➸ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ⑤⑥

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No soy consciente de lo que digo o hago, hasta que llegamos a una habitación. Aún estoy bajo los efectos de la anestesia, pero lo peor ya ha pasado aunque me aseguraron que sentiría un dolor en la espalda baja por unos días. Genial.

Valentina aparece entrando a la habitación con los ojos llenos de lágrimas, me mira fijamente y besa mi frente. Sonrío ante tan tierno gesto.

—Gracias —murmura—. Jamás voy a terminar de agradecerte por lo que has hecho, tía.

—Ya lo dije, hice esto por ambas... —le respondo—. ¿Te ha contestado Ruggero? —pregunto. Intento sentarme en la cama pero me duele mucho la espalda, así que continúo acostada de lado.

—Nada. No tengo noticias de él aún y yo también ya me estoy preocupando —me dice, tomando con fuerza mi mano.

—Oh... que nada malo le haya pasado, por favor —ruego, sintiendo como los ojos se me llenan de lágrimas.

—Cambié los boletos de avión para mañana, así que tendrás tiempo de recuperarte. Hablé con nuestro padre y me ha dicho que se quedará aquí en lo que concierne el tratamiento, el médico no le recomienda viajar por su estado y aún más cuando le hagan el transplante.

Asiento.

—¿Te molesta si me duermo? —le pregunto, sintiendo cómo los ojos me pesan.

—Tranquila, descansa.

—Si sabes algo de Ruggero me despiertas. ¿Sí?

—Sí.

Me dejo llevar por el cansacio y no soy consciente cuando me quedo profundamente dormida. Sueño con un niño de cabello rizado color chocolate que se ha caído de su snakeboard y se ha raspado la rodilla, llora desconsoladamente hasta que su madre viene y lo ayuda a ponerse de pie.

Me despierto agitada, sudada y noto que ya se ha echo de noche. Estoy aún peor, siento una gran presión en el pecho que no me deja respirar y las lágrimas ruedan por mis mejillas sin descanso. Necesito a Ruggero, maldita sea lo necesito aquí. Creo que estoy teniendo un ataque de pánico, a lo que golpeo el botón en la mesa de estar para llamar a una enfermera. Luego de un minuto una mujer de contextura delgada entra, encendiendo la luz y me mira preocupada. Estoy sudando a mares y no puedo moverme por el dolor en mi columna, así que la desesperación me aumenta.

—¿Qué te sucede? ¿Qué estás sintiendo? —me pregunta, revisando mis pupilas.

—No puedo... respirar —le informo.

Siento que la presión en mi pecho aumenta cada vez más y las lágrimas no dejan de correr, me tiembla todo el cuerpo y mis manos están heladas.

—Te inyectare un calmante —me informa. Asiento.

Desvío la mirada la aguja y siento el pinchazo en mi brazo, mis músculos se comienzan a relajar y la respiración me vuelve a la normalidad. Finalmente vuelvo a quedarme dormida.

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  ➳ LA REINA DE LA NOCHE [Ruggarol] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora