LXVIII

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Al paso de los días, el equipo de cazarecompensas había llegado al pie de la montaña.

Pasaba del mediodía y el sol era aún abrasador. La destellante luz y la falta de vegetación en el camino se habían aliado para llevarlos a contemplar la escena.

Cuerpos.

Allí había más cuerpos. Secos, un poco roídos y contaminando el aire con los fétidos olores de su carne pudriéndose y la sangre coagulando, con esas expresiones de horror y dolor. Sobre la tierra ya era imposible ver las líneas rojas que habían quedado tras el ataque, mas las marcas de la violenta muerte seguían allí, repletas de gusanos blancos chocando unos contra otros mientras consumían lo que pudieran.

— Deben llevar al menos quince días aquí. La humedad de los últimos días, probablemente, fue lo que ayudó a la aparición de estos bichos.

— Pasamos una semana viajando entre las provincias y nadie se percató de ello. —Miró a un lado, donde los árboles frondosos, gigantescos, con sus gruesos y fuertes troncos asustaban a los viajeros. — ¿Quién investigó en esta zona?

— Kim, Song, Kang y Yeo.

— Recorrimos las provincias —Explicó uno de ellos—, pero no nos alejamos más allá. Nadie allí reportó desapariciones.

— Además, pasamos la mayor parte del tiempo indagando en los asuntos de la muerte de lord Yoon. Todo ocurrió dentro de la ciudad.

— ¿La muerte de lord Yoon habrá sido una distracción para atacar a este grupo?

— No podría. Llegamos a los límites de la provincia Gyeonggi hace casi trece días. Estas personas fueron asesinadas hace quince, lord Yoon hace trece noches. El asesino no tendría necesidad de dejar dos días libres si quería hacer una distracción.

— Además, reitero: estas personas no eran residentes de Gyeonggi.

— ¿En qué provincia hubo desaparecidos hace quince o veinte días? —Los once restantes se miraron unos a otros.

— En Jeolla del Sur dijeron que varios habían salido con rumbo a Gangwon. No se alertaron de que no hubieran vuelto, ya que se supone que lo harían hasta el siguiente mes.

Sin miró al pie del sendero que subía la montaña. El follaje espeso creaba dentro de su seno una especie de bruma surreal y amenazante. "No entren aquí". Advertía desde cualquier punto por donde se le viera.

— Vamos. —Anunció. — Carguemos los cuerpos en la carreta y continuemos.

— ¿Los dejaremos aquí, señor Sin?

— Están muertos y pudriéndose. Si alguno estuviera con vida, valdría la pena quedarnos o volver a la ciudad de inmediato, pero no tiene caso ahora. Los llevaremos a ser reconocidos una vez que hayamos atrapado al asesino. De lo contrario, sus familias nunca tendrán paz.

Todos coincidieron. Cargaron los cuerpos envueltos en esteras de paja, ataron a los caballos en un punto estratégico teniendo noción de que habían pagado a alguien para que los vigilara en su ausencia, que debería durar nueve o diez días más, ya que recorrerían toda la montaña. Después tomaron sus arcos, flechas y espadas y se adentraron en el bosque siguiendo la ladera despejada.

El ambiente se tornó como en una película de terror. Fuera del bosque aún había luz del sol. El crepúsculo estaba lejos, el vapor del calor del día subía desde la tierra haciendo sentir un poco de humedad y el cielo relucía de colores brillantes, azules y blancos. Dentro, todo se volvía sombrío. El cielo apenas se podía ver entre las hojas, no se sentía humedad, sino una brisa susurrante. Incluso en los senderos, la quietud predominaba en una nube lúgubre. El canto de las aves sonaba por última vez, pero era casi imposible verlas, a no ser que fuera en el claro internado lejos del camino "seguro".

Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora