CXLV

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“Contra el deterioro social y a fin de asegurar el bien de los habitantes de Joseon, bajo la firma de su excelencia: lord Pym Gyo-Jun; representante de su majestad: el emperador, se declara, en acuerdo con las leyes imperiales:
Cualquiera que se relacione con la gente de Pyongan más allá de lo establecido para la seguridad común; cualquiera que sea sospechoso de ayudar o encubrir a la provincia de Pyongan en intentos de penetración en la corte o los estados principales de los nobles, cualquiera que atiente contra los miembros de la nobleza, su posición o que intente deslizar a un plebeyo de Pyongan cerca de los nobles; esclavos y plebeyos que sobrepasen el límite establecido de sus propiedades, que se aferren a esconder a fugitivos de Pyongan, y toda aquella persona que sea sospechosa de fomentar a una rebelión, que encubra, participe, se relacione o no denuncie planes o agrupamientos de rebeliones: será apresado, sometida a proceso, condenada a la confiscación de sus bienes y su cabeza rodará junto a la de aquellos que se le hayan relacionado, desde sus padres hasta el último de sus descendientes.
Firma: Pym Gyo-Jun. Representante oficial del emperador.”

Aquí yace la cabeza del rebelde Yung Im-Sok de Pyongan.
Cuida tu lengua y tus actos y vivirás una vida larga. Desafía al emperador y serás colgado para ejemplo de otros.

Hacía ya poco más de diez días que la leyenda, exaltada por las secas líneas de sangre que se habían deslizado del cuello del condenado por la pancarta blanca, estaba colgada a la entrada del pueblo de Andong. Sitio donde se había ejecutado la sentencia. La gente pasaba alrededor sin ánimos de levantar la cabeza, ni por curiosidad, compromiso o conmoción. Paseaban contando sus pasos, mirándose los zapatos; doblegados ante el horror que suponían las imposiciones de los nobles y la vaga defensa del emperador para el favor de su pueblo que moría bajo las nubes pesadas, extendidas de oriente a ocaso. Que los nobles habían establecido sus propios códigos de beneficencia se volvió incuestionable a un grado en el que no sólo se beneficiaron dentro de los criterios de sus títulos y posición social, sino que arraigó las carencias de las clases por debajo en los rincones de la península.

El año anterior, la más catastrófica sequía del siglo había azotado, dejando muchas casas completamente desoladas por la hambruna y la necesidad. El frío que el invierno había traído no hizo, sino, profundizar en el infierno con aquellos sentenciados a mendigar. Aquel pueblecito llamado Pyongan ubicado hacia el noroeste de la península, únicamente atendido por las corrientes desesperanzadas del río Taedong y el asecho de la muerte, decidió que se había sometido suficiente a contemplar año tras año paredes hechas de mentiras y olvido…

Residencia Andong.

— Al amanecer, los soldados rodearon la localidad impidiendo la salida de los rebeldes. —Reportaba un hombre de buena posición militar al noble de pie, practicando escritura, ante la única mesita de aquella majestuosa sala. — No eran más que campesinos con ideas absurdas de sobresalir. Al ver a los soldados se intimidaron, algunos intentaron huir, pero al final todos fueron desarmados y arrestados. Esperamos su orden, mi señor.

— Son personas que no tuvieron escrúpulos para intentar venir contra los pilares fuertes de esta sociedad. Nada menos que escoria. —Respondió aquel llamado Kim. — El nuevo establecimiento es muy claro y lord Pym no tolerará fallos. Su majestad ha dictado la orden. —Pasó el pincel sobre el papel dejando una larga línea negra. — Los hombres deben ser decapitados, al igual que sus hijos y esposas. ¿Qué hay sobre los seguidores de Yung?

— Las tropas aún indagan, pero parece que la gente se une para esconderlos. No dicen nada.

— Entonces la lengua no les servirá nunca más.

Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora