me bajo del uber y entro al hotel en el que me estoy hospedando en California. El señor de la recepción me sonríe intentando transmitir su buena vibra y un poco lo logra ya que le sonrío en respuesta. Subo a mi habitación y luego de una larga ducha me acuesto a dormir.
Mañana debo tomar un avión devuelta a Seattle para el funeral, todos van a estar ahí y aún debo mentalizarme en lo que vendrá. Debo despedirme de Ruggero y Lionel, no estoy lista. No quiero dejarlos ir aún. Después de un mes de sueños hermosos en los que me los encuentro, no quiero que terminen y mucho menos superarlos. Soy consciente de que jamás lo haré.
La luz del sol pega fuerte sobre mi anteojos negros cuando miro hacia el cielo. Creí que sería un día nublado, con un poco de lluvia. Pero es todo lo contrario, el sol brilla solenme en toda su intensidad e ilumina todo el lugar donde se está celebrando el funeral.
Delante de mí hay tres lápidas con ataúdes completamente vacíos en los que deberían estar sus cuerpos y aunque sea tendría una última imagen en mi cabeza sobre ellos. Pero por otra parte agradezco que no sea así, ya que mis últimos recuerdos serán de ellos riendo y siendo felices.
Valentina se para delante de todos, vistiendo un triste vestido negro y lleva el cabello rubio recogido en una coleta alta. Tiene una rosa roja fuego entre sus manos y se aclara la garganta para hablar.
—Hola... yo soy Valentina —murmura, con la mirada fija en el suelo.
Desde que pasó, todo lo que pasó. No hemos vuelto a hablar, es como si hubiéramos cortado cualquier tipo de relación existente. No tengo idea porque no me habla, pero tampoco me esfuerzo en hacerlo yo. Siento que las cosas están mejor así.
—Yo... perdí hace dos meses a mi hijo... —murmura, sorbiendo su nariz—, y luego a su padre —se muerde el labio inferior y mi madre le envuelve los hombros con fuerza—. Gracias —le susurra—. Michael era la persona que más me amó en esta vida. Todos aquí sabréis que yo era un desastre antes de conocerlo, no me importaba nada más que no sea yo misma. Él... él me enseñó a amar y lo que todo esto consistía. Íbamos a compartir un bebé... —se le quiebra la voz—. Esto es una puta mierda —gruñe.
A medida que habla más y más, me doy cuenta que me harán hablar a mí sobre Lionel y Ruggero. No preparé nada, ni siquiera lo había pensado. Últimamente no tengo cabeza para nadie ni para nada.
—Vosotros lleváis rosas blancas a los entierros, pero a Michael no le gustaban —lanza una risita—. Él amaba las rosas rojas, eran sus favoritas... —murmura.
Da unos pasos y se acerca a la lápida, colocando la misma arriba de la tierra húmeda y pasando su mano por la escritura. Se le llenan los ojos de lágrimas y se pone de pie.
—Seguid vosotros yo... necesito aire —jadea y sale corriendo del lugar.
Le doy una mirada rápida a mi madre, la cual le entrega al bebé a Patrick y la persigue. En estos meses que pasaron, mi madre al fin dio a luz a mi nuevo hermanito y es el ser más hermoso que había visto jamás. Creo que fue la única alegría que tuve desde que Ruggero murió.
—Karol. ¿Deseas decir algo? —me pregunta el padre encargado del funeral.
Asiento. Me pongo de pie y camino hasta las lápidas de Ruggero y Lionel, ambas están al lado. Sonrío como tonta al recordar cuanto se odiaban y quien diría que acabarían así. Arriba de la tierra húmeda en el lugar de Ruggero coloco su encendedor favorito, el que encontré en su chaqueta. Respiro, intento calmar mis emociones y me preparo para hablar.
—No preparé absolutamente nada. No me acordé que debería hablar aquí —sonrío débilmente y suspiro—. Bien, han pasado dos meses de mierda realmente... —río, porque la cordura me falla y no sé qué más hacer—. Si hace ocho meses me hubieran dicho que acabaría así, delante de las tumbas de los dos hombres más importantes de mi vida. Los hubiera golpeado en el rostro —me sincero—, pero aquí estoy.
Miro a Antonella llorar sin consuelo y a su ex marido envolverla entre sus brazos mientras se le llenan los ojos de lágrimas. La Sra. Ferro y el agente están de pie a unos metros de mí, ambos lucen realmente destruidos.
—Algunos pensarán que mi historia con estos chicos es loca y hasta un poco morbosa, pero no fue así. Fue la relación más hermosa, llena de amor y dulzura. Yo los amo a tal magnitud que haría lo que sea por ellos y sé que ellos también por mí. Otros me juzgaron por haber vuelto a la escuela y haberme presentado en la muestra de mi academia de danzas, creyeron que lo había superado demasiado rápido y por eso lo hice. No fue así, ni siquiera en este momento y en mucho tiempo podré superar sus muertes —se me quiebra la voz—. Sólo hice lo que ellos hubieran querido que hiciera: seguir con mi vida.
» Aunque no mucho de eso es cierto, ya que llevo más cuatro semanas ahogandome en whisky barato y despertandome al otro día sin recordar. Mierda —suspiro y me muerdo los nudillos—. No puedo comparar mi dolor al de sus padres, ustedes perdieron a sus hijos —lloriqueo, sintiendo mis piernas temblar—. Yo perdí a los dos amores de mi vida y creo que jamás lo superare. La vida se me hizo pedazos con sus partidas porque los amo más que a nada y si me preguntaran si los dejaría de amar con tal de sanar este dolor, no lo haría jamás. Los ame, amo y amaré para siempre. Ruggero y Lionel iluminaron mi vida, la llenaron de diversión y caos. Son todo lo que la vida pudo haberme dado, aunque me los quitaron tan pronto. Para mí ellos viven... en mi corazón siempre vivirán.
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.Fin:'(
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➳ LA REINA DE LA NOCHE [Ruggarol]
FanfictionSer una chica con dos vidas diferentes no es fácil, ocultarle a mi novio la verdadera profesión que realizo y lo que conlleva esta no es fácil, ser testigo de que como me denigran y tratan de comprar, no es fácil «nada es fácil». Sí, ser yo no es lo...