Prólogo

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¿En qué punto el corazón se vuelve tan oscuro que deja de ser importante si se trata de una cosa material o de un ser vivo?

¿En qué instante la conciencia y la percepción de lo humano se retuerce y deforma hasta crear un monstruo capaz de aceptar la crueldad como algo tan natural como la respiración?

¿Cómo puede existir el amor al odio, al rencor o al dolor propio o ajeno; la devoción a dañar todo lo que alguna vez amaste?

Esas fueron las preguntas que invadieron mi mente desde el momento en que encontré un viejo diario que le perteneció a mi bisabuelo y a otros antes, pero más aún después de haber ido con mi abuela a la biblioteca para buscar el registro de mi apellido y encontrar un árbol genealógico que partía desde un hombre descrito cruel, despiadado, un sanguinario asesino y con una larga historia que se desarrolla, tristemente, rondando aquel viejo álbum.

Cuando le pregunté a mi abuela, ella comenzó más o menos así:




Cuando le pregunté a mi abuela, ella comenzó más o menos así:

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En aquellos tiempos, el nombre era Hanyang. La ciudad principal de la creciente sociedad coreana, destinada a la ocupación por los nobles y, más aún, del emperador. Se alzaba con soberbia sobre los campos gracias a la belleza de sus estructuras y palacios.

Las primeras podían ir desde las casas de ocio y entretenimiento hasta las escuelas de los nobles. Su tradicional fachada y estética se había mantenido durante años, por lo que muchas eran, de hecho, viejas de construcción con algunas remodelaciones.

Los segundos ocupaban la mayor parte de la ciudad y pertenecían al emperador en todo el esplendor de la palabra. Se trataba de un enorme complejo amurallado, que escondía en su interior trece obras de la mejor arquitectura que hubiera visto, hasta entonces, el país; cuatro de estos eran cámaras de 70 m2, otros dos eran designados como prisiones con fines muy específicos. De los siete que restaban, uno era designado como academia para los príncipes, el otro manejaba la despensa de todos los recintos de la mano de la consorte imperial y la emperatriz y los otros cinco estaban destinados a ser el hogar del emperador y sus esposas. Majestuosos como lo debía ser la realeza ante los demás. Cada una tenía un distintivo grabado en letras doradas sobre el tejado de las puertas de madera talladas a mano.

La entrada delataba supremacía ante cualquiera que la mirara, las puertas eran de madera roja con resaltantes decoraciones doradas y el emblema del imperio grabado en el centro de ambas. Justo detrás del umbral se extendía un enorme patio de baldosa lavada expuesto plenamente a la voluntad del cielo y el clima; separaba por varios metros el acceso principal de la primera sala: la cámara "hwang-geum jong", esta era la destinada al trono, allí se trataban todos los asuntos políticos entre los nobles y el emperador, aquellos que aquejaran al pueblo y cuantos tuvieran que ver con ello, incluyendo los juicios y decretos de las sentencias. Esta cámara tenía un acceso tras un largo pasillo lateral, por este se ingresaba al majestuoso complejo donde todo tenía una estricta jerarquía.

Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora