➸ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ ⑨

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Ruggero

Jugueteo con mis dedos, ansioso, impaciente. Esperando noticias, buenas o malas. Mi cabeza va a estallar en cualquier momento si el doctor Walker no aparece aquí. Calculo un total de veinte minutos desde que estoy aquí, porque la habitación de cuarta en la que estoy apenas y tiene sábanas. No me quejo, podría estar durmiendo en una caja, pero no deja de irritarme los privilegios que les dan a otras personas.

—Mierda... —gruño en voz alta.

Llamo la atención de mi compañero de habitación, el cual está en la misma o peor situación que yo. El cabello grasoso le cae en mechones gruesos en la frente, tiene tatuajes en las brazos y en las manos, cubriendo toda su contextura. Su barba está como recién rasurada, con algunos cortes en su barbilla. En fin, luce como un indigente.

—Tranquilo, chaval. Estamos en el lado oscuro del hospital, aquí pisa un médico cada tres horas.

—¿Tres horas? —carraspeo, frustrado. Me llevo las manos a la cabeza y me jalo de los cabellos.

—Y si no es no tardan más, son unos cabrones. Nos creen inferiores sólo por no llevar un apellido de más de cinco sílabas...

—Tú al menos sabes tu apellido —manifiesto.

—¿Y tú no? —dice entre risas.

—Probablemente tenga un tumor que esté afectando mi memoria. No sé ni cómo me llamo.

—No jodas, tío. Eso sí que es una cabronada de la suerte.

—¿Suerte? O eso no existe en mi vida...

—Yo estoy aquí por mi segunda sobredosis —abro los ojos sorprendido—. Sí, vale. Lo sé —rueda los ojos—. El doctor Walker es muy amable en atenderme, otro de esos mamones me hubiera mandando directo a la morgue.

—¿Tan mala es la atención en este lugar? Creí que era sólo por mis malas fachas —le respondo entre risas.

—Es una isla bastante cara, chaval. Aquí viene puro mamón con pasta.

—¿Y cómo terminaste aquí? —curiseo.

—Es una larga historia —bromea.

—Un doctor no vendrá en horas, así que creo que tengo tiempo —respondo.

—Vale. Soy de Marbella. Hace cinco años vine con unos amigos en busca de dinero en los casinos, lo invertimos todo y lo perdimos. Dos están en prisión, el resto vivimos en la calle. Se nos acabó hasta el dinero de los pasajes de vuelta.

—Oye, eso es muy malo... ¿Y tus padres?

—Mi madre falleció un año antes de que me marchara y cuando cumplí los dieciocho le pedí a mi padre mi parte de la herencia. Llegué a la isla con más de ochenta mil libras y terminé arruinado.

—¿No has tratado de comunicarte con tu padre?

—Es complicado.

—¿Tanto? —inquiero.

—Mira no soy muy creyente, y mucho menos católico. Pero recuerdo que alguna vez leí o me contaron, acerca de una cita bíblica de Mateo si mal no me equivoco —lo miró fijamente, sin comprender ni una de sus palabras—. La parábola de los talentos creo que se llamaba, Jesús les daba a sus siervos una cierta de cantidad de talentos y en estos quedaba la responsabilidad de hacerlos crecer. Uno de ellos los entierra por miedo y Jesús lo destierra, porque todos esos siervos tenían la obligación de desarrollar sus dones y dar una respuesta fructífera a su señor.

—No comprendo que tiene que ver con nuestra conversación —lo interrumpo. En mi rostro formándose la mayor confusión por sus palabras.

—Mi padre es Jesús, él me ha dado esa pasta para la que invertiera, para que creciera e hiciera más. En cambio, por miedo al fracaso la gasté en alcohol, tías caras y el juego. Si mi padre se enterase, me desterraría como aquel ciervo.

  ➳ LA REINA DE LA NOCHE [Ruggarol] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora