El amanecer en Hanyang no era diferente de cualquier otro. Una mañana ventosa, donde las pequeñas gotas de rocío que quedaban en el tejado resbalaban y golpeteaban el suelo de madera. Aún quedaban algunos truenos en el cielo oscuro y el frío se colaba en la habitación haciendo que el cuerpo buscara la calidez de las mantas... pero no podía sentirse igual.
Ari se abrazó a sí misma. Sentada sobre el yo acolchonado en una esquina, no había podido dejar de pensar desde que despertó:
— "No es mi hogar. Este lugar es tan vacío. Yul. Jeong. Tío." —Miró sus manos, blancas por el frío.
— "Caerán sus muros. Caerán vueltos cenizas hasta que el frío se disipe." —Apretó sus puños y elevó la mirada. — "Debo solidificar mi posición."Y dicho esto, se puso de pie. Se vistió con las mismas prendas que llevaba el día anterior, pero se aseguró de cubrirlas y hacerlas lucir como un nuevo atuendo, ayudada por las dos cálidas túnicas superiores y el jeogori de doble fondo. Se recogió el cabello en un par de trenzas que dejó caer por su espalda, se abrigó con una tercera túnica que colocó sobre su cabeza y tomó un paraguas, que había llevado alguien en su equipo el día anterior, antes de salir.
Grande fue su sorpresa cuando, al abrir la puerta, se encontró con un joven esclavo. Sus ropas lo delataban, aunque ella lo desconocía. Lo vio bajar la cabeza y luego hincarse.
— ¿Estabas espiándome? —Curioseó ofendida.
— No, noble dama. —Se apresuró a responder nervioso y sin levantar la cabeza.
— Noble dama, soy un simple sirviente. No me atrevería a ofenderla.— ¿Qué haces fuera de mi habitación?
— Fui enviado por lord Yoon a buscarla, noble dama. He pasado de posada en posada hasta este lugar. Le pregunté a la casera por usted y fue ella quien me dirigió a esta pieza. Recién llegué cuando abrió la puerta.
— ¿Es así? Bueno, entonces no habría razón para que te asustes, ¿no crees? Ponte de pie y márchate.
— Noble dama, lord Yoon me dio la orden de escoltarla hasta la mansión Yoon.
— Puedes decirle a tu amo que no tengo motivos para ir donde él.
— Se lo pido: haga caso a la orden de lord Yoon.
— Tampoco tiene autoridad sobre mí para darme órdenes. Que no olvide quién soy y qué posición tiene mi familia en mi hogar. Si acaso tiene un poco de sensatez, sabrá que no debe procurar la discordia con alguien cuyos alcances y poder desconoce. Puedes decirle eso. —Antes de dar un paso el sirviente le atrapó la chima y, alzando la mirada temeroso y al borde del llanto, suplicó:
— Noble dama, por favor. Si no la llevo conmigo, lord Yoon cortará mi cabeza. Y lo hará con todos aquellos a los que envíe.
— ¿Por qué haría algo así? ¿Acaso ha enloquecido?
— Mi señor no ha pegado ojo en dos noches, noble dama. Anoche me envió a recorrer cada rincón de la ciudad para encontrarla a usted y llevarla. Dijo que si volvía sin usted pagaría con mi vida. Se lo suplico. Venga conmigo. Estoy seguro de que lord Yoon no le reprochará lo que usted diga con sus propios labios. —Ella suspiró y deshizo gentilmente el agarre de esos puños más pequeños que los de ella. Luego se acuclilló para verlo mejor. Su rostro no le delataba más de quince años y, de hecho, estaba completamente empapado y sus sandalias de cáñamo medio desgastadas estaban enlodadas, al igual que sus calcetines que debían ser blancos en un principio. Su expresión lucía cansada, casi tanto como angustiada.
— ¿Cómo te llamas?
— Ryeo Sun, noble dama. —Respondió obediente agachando la cabeza hasta el suelo.
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Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇
أدب تاريخيHay quienes dicen que la mala sangre se hereda, que si has nacido con un corazón negro así será para siempre, pero lo cierto es que nadie nace odiando, mucho menos deseando ver a todos a su alrededor muriendo en soledad y agonía, en el olvido, la de...