LIII

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Un silbido animado acompañó el camino de la carreta que pasaba en medio de la madrugada. El hombre que la conducía se detuvo al ver, a un lado del sendero, una pequeña caravana de carretas casi abandonadas y a varias jovencitas de entre quince y veinte años sentadas con la mirada en la lejanía del cielo.

Las creyó perdidas, seguramente desconocían el mal estado del camino y por eso lo habían visto como un buen lugar para descansar, pero con la tormenta que quizá llegaría en la mañana el camino entero se volvería un pantano y las hundiría, así que decidió acercarse.

— Buenas noches. —Todas lo miraron como una colección de muñecas en una película de terror. Cada una, siguiendo a la anterior, giraron su cuello hasta que sus ojos se centraron en él.
— Tranquilas. —Ser intimidado por la mirada de una mujer sería razón para que todos se burlaran de él. Intentó mantenerse tranquilo, imponente mas no amenazante.
— Me llamo Jo Hyun Sik. Soy un humilde carpintero. —Aclaró esperando que ellas también se relajaran. — Las vi aquí y pensé que estarían perdidas. Este camino se vuelve muy peligroso cuando llueve y las nubes siguen inundando el cielo. —Señaló el sendero donde su carreta esperaba. — Yo voy de camino a Hanyang. Quizá querrían seguirme y buscar refugio allí. Estarán a salvo y quizá consigan un guía para llevarlas a su destino. —Miró al interior de la carreta donde ellas estaban sentadas. Allí dormían niños más pequeños y de diferentes edades.
— Ustedes… ¿son refugiados? —Las chicas se miraron. — ¿Huérfanos? —La mayor, sentada en la esquina más cerca de él, se bajó de un pequeño salto y sonrió manteniendo ambas manos a su espalda. — ¿Comerciantes?

— Estamos de paso. —Aclaró con voz tranquila y un acento claramente distinto. Campestre. Salpicado de sílabas saltarinas que las hacía parecer más simpáticas.
— No estamos perdidas. Más bien estamos esperando el regreso de nuestros hombres.

— ¿Ah, sí? ¿A dónde fueron ellos? ¿Llevan mucho tiempo aquí solos? —La chica tragó saliva y negó.

— No se detenga por nosotras. Estamos bien. Ellos vendrán cuando hayan acabado.

— ¿Están trabajando? ¿Fueron a Hanyang también? —Ella extendió su sonrisa.
— Entiendo. —Volvió su mirada a la dirección de la ciudad. — Bien. En cualquier caso, si empieza a llover es mejor que sigan ese camino también. Tardarán algunas horas, pero si la tormenta no se vuelve tempestad podrán llegar a salvo hasta la ciudad y refugiarse.

— Gracias, buen señor. —Él asintió. Les dio un vistazo más a todas y se dio la vuelta.

Finalmente, cuando se alejó, la chica relajó sus manos y el agarre en la cuchilla que sostenía a su espalda. También las otras chicas lo hicieron con las pequeñas dagas que escondían en sus palmas.

— ¿Nos hundiremos si llueve?

— No te preocupes, Mi Yie. —Miró de nuevo a la carreta que ya seguía avanzando por el sendero.
— El príncipe dijo que debíamos seguir el sendero hacia el otro lado si empezaba a llover.

— Ya casi amanece.

— ¿Y si no vuelve ninguno?

— Nos enseñaron un poco de todo. —Continuó consolando la mayor. — El príncipe dijo que esperáramos aquí su regreso. Si comenzaba a llover siguiéramos el camino que nos indicó. Si no volvieran, aún encontraremos cómo sobrevivir. Él dijo: “nadie entre mi gente quedará indefenso. La fuerza que aviva el fuego en sus corazones y la guía que les he instruido les ayudarán a vivir con la cabeza en alto.”

— ¿Qué es una guía?

— ¿Y qué es instruido?

— Ay, pues… una guía es como cuando alguien te enseña algo. E instruido es lo mismo.

Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora