Aquella mujer que había recibido a Hyun Sik en el umbral de su casa no había podido esconder su sorpresa al descubrir a los cuatro huéspedes que llevaba consigo. Quizá fue que ella era plenamente analfabeta y le preocupaba más mantener su casa atendida que aprender letras y oraciones, pero no hizo más que quedarse sorprendida de ver al segundo hombre bajando de la carreta antes que los niños. Más fue la sorpresa al escucharlo hablar bajo los vendajes con el acento de su tierra, con esa propiedad de la nobleza. Se le quedó mirando por lo que sintió como horas hasta que su mente regresó ese leve recuerdo. Esos ojos atentos, lo visible de su rostro como porcelana, ese moño alto completamente negro le cambiaba un poco el aspecto, pero lo supo en cuanto se sintió palidecer por las palabras de Hyun Sik.
— Estuvo vivo todo este tiempo.
Ella se quedó petrificada. Luego dio unos pasos hacia Hwan y trató de reconocerlo mejor. Nunca lo había visto con una mirada tan severa, pero ya todo cobraba sentido. Se llevó una mano a la boca y luego miró a los niños detrás de Hwan. Se escondían por impulso más que por miedo, pero, sin lugar a dudas, los entendió como sus hijos. La gran duda había sido resuelta. La última chispa de esperanza que quedaba en la familia, rogando que las acciones de su cuñado valieran la pena en el futuro, se había vuelto realidad en esas cuatro personas.
Los días siguientes, la pareja, se dedicó a atender a los niños y su padre. Con vagas explicaciones que Hyun Sik le había dado a su esposa, ambos habían llegado a la conclusión de que no eran más que la respuesta por el tiempo y sufrimiento que impusieron sobre la familia Jo. Si todos los miembros de la casa de Yi estaban muertos excepto Hwan, entonces era ese el designio de los cielos para cobrar por sus malas acciones. Con ese pensamiento la mujer había estado conforme.
Había pedido ayuda a Hyun Sik para encontrar algunas hierbas que Geu Roo había usado en sus heridas y que funcionaban bien. Los niños se habían encargado de formar una pasta medicinal que untaron alrededor de la herida antes de vendarla. Después, Hwan, había vuelto a dormir un día entero.
Cuando despertó, lo primero en aparecer fue esa confusión que se cernía en su cerebro como una niebla espesa. Tardó varios minutos en recobrar los recuerdos desde el día en que se reencontró con su tío y unos más en recordar lo último que había hecho antes de acostarse. Sin levantarse, se miró el brazo vendado. No había sangre, a diferencia de los días anteriores en que no dejaba de manchar las telas, así que la herida debía estar sanando. Miró alrededor buscando referencias de sus tíos o hijos, o de cualquier cosa que le fuera mínimamente familiar, pero no lo halló.
— "¿Estaba aquí antes de dormir?"
Miró sobre su cabeza a la puertecilla. Había luz muy blanca traspasando el papel y se sentía una leve brisa colándose por alguna parte.
— "Ya lo recuerdo. Aquel día nevó."
Las imágenes volvieron lúcidas a su mente. No eran recuerdos pesados, sólo unos cuántos momentos de lo sucedido tras montarse en la carreta de su tío, hasta que una sensación, como si se abriera una grieta en su garganta reemplazó el tranquilo despertar. Estaba a punto de toser. Ya sentía el sabor de la sangre acumulándose detrás de su lengua, pero no quería liberarla. Comenzó a toser con la boca cerrada. Los golpeteos del aire y la sangre se estrellaban en el interior de sus labios reclamando por un escape. Tuvo que alzarse, primero sobre un brazo y luego sentado para conseguir un buen paso del aire que, si bien lo ahogó ligeramente al principio, poco a poco ayudó a anular aquel ataque. Se llevó un paño, que había estado debajo de su almohada, a la boca y escupió discreto el brote de sangre. Normalmente no lo habría mirado, de no ser porque él mismo había sentido algo más sólido, gelatinoso volar desde su garganta. La imagen en el paño le hizo palidecer hasta casi tomar un tono grisáceo, se sintió mareado y no pudo asegurar que fueran efectos de la enfermedad o de la incertidumbre. Allí no había sólo sangre salpicada, también una secreción formando pequeñas bolas de tonos rojos oscuros.
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Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇
Ficción históricaHay quienes dicen que la mala sangre se hereda, que si has nacido con un corazón negro así será para siempre, pero lo cierto es que nadie nace odiando, mucho menos deseando ver a todos a su alrededor muriendo en soledad y agonía, en el olvido, la de...