IV

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El día de chuseok, también conocido como "el gran festival de la vendimia de otoño" había llegado con días de paz como anticipo.

Chuseok es una fecha muy importante celebrada el décimo quinto día del octavo mes del calendario lunar. Es un día especial para toda la península coreana en el que se reúnen, celebran y agradecen a los ancestros familiares las cosechas llevando a cabo dos rituales en las tumbas de ellos: "seongmyo" y "beolcho". El primero consiste en acudir al túmulo familiar y arrodillarse ante las lápidas presentando oraciones de respeto, mientras que el segundo es, meramente un proceso de aseo y pulcritud a los reposos de sus familiares. La visita a sus difuntos es precedida por un corto ritual religioso matutino llamado "charye", en el que ofrecen comidas especiales basadas en arroz, pasteles de arroz, frutas, carnes, verduras y otros productos de la zona a sus ancestros.

En esta fecha era costumbre estrenar un hanbok hecho a mano que más tarde sería revelado al pueblo en el carnaval entre tantos otros. Por primera vez desde que habían iniciado aquellas guerrillas en los años anteriores podrían volver a celebrar sus coloridos y alegres carnavales.

Eunyeong se despertó temprano aquella mañana. En un día como ese no cabía de felicidad en sí misma. Solía ayudar a su madre a preparar la comida para toda la familia, aunque esta no era especialmente abundante en ese momento. Sabía desde la noche anterior que se irían a la casa de su hermano mayor esa mañana y que se quedarían con él todo el día, al siguiente podrían volver a su hogar, lo cual le llenaba de felicidad. Recordaba aquel día en que una mujer, un poco mayor que su madre, se le había acercado y le había sujetado la muñeca con tanta fuerza que los dedos le habían quedado marcados hasta entonces, la había regañado con una expresión severa por haber estado jugando en el jardín del palacio y luego la había arrastrado de vuelta a la habitación donde su madre la había recibido y consolado pidiéndole que no volviera a vagar por ahí, pues tendrían problemas todos. ¿Cómo no iba a estar tan feliz de volver a su casa donde podría jugar sin temor a que alguien volviera a reprenderla así? Sus padres no eran especialmente aficionados a los castigos, más aún, ella era una niña buena, nunca molestaba a nadie, no hacía travesuras a nadie, lo único que a veces le causaba problemas era juguetear por los pastizales o con los insectos, perros o gatos que se le acercaban amigablemente o que llamaban su atención, pero siempre se aseguraba de no molestar a la gente; pronto se uniría al equipo laboral de la casa, ya que cumpliría trece años y serviría a alguna de las damas nobles que pudieran darle un lugar entre sus sirvientes, así que no entendía qué había hecho tan mal para que su muñeca terminara roja, hinchada y doliendo tanto que no podía apoyarse sobre esta. A pesar de ello, corrió con su madre con una gran sonrisa y le ayudó a preparar todo lo que pudo, cortó verduras, mezcló algunas especias, limpió unas cuantas castañas y luego probó un bocado de todo lo que su madre tenía listo.

— "¿Por qué no se mejora?" —Eunyeong miraba su muñeca, sentada a un lado de la mesa en completo silencio. Man-suk entró con un ramillete de tallos gruesos de los que sobresalían las características raíces de jengibre. Para Eunyeong siempre había sido curiosa su forma. "Lucen como delgadas piernas con pies muy gruesos" pensaba cada vez que los veía.

— ¿Cómo se siente mi niña? —Su padre se le acercó y le dio un beso en la frente.

— Bien. —Le regaló una sonrisa y él prosiguió a acercarse a su esposa tras revisarle la muñeca con la vista.

— Tengo el jengibre. —Anunció tranquilo. El médico que los había estado visitando no había estado enterado de lo sucedido, aunque en la ignorancia de la razón de tantas atenciones, Eunyeong le había comentado que su muñeca le dolía y al revisarla le había dado una medicina que tenía un horrible sabor, le había colocado una tela desde la mitad de su brazo hacia la mitad de su palma y había recomendado que le suministraran infusiones de jengibre para reducir la inflamación. El dolor pasaba por momentos, pero la mejora no era notable de un momento a otro, lo que conseguía preocupar mucho a la pequeña. Escuchaba a sus padres hablar en voz baja, pero entre los murmurllos podía distinguir los nombres de sus hermanos y algo sobre salir muy pronto rumbo a casa de Hyun Sik. Después su madre le acercó un pequeño cuenco. La raíz reposaba al fondo y el agua se había tornado de un tono amarillo-naranja por el color dorado de la miel.

Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora