➳ LA REINA DE LA NOCHE [Ruggarol]

➸ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ ②①

—¿Qué?—mi voz se quiebra. ¿Por eso no me contestó? ¿Se estaba acostando con ella?

—Pobrecita. Tienes tan poca vida sexual que tienes que venir a ventilar cada vez que te hechas un polvo. Vamos tía. Dar el coñazo.

La estúpida rueda los ojos y se marcha, en cuanto ella cruza esa puerta me rompo. Una vez más, detesto ser así. Debería tatuarme "frágil" en la frente.

—Karol. Lo hace para joderte. Ruggero estuvo en la fiesta, ¿recuerdas?

—¿Y si estaba con ella en esa fiesta?

—Si es así, te juro que le contaré la polla porque me tiene los cojones por el piso—lo dice con una seriedad que me asusta.

—Es no puede hacerme esto, Valentina. Me acosté con él, le di mi virginidad. Entiendo si se molestó porque no le conté a Lionel la verdad, pero irse a una fiesta con ella... no puedo soportarlo.

—Puedes Karol. Quiero salgas de este baño con la cara en alto, nada te afecta ni te afectará. Le serás indiferente hasta que venga solito a buscarte, sigue mi consejo. Si te sientas al lado de Ruggero, te sentaras en otro lugar. ¿Entendido?—asiento, como un soldado a su general.

De pronto me quita las gafas, dejándolas a un lado y saca un pequeño estuche de su bolso. Les sorprendería saber todo lo que lleva ahí adentro.

—No, Valentina. Me incomodan demasiado—los miro con asco—. Además son tuyos, puedes causarme una infección.

—Nunca los he utilizado, tía. Son de repuesto, venga trae ese par de esmeraldas aquí—se burla.

—Dejame a mí—le digo, colocándome los benditos lentes de contacto.

—Pues pareces toda una profesional, no me engañas.

—¿Y ahora qué?—cambio de tema.

—Adiós coleta—dice, mientras tira del elástico fuera de mi pelo—. No me molan esas extensiones rubias.

—Son naturales—miento. Por supuesto que son extensiones.

—Ese pelo es menos natural que mi cintura—reímos.

—Ya, ¿qué sigue?—pregunto, peinando mi cabello con los dedos.

—¡Mira que te emociona el cambio de look, joder!—dice, sacando algo de maquillaje.

—Nada extraordinario, solo un poco de rimel y ya—bufo.

—Sí, como tú digas...

Ruggero Pasquarelli:

En el salón solo se escucha el golpeteo de mi lápiz en la mesa, pero los nervios me carcomen, olvidé que teníamos este examen. Seguro sacaré cero y no podré entrar a una buena Universidad, maldita sea. ¿Quién me habrá mandado a salir un martes?