➸ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ③①

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Aquí estamos otra vez. Transpirados, calientes y muy enamorados. Cogiendo en el armario del conserje, como en aquellos días en los que todavía encondiamos nuestro romance. Me tiene contra la pared, con las piernas abiertas para él y sólo para él. Me embiste sin piedad, con ganas. Muchas ganas. Somos una ola de besos, calor y gemidos.

—Te he extrañado tanto —gime en mi oído. Llevo mi mano a su boca y se la tapo.

—No hagas ruido —jadeo, mordiendo mi otra mano. Lame mi palma, por lo que me obliga a retirarla.

—Mierda. Me volví dependiente a ti. Te extrañé demasiado —murmura. Pero no le contesto.

Prefiero no hablar porque entonces recordaré que no están bien las cosas entre nosotros y lloraré. Así que me abstengo de disfrutar este momento.

Clavo las uñas en sus brazos, mientras le ruego que siga más rápido. Es increíble la pasión que tenemos. Dos días fueron suficientes para que nos desesperemos a tal punto, de que ya no nos importa nada ni nadie. Solo somos nosotros, nuestros cuerpos y las respiraciones agitadas que se entrelazan. Me pone muchísimo escuchar sus gemiditos en mi oído, me desesperan y me dan ganas de más. En algo Ruggero tiene razón, nos volvimos completamente dependientes el uno del otro.

—Voy a acabar —gruñe, jalando de mi pelo para que lo mire.

—Yo también —gimo, mirándolo directo a los ojos y pestañeo, mordiendo mi labio.

—Estoy loco por ti. Te amo —murmura, acercando su cabeza y besando mis labios.

Es un beso lento, cariñoso y hasta un poco tímido. Nuestras lenguas apenas se rozan, lo cual hace que mi corazón se llene de amor. A pesar de la delicadeza, nuestros cuerpos siguen con la acción y la desesperación por el otro. Profundizamos el beso y muerde mi labio inferior. Ese gesto es suficiente para que me venga aguantando las ganas de gritar. Ruggero sigue embistiendome a un buen ritmo y finalmente se viene, gritando entre dientes mi nombre y lo mucho que me ama.

—Mierda —jadeo.

Ruggero sale de mí y me deja en el suelo, sosteniendome de la cintura con fuerza. Mis piernas flagelan unos segundos, hasta que se recuperan. Amo el sexo a escondidas, es mucho más excitante que el normal.

—Entonces... ¿estamos bien? —pregunta, mientras se sube los pantalones.

—¿Es en serio? —ruedo los ojos—. Aún no cumples las condiciones. Esto sólo pasó porque no pudimos resistirnos, pero nada está bien —gruño.

—Karol... —se queja. Recordando que la segunda condición es que me diga lo que oculta.

—¿Tan grave es? —me quejo, subiendo mis bragas por mis piernas y acomodando mi falda.

—No, no lo es.

—Entonces dímelo —ruego, agarrando sus brazos —. Dímelo y juro que podremos superarlo. No importa que sea, jamás podría cambiar lo que siento por ti, Ruggero.

Mi voz sale desesperada, pero mis palabras son sinceras. Creo que a Ruggero podría perdonarle absolutamente todo, con tal de no perderlo. La cuestión aquí es que si él no se sincera conmigo, nunca podré saber qué debo perdonarle y si sigue esperando, quizás luego sea tarde.

—No puedo. Por favor, confía en mí —murmura, pero me alejo.

—Ya no puedo confiar en ti —trago con dificultad y salgo del armario.

Camino velozmente hasta el baño de chicas, ahí ya no puedo retener las lágrimas y solo fluyen. La ira me invade y solo quiero romper cosas. Odio esta situación de mierda.

  ➳ LA REINA DE LA NOCHE [Ruggarol] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora