CXXIX

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Una nueva mañana llegó. La luz grisácea corría los rumores del viento gélido que hubiera abandonado la noche; los sonidos de los animales nocturnos que aprovecharon la oscuridad se fueron también.

La noche, siempre llena de misterios, había sido seguida minuto a minuto por un hombre de edad madura que cabalgó desde la costa hasta la enorme mansión Kim en Andong, cubierto de pies a cabeza, casi como un ladrón, para protegerse del frío invernal.

A su llegada fue recibido por los sirvientes; tomaron sus ropas mojadas antes de conducirlo hasta el cálido corazón de la casa, dónde el señor esperaba recién levantado, vestido y peinado en un moño alto rápidamente.

Se había apresurado en cuanto escuchó que el hombre estaba allí, pues aquel era el comandante naval y esperaba noticias de su parte desde hacía ya varias semanas.

— General Jung. —Lo recibió. — Finalmente aparece. Temía que tuviera que hacerme viejo esperando o que la espera me revelase lo peor. Venga, venga. Dígame lo que tiene para mí. Funcionó, ¿cierto? No habría arma más fuerte. —Se entusiasmó mientras el hombre se adentraba hasta sentarse a la mesa delante del señor.

— Sé que fue una espera larga, señor...

— Ah, vaya si lo fue.

— Mis hombres tampoco se habían comunicado hasta hace tres días, cuando llegó este mensaje. —Él no celebró, pero el señor sonrió satisfecho, aplaudió y estiró ambas manos para recibir la pequeña hoja de papel. La simple espera le había avivado la ansiedad y el temor; ansias de saber su victoria, ansias de recibir acceso a alguna ciudad del este de lo que aún consideraba su provincia, ansias de saber de prisioneros y armamento obtenido o, más aún: saber de la muerte del trío que hubiera arrancado de ellos una gran parte de tierra, el orden del imperio y la vida de nobles importantes. Y temor de saberse derrotado. Lo creía imposible... mas no lo fue.

Leyó la hoja y la sonrisa se le cayó.

— Llegó en una pequeña balsa, junto al cuerpo envenenado y congelado de uno de los navegantes. Todo sugiere que lo pusieron en el mar con vida suficiente para que se acercara a nuestra costa, pero no para que llegase. Acabaron con toda la flota

La cara del señor se revolvió en disgusto y miedo. Incertidumbre. Igual que lucía la del visitante desde que llegó. Se preguntaban mutuamente ¿qué es lo que pasó? Mientras leían y releían el mensaje:

"Nunca otra vez."

Junto al anillo, aún ensangrentado, que portaba el comandante de la flota.

La sociedad, llena de leyendas sobre un hecho del que no podían siquiera hablar, oprimida por la despiadada vigilancia y reglamentos de un gobierno que todo lo que buscaba era mantener un poder sobre ellos a cualquier costo, se encontraba nuevamente con una ruta distinta de la que el estado independiente seguía. ¿Qué los hacía tan perfectos? ¿Era verdad que todo lo sabían, todo lo escuchaban? ¿Eran de verdad rebeldes del imperio de Yi o eran el símbolo de rebelión contra ese gobierno? La única respuesta concreta para los dueños de los ojos que miraban, desde lejos, esas murallas, era que eran seres de poderes monstruosos, crueles y, quizá, omnipotentes.

Leyendas.

Nada más que cuentos para asustarse...

— "¿Qué tanto se puede saber si, desde allá, sólo se ven las murallas?"

Se dijo a sí misma An Iseul mirando el sol levantarse sobre la inmutable ciudad. Una ciudad que también estaba llena de leyendas que eran muy distintas de las de Yi; ellos no buscaban culpar a más de los necesarios, no renegaban contra todos los habitantes, ni los maldecían ni deseaban sus muertes. Les preocupaba su propia población, mantener sus caminos serpenteantes en forma y condición para el tránsito, sus tejados fuertes y fieles para soportar los climas y sus comercios para no caer en carencias. A tan poco tiempo de haber sido levantada, ya Hwang contaba con una enriquecida y larga historia que todos conocían y no se torcía en ninguna versión. Sabían de su origen en los sitios del norte, de su largo camino hasta el lugar donde se escondieron del rey hasta volver y tomar mucho de la provincia. Apenas se podía creer que, en cada rincón, despertaran con ese amanecer cientos y miles de memorias que, en su caso, jamás se habrían tomado por importantes.

Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora