Un silbido animado acompañó el camino de la carreta que pasaba en medio de la madrugada. El hombre que la conducía se detuvo al ver, a un lado del sendero, una pequeña caravana de carretas casi abandonadas y a varias jovencitas de entre quince y veinte años sentadas con la mirada en la lejanía del cielo.
Las creyó perdidas, seguramente desconocían el mal estado del camino y por eso lo habían visto como un buen lugar para descansar, pero con la tormenta que quizá llegaría en la mañana el camino entero se volvería un pantano y las hundiría, así que decidió acercarse.
— Buenas noches. —Todas lo miraron como una colección de muñecas en una película de terror. Cada una, siguiendo a la anterior, giraron su cuello hasta que sus ojos se centraron en él.
— Tranquilas. —Ser intimidado por la mirada de una mujer sería razón para que todos se burlaran de él. Intentó mantenerse tranquilo, imponente mas no amenazante.
— Me llamo Jo Hyun Sik. Soy un humilde carpintero. —Aclaró esperando que ellas también se relajaran. — Las vi aquí y pensé que estarían perdidas. Este camino se vuelve muy peligroso cuando llueve y las nubes siguen inundando el cielo. —Señaló el sendero donde su carreta esperaba. — Yo voy de camino a Hanyang. Quizá querrían seguirme y buscar refugio allí. Estarán a salvo y quizá consigan un guía para llevarlas a su destino. —Miró al interior de la carreta donde ellas estaban sentadas. Allí dormían niños más pequeños y de diferentes edades.
— Ustedes… ¿son refugiados? —Las chicas se miraron. — ¿Huérfanos? —La mayor, sentada en la esquina más cerca de él, se bajó de un pequeño salto y sonrió manteniendo ambas manos a su espalda. — ¿Comerciantes?— Estamos de paso. —Aclaró con voz tranquila y un acento claramente distinto. Campestre. Salpicado de sílabas saltarinas que las hacía parecer más simpáticas.
— No estamos perdidas. Más bien estamos esperando el regreso de nuestros hombres.— ¿Ah, sí? ¿A dónde fueron ellos? ¿Llevan mucho tiempo aquí solos? —La chica tragó saliva y negó.
— No se detenga por nosotras. Estamos bien. Ellos vendrán cuando hayan acabado.
— ¿Están trabajando? ¿Fueron a Hanyang también? —Ella extendió su sonrisa.
— Entiendo. —Volvió su mirada a la dirección de la ciudad. — Bien. En cualquier caso, si empieza a llover es mejor que sigan ese camino también. Tardarán algunas horas, pero si la tormenta no se vuelve tempestad podrán llegar a salvo hasta la ciudad y refugiarse.— Gracias, buen señor. —Él asintió. Les dio un vistazo más a todas y se dio la vuelta.
Finalmente, cuando se alejó, la chica relajó sus manos y el agarre en la cuchilla que sostenía a su espalda. También las otras chicas lo hicieron con las pequeñas dagas que escondían en sus palmas.
— ¿Nos hundiremos si llueve?
— No te preocupes, Mi Yie. —Miró de nuevo a la carreta que ya seguía avanzando por el sendero.
— El príncipe dijo que debíamos seguir el sendero hacia el otro lado si empezaba a llover.— Ya casi amanece.
— ¿Y si no vuelve ninguno?
— Nos enseñaron un poco de todo. —Continuó consolando la mayor. — El príncipe dijo que esperáramos aquí su regreso. Si comenzaba a llover siguiéramos el camino que nos indicó. Si no volvieran, aún encontraremos cómo sobrevivir. Él dijo: “nadie entre mi gente quedará indefenso. La fuerza que aviva el fuego en sus corazones y la guía que les he instruido les ayudarán a vivir con la cabeza en alto.”
— ¿Qué es una guía?
— ¿Y qué es instruido?
— Ay, pues… una guía es como cuando alguien te enseña algo. E instruido es lo mismo.
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Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇
Ficción históricaHay quienes dicen que la mala sangre se hereda, que si has nacido con un corazón negro así será para siempre, pero lo cierto es que nadie nace odiando, mucho menos deseando ver a todos a su alrededor muriendo en soledad y agonía, en el olvido, la de...