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Fuera de la ciudad, mientras las mujeres se encargaban de afilar las cuchillas de cada arma, los niños seguían cosiendo pequeñas bolas de telas de colores, esta vez dejando algunos hilos trenzados sobresaliendo. Los hombres mayores cargaban lo necesario en las carretas. Esas que habían pasado tan desapercibidas ante los ojos de los guardias.

¿Su técnica?

Las carretas eran prismas rectangulares, el fondo era de unos treinta o cuarenta centímetros de profundidad. Allí habían colocado todas sus ropas, armas y materiales para el ataque y había sido trabajo fácil cubrirlos colocando una tapa con un par de clavos para evitar que se moviera, sobre esta todo lo que podrían ver eran los productos que promocionaban o a los jóvenes sentados en calma.

Hwan se encontraba a un metro de ellos. Miraba el camino serpenteante que los llevaría de vuelta a Hanyang, las nubes oscuras que llegaban desde una tierra lejana, sentía el viento crudo y percibía el olor a humedad acercándose.

— "Los cuervos estarán felices al amanecer. Habrá suficiente carroña. Yo mismo podría estar entre ellos, mas no antes de ver sus cuerpos sin vida y escupirles."

Se volvió media vuelta lentamente. A su espalda, un quinteto de jóvenes entre dieciséis y veinte años avanzaban -con buena agilidad ganada durante sus entrenamientos en los meses pasados- sobre estrechos troncos de árboles, hacia las líneas del sendero, de las que procuraban no salir ni un centímetro. Sostenían con ambas manos sus cinturones, más exactamente los artículos atados en estos para evitar que hicieran ruido. Habían comenzado aprendiendo a tener balance en su cuerpo parándose sobre tabiques estrechos, después caminando sobre estos, que estaban separados por veinte centímetros. Después habían caminado por la orilla de los canales, de ríos o de los senderos. Cada caída significaba claramente: «estás muerto», así que habían puesto todo su empeño. Habían continuado por caminar sobre las carretas en movimiento, saltando de una a otra, después a los troncos, colecciones de madera que llevaban consigo todo el tiempo. Primero tambaleándose lentamente, después caminando, corriendo, saltando y finalmente se habían vendado los ojos para conseguir concentración en lo que pisaban y cómo hacerlo en la oscuridad.

Ari tomó la mano de su padre y él la miró.

— Te traje agua, papito. —Sus ojitos lo miraban con tristeza, pero también con un brillo inigualable de amor y esperanza. Gritaban un deseo: "papá, tienes que vivir". Él le acarició el rostro y tomó el pequeño vaso de barro.

— Gracias, hija. —Miró a su séquito.
— Todos han trabajado arduamente —Comenzó atrayendo su atención—. Todos han deseado que llegue el momento y finalmente lo hace. Ese momento es esta noche. Esta noche rodarán cabezas y se llenarán los suelos de sangre, pero no se tratará sólo de ellos. Muchos de nosotros podríamos no volver, pero han decidido seguir adelante.

— Sabemos que habrá muerte, su alteza. Lo hemos asumido.

— Nuestro trabajo los enriqueció por años. Usted mismo hizo todo para que ellos vivieran y lo han hecho a costa de nuestras propias vidas. Esos tesoros, esas riquezas, esas vidas son de nuestra gente, su alteza.

— Lo son. —Continuó tragando saliva ensangrentada.
— Pocos sabrán en años más adelante lo que ha provocado y lo que costará esto, pero hoy nosotros debemos pensar en lo que dejaremos a nuestros hijos y nietos. Cuando esto acabe, todos van a temernos, todos van a aborrecernos porque ignoran todo más allá de su existencia, así que abracen a sus hijos, a sus padres, hermanos, amigos. Digan lo mucho que los aman y lo mucho que significa esto para cada uno. Sólo ellos lo recordarán con claridad. El resto serán nada más que rumores. Un susurro del viento que se interpretará como más le plazca a la sociedad en todas partes de este lado del mar. Despídanse como héroes y así los plasmarán sus descendientes en sus memorias, porque nosotros no seremos simples rebeldes. No seremos simples revoltosos que corren al palacio en busca de limosnas. Seremos la oscuridad viva cobrando cada gota de sangre, cada lágrima que hicieron caer de aquellos que amamos.

Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora