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Al amanecer del último día acordado, la escolta bajó la montaña según el plan. Doce miembros vestidos con los uniformes, llevando a los caballos ya vueltos hacia ellos mismos custodiando el perímetro del desfile nupcial. Detrás de ellos, viajaban aquellos que pretenderían ser los sirvientes de la joven dama. Todos vestidos con colores alegres para la ocasión, de sedas finas y con brazaletes de la muñeca a los codos, llevados todos en una carreta común por un par de caballos guiados por uno de los uniformados. Después el resto de la aldea, que bajaría por primera vez para conocer el territorio con sus propios ojos. Al centro de la formación de supuestos guardias, seis corceles más eran guiados por un séptimo que montaba Yul, cargados con bolsas llenas de joyas, prendas, inciensos, esencias y algunos otros utensilios. Detrás montaba Jeong, guiando a tres más llevando el carro de la novia. Este era del color claro y natural de la madera, estaba adornado con cortinas satinadas de un brillante color rojo y llevaba en cada esquina un bonito tocado de flores blancas. Dentro, Ari estaba sentada con sus coloridas ropas "wonsam" de novia. En su cabeza llevaba el tradicional tocado hecho de papel y recubierto con seda negra. Brillaban sus decoraciones de oro, perlas, jade, coral, ámbar y las pequeñas canicas de cuarzo en las borlas de colores. Su base negra de forma hexagonal llevaba los caracteres para desear buena fortuna. Su cabello largo, brillante y oscuro estaba recogido con una horquilla de jade, oculto tras el "doturak daenggi" decorado también con perlas, y caían sobre sus hombros las bandas llamadas "drim daenggi". Su maquillaje, brillante y perfecto había sido pintado por las esposas. Todo había sido preparado por ellas para lucir perfecto en ese día. Ojalá su corazón no se estrujara entre la melancolía y la alegría sintiendo aún el abrazo que sus hermanos le habían dado esa madrugada antes de partir. Los tres habían llorado y habían hablado sobre lo mucho que diría su tío si estuviera ahí. Yul había dicho varias veces, en diferentes formas "desearía que desistieras, Ari", pero al final ambos la habían protegido entre sus pechos y le habían besado la cabeza antes de colocarle la corola.

"Sólo es un momento"

Se había repetido convencida del beneficio que esa boda proporcionaría a toda su gente.

En su boca aún podía percibir el sabor salado de su sudor, que no había dejado de empaparla en los últimos tres días. Sus músculos dolían levemente por lo arduo de los entrenamientos con los que planearon y reorganizaron más de cien tácticas y perfeccionaron algunas más, más se aseguró de mantenerse serena y con esa leve sonrisa complaciente.

— La montaña es enorme, ¿no crees, Ari? —A su lado, una de las jovencitas de su equipo miraba el camino por una rendija en la pequeña ventana. Curiosa y atraída por lo nuevo.
— Mira. Ya casi no hay árboles aquí. Se puede ver cómo se aclara el cielo con la luz del sol.

— Estamos cerca. —Anunció.

Entonces, los músicos detrás del carro de los supuestos sirvientes empezaron a tocar para anunciar la llegada de la novia.

Panderetas, flautas, tambores de madera y otros de metal, algunos instrumentos de cuerda, que llevaban en un pequeño transporte con ruedas de madera que no pasó desapercibido por los pobladores de la gran ciudad, desfilaron desde la entrada captando la atención de todos. Las voces de los hombres entonando felices canciones de trot que compusieron desde su asentamiento en el norte para celebrar una boda presentaron el evento desde que les cedieron el paso en las puertas, donde también se despidieron de la docena uniformada.

La marcha culminó en las puertas de una mansión que, en realidad, tenía más terreno abierto de lo que ocupaba la casa por sí misma. El patio estaba recubierto de tierra sólida y en sus esquinas había uno o dos árboles con escasas hojas amarillentas.

Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora