LXXIII

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Sin Gong Chul nunca había sentido ese escalofrío. Al menos no desde que agredió el cuerpo del príncipe desterrado temiendo que se levantara y lo despedazara. Después de creerlo inmóvil por la nevada, simplemente actuó. Pero esta vez era distinto. Esta vez se trataba de su único varón heredero. Su casa estaba llena de seis mujeres y criados, perder a uno o dos no suponía, para él, algo enormemente difícil de afrontar, pero... ¿cómo podía reaccionar ante tan desalentadora noticia?

— Hace, ya esta mañana, cuatro días que se internaron en la montaña, señor Sin. Ninguno ha bajado para dar informe de su investigación, ni se han comunicado con los pueblos alrededor de la montaña. La señora está preocupada, señor Sin. El joven amo nunca pasa más de dos días sin dar noticias sobre él y el equipo.

El clima era un poco sombrío aquella mañana. No había niebla, ni mucho menos señales de una tormenta, ni viento, nubes o truenos en el cielo, por el contrario: era una mañana despejada y llena de sol, mas era esa tranquilidad lo que brindaba un aire mortecino y angustiante. La vida cotidiana continuaba burlándose de la cruel realidad a la que se sometía la mente de aquel hombre.

— Ya enviamos a un criado para que investigue en la capital. La casa de lord Yoon los recibiría, según las últimas noticias que recibimos, así que lo hemos mandado allí para que investigue sobre los jóvenes amos, señor.

— "No. Mi hijo no puede estar muerto. Debe estar haciendo una estrategia. Sí. Eso." —Dio vueltas por la habitación completamente inquieto.
— "Su majestad ya debe estar de vuelta en el palacio central; sería posible que hayan descubierto algo y se lo hayan informado a su majestad, y por seguridad prefirió mantenerlo en secreto, por eso nadie más ha recibido noticias, pero ¿es correcto suponer que el emperador decidiría no decírmelo tampoco? Finalmente, se trata de mi hijo y su equipo. Él mismo los solicitó. ¿O es que es algo realmente preocupante? ¿Qué podría ameritar algo así? Desde la muerte del príncipe desterrado, nada sería tan preocupante… a no ser que… — Pensó con una mano peinando su desordenada barba—. A menos que tuviera algo que ver con esos niños que lo seguían. Nunca los encontramos y dimos por hecho que estarían muertos por el invierno, pero ¿y si no fue así?" —Se giró y volvió sobre sus pasos hacia la puerta del salón, seguido únicamente por el hombre con quien había estado hablando.
— Mi carreta. —Ordenó a un par de sirvientes.

— Sí, señor.

— Perdóneme, señor Sin, ¿a dónde piensa ir?

— A Hanyang, a ver al emperador. "Cuando los mandó llamar me había dicho que era por asesinatos extraños. Si esos bastardos están con vida, deben ser los responsables entonces, pero no permitiré que amenacen a mi descendencia."

La calidez de los días de verano volvía a Yangdong un lugar brillante y caluroso por la falta de nubes, que solían llegar cuando menos lo esperaban en las tardes o noches, haciendo salir de la tierra pequeños grumos que se confundían, en muchas regiones, con las bolas de excremento de caballos y otros animales, que arrastraba la lluvia al formar pequeños ríos en las callejuelas. El viaje, aún en la carreta y con los mejores corceles, suponía un retraso de medio día cuando menos por los lodazales que aún pudieran quedar en el camino, o los riesgos de atorarse por la acumulación de barro en las ruedas, pero no desistiría.

Mientras tanto, allá, sobre la colina, el clima era más húmedo. Habían tenido lluvias suaves, pero constantes durante las noches y durante el día raramente caían más que gotas de rocío. El sol no era abrasador, pero exhaustivaba el trabajo en los campos, al tiempo que avivaba la esperanza de una buena cosecha, por mínima que fuera.

Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora