Sin odio.
Sin odio a los enemigos. Sin odio a la nación. Sin odio a la gente que espera a otros como tú en un hogar como el tuyo. Lucha por quienes amas y por aquellos a quienes proteges. Lucha con la espalda erguida delante de quienes son más débiles que tú. Nunca por odio a quien está frente a ti, con otros detrás de él. Lucha sin odio.— La espalda erguida delante de los débiles. —Repitió Iseul mientras pincelaba suavemente las palabras.
Una vez terminado, admiró su trabajo y sonrió.
— ¿Terminaste? —Le llamó Namoo mientras no despegaba su vista del papel en el que hacía trazos con su zurda. Intentaba que fuesen lo más uniformes y legibles posibles y, en casi dos meses que había practicado, ya había alcanzado un maravilloso avance. Casi podría reemplazar a su diestra, salvo por las curvas y la pesadez en el primer punto que dejaban las mechas del pincel por la fuerza que aún ejercía su brazo automáticamente.
— Sí, señor. —Le entregó la hoja orgullosa.
— Ese poema, ¿qué quiere decir? Ponerse con la espalda erguida delante de los débiles. —Namoo la miró de reojo un segundo y volvió a su trabajo de inspeccionar el escrito de ella.— Es un fragmento de una oratoria que pronunció mi abuelo. Él siempre pensó que aquellos que son fuertes lo son porque deben proteger a otros. Él creía que era esa la razón de que él siempre hubiese destacado en todo, pese a ser el más joven de la familia imperial. Mi tío dijo que el abuelo siempre les decía: uno no debe pelear por odio; debe pelear porque tiene alguien a quien proteger. Las batallas se ganan con el corazón en alto y la cabeza en la realidad. La posibilidad de ganar o perder depende de cuánto sepas equilibrar esas dos cosas. A eso se refiere. El miedo siempre existirá, pero los guerreros que estén dispuestos a derramar hasta la última gota de sangre protegiendo a los débiles serán engrandecidos por la eternidad.
— ¿Y qué si uno mismo es el más débil?
— ¿Has usado una espada? —Ella pensó diciendo para sus adentros lo ridículo de la pregunta.
— No.
— ¿Has peleado alguna vez?
— Evidentemente no, mi señor.
— ¿Crees que lo harías? —Ella se extrañó.
— N-no. No. —Reafirmó. — No lo creo, mi señor.
— Imagina que te quedaste en ese lugar donde antes vivías, te casaste y has tenido dos hijos que son intimidados por otros. ¿Acaso no buscarías protegerlos? —Ella lo miró pensando de nuevo.
— E-eso es diferente, mi señor.
— ¿No lo harías?
— Claro que sí, pero... ¿qué podría hacer en ese caso? Yo era de una cuna muy baja.
— Te sorprenderías de saber qué límites puede llevarte a romper ese afecto. Cuando alguien te importa lo suficiente, incluso si es con una mirada, lo defenderás. —Volvió a mirar el papel. — Eso es lo que mi abuelo quiso decir. Desde el más bravo de los guerreros hasta el recién nacido en la cuna más pobre necesitan protección alguna vez. No importa cómo o dónde, siempre hay alguien que puede protegerlos. —Sonrió. — Para mi abuelo, esa persona no fue otra que mi abuela. —Iseul lo miró sorprendida.
— ¿Su abuela? ¿Su abuelo fue protegido por una mujer?
— ¿Es tan sorprendente? —La miró con media sonrisa.
— Que un hombre sea protegido por una mujer... sí. Los hombres son los fuertes...
— Los hombres tienen una resistencia distinta, las mujeres aún son capaces de destrozarlos o sanarlos y protegerlos. Nunca me han demostrado que haya algo que haga uno que el otro no pueda hacer. Mi abuela era una mujer fuerte. Indomable, la llamó mi tío. Indoblegable. Un hombre fuerte como mi abuelo tuvo a una mujer fuerte a su lado, y esa era mi abuela. —Enrolló el papel volviendo a mirarlo. — Estas palabras estaban grabadas en madera frente a la academia del este, aunque nadie allí comprendió su profundo significado.
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Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇
Historical FictionHay quienes dicen que la mala sangre se hereda, que si has nacido con un corazón negro así será para siempre, pero lo cierto es que nadie nace odiando, mucho menos deseando ver a todos a su alrededor muriendo en soledad y agonía, en el olvido, la de...