Ruggero
—¿Lo cambiaron de habitación? —interrogo.
Noto que Lionel está tres pisos más arriba de donde se encontraba, lo cual me desconcierta bastante ya que la anterior era mejor, tenía más luz y espacio. Ahora está todo aplastado al lado de otro sujeto en la misma habitación.
—Si llegase a despertar lo trasladarán a otro cuarto, por el momento debe seguir aquí —me explica Verónica y asiento, no muy convencido.
Me siento al lado de la cama de Lionel, deslizando mis dedos en su mano y obligándole a abrir la palma para entrelazar nuestros dedos. Una corriente indescriptible me golpea, aún sabiendo que él no puede verme, ni oírme y mucho menos sentirme. Hoy más que nunca necesito que despierte.
—¿Dónde tengo que firmar? —le pregunto, la voz me tiembla.
No estoy muy seguro de querer que lo desconecten, me da muchísimo miedo el hecho de que puede no despertar y eso simplemente, me destruiría. Verónica asiente en mi dirección, sale del cuarto y cierra la puerta. Seguramente va a buscar los requisitos para desconectarlo.
—Oh... Lionel —musito, a sabiendas que el hombre de la cama de al lado no puede oírme—. Necesito que despiertes ¿sí? Karol y yo te necesitamos... sea donde sea que ella esté. Se ve a leguas que ella te amaba y... yo también te amo —murmuro.
Observo las bolsas violetas debajo de sus ojos, el cabello rubio largo que le cae por los hombros y el espacio entre sus labios, por el cual ingresa a su boca el tubo de la respiración. Su piel está tersa y suave, como si nunca hubiera tenido una quemadura. Maldito suertudo. No tiene ni una cicatriz.
—Chaval, debes venir conmigo a la sala de espera mientras lo preparan —me interrumpe Verónica.
Ni siquiera había notado su presencia. Limpio las lágrimas que derrame sin darme cuenta y me pongo de pie, soltando suavemente la mano de Lionel, haciéndola descansar en su abdomen.
—Te amo, Lionel. Por favor, despierta —murmuro.
Me agacho lo suficiente para depositar un beso en su frente, sintiendo como el frío de su cuerpo se transmite al mío.
—Dime por favor qué va a despertar —le ruego a Verónica, aún sabiendo que ella no tiene control alguno. Sólo necesito que alguien me dé esperanzas.
—Anda. Debes firmar muchos papeles, ven.
Me hace un gesto para que la siga y se marcha. Miro por última a Lionel, al chico rubio que yace en la cama casi moribundo. Salgo de la habitación, enjuagando mis lágrimas y siguiendo a Verónica a una corta distancia. Se pone de pie en frente de una enfermera, la cual le entrega una carpeta con bastante papelería. Ni siquiera me ocupo en leer, solo firmo. Mientras más rápido acabe esto, más rápido podré irme a casa.
—Os llamarán cinco minutos antes de que comiencen a desconectarlo, gracias —le dice la enfermera a Verónica.
Verónica me envuelve los hombros con un brazo, empujandome hacia las sillas en la sala de espera y ayudándome a tomar asiento. Es como si mi cerebro ya no pudiera mandar órdenes a mis articulaciones, no tengo control absoluto de mi cuerpo. La cabeza me va a mil a cada segundo que pasa, aguardando por respuestas, quizás la única fuente de información sobre mí está en esa habitación. No puedo perderlo.
—Podéis pasar —nos anuncia el doctor.
Verónica toma mi brazo con fuerza, depositando un beso en mi hombro que me tranquiliza un poco. Mi corazón comienza a latir rápidamente cuando observo tres enfermeras y dos médicos rodeando la cama de Lionel. Tomo asiento en la silla en la que estaba anteriormente e imito mi acción, envolviendo mi mano en la suya.
—¿Estáis listos para empezar? —pregunta.
Observo el rostro de Lionel, sus largas pestañas y sus ojos cerrados. Su respiración suave y melodiosa, con el tubo en su boca siendo sostenido por el médico.
Es ahora o nunca. Si Lionel no despierta significa que murió, y si Lionel murió significa que jamás lo recuperaré. Significa que lo perderé, a él y a la oportunidad de saber quiénes somos y qué nos pasó.
—Adelante.
Mi voz se quebró, en un fino hilo de angustia golpeandola y amoldandola. Tomé la mano de Lionel con mucha fuerza.
El médico procedió, deslizando el pequeño tubo afuera de su boca. La respiración se me cortó, los vellos se me pusieron de punta y una lágrima se deslizó por mi mejilla, mojando su mano donde mis labios presionaban contra su piel. Lionel comenzó a respirar con dificultad, haciendo que mis lágrimas corran con más prisa.
—Comenzará a hiperventilar un poco hasta que se acostumbre a respirar de nuevo... —me informó el doctor y asentí.
—Por favor, Lio. Por favor... —suplique.
Los labios de Lionel se abrieron, soltando el aire que respiraba. Por un momento creí que abriría los ojos y me sonreiría, pero no lo hizo. Había pasado una hora, en la cual respiraba por si solo pero no teníamos ninguna respuesta motora de su parte. No despertó.
No fui consciente del tiempo que dormí con la cabeza en su regazo, sin soltar su mano. Los brazos de Verónica me envolvieron por la espalda, sentí su respiración en el cuello y los ojos se me llenaron de lágrimas. Me vi obligado a salir de la habitación, sollozando y sintiendo como el nudo en mi pecho se hacía cada vez más grande y más profundo. Destruyendo a su paso todas mis ilusiones, mi esperanza y mi fe.
—Tranquilo. Lionel está bien, está vivo —me repite Verónica.
—¿Y por qué no d-despierta? —balbuceo.
—Ha pasado meses en coma, chaval. Debe recuperarse, hasta se debe haber olvidado de como respirar. Dale tiempo.
—No tengo tiempo, Verónica. Cada día que pasa es un día más en el que no tengo idea de quién soy o de donde vengo. La desesperación crece y la esperanza se desvanece.
—No. No pierdas la esperanza... —murmuró.
—¿Sabes lo que pienso de la esperanza? —bocifero.
Sorbo mi nariz, limpiando mis lágrimas con rabia. Verónica me mira confusa, esperando una respuesta de mi parte. La pienso, la pienso demasiado y finalmente, con la voz quebrada y el corazón roto le digo:
—La esperanza sólo engendra la miseria eterna.
ESTÁS LEYENDO
➳ LA REINA DE LA NOCHE [Ruggarol]
FanfictionSer una chica con dos vidas diferentes no es fácil, ocultarle a mi novio la verdadera profesión que realizo y lo que conlleva esta no es fácil, ser testigo de que como me denigran y tratan de comprar, no es fácil «nada es fácil». Sí, ser yo no es lo...