El día continuó transcurriendo como cualquier otro, salvo por la constante presencia del chico Soo-Yun, que había estado junto al magistrado al momento de la comida, hablando sobre artículos de aquel gabinete bajo los denominadores de "artículo 12", "artículo de frente", "artículo de mano", etcétera. Ninguno revelaba en realidad su mínimo origen o realidad, pero por la manera tan natural en que ambos entendían qué era cada artículo fue claro también que no había sido un método específico para esconderlo de ella. ¿Por qué los llamaban así? Quién sabe. Debía ser algo que ya tuviera mucho tiempo como para que ninguno se confundiera ni un poco; fue su conclusión. Decidió no dar pie a más ideas, especialmente porque no podía simplemente dejar de considerar cada aspecto que le hubiera expuesto aquel chico. Parecía sereno y confiado, seguro de las afirmaciones que dijo: es el mejor lugar; darle una oportunidad; ellos lo salvaron. ¿Cómo era posible?
— Es sencillo. —Respondió él cuando se encontraron al final de la jornada.
— El magistrado superior es un hombre muy pacífico, casi tanto como lo es el regente superior, pero creo que no podrías tomar tantas libertades como lo has hecho hasta ahora con el regente superior.— ¿Libertades? ¿Qué libertades? Incluso no puedo estar sola al dormir.
— El magistrado superior te mandó hacer dos emblemas dorados sabiendo que volverás a romper las reglas ¿y dices que no tienes libertades? Por lo que me dijiste, no has sido castigada ni una vez a pesar de que has roto muchas reglas ya. Más de una docena. Si estuvieses con el regente superior no lo tendrías tan fácil. Él es de rostro sereno, pero de carácter muy fuerte. Es como espinas, no de las que amenazan y lastiman a otras plantas, sino como esas que las protegen. Abraza a su sociedad con fiereza frente a otros. Aquí, no cualquiera puede hacerse concesiones; él las hace todas. Verás, cómo todos son tranquilos y viven una vida relajada porque todos se inclinan excepto él y sus dos hermanos. Entender nuestra posición es la primera cosa que debemos hacer por nada más que respeto a esta sociedad que nos abrió sus puertas. El regente superior es la clase de persona que no quieres ver enojado. Tan sólo hacer un mal gesto ante él puede ser una ofensa, pero no lo sabrás a menos que estés lo suficientemente atenta para notar cómo cambia su expresión. Frunce las cejas un poco si está molesto. Una pequeña sonrisa si está satisfecho. Pero es también la clase de persona que resuelve sus conflictos personales sin involucrar a otros y se afecta mucho por lo que involucra a la sociedad. Como verás, no podrías simplemente haber hecho cualquiera de las cosas que hiciste y seguir ilesa. —Ella lo miró casi asustada. Indignada. Pretendiendo que tenía razones para sentirse ofendida. — Él no habría pasado nada. Incluso esas expresiones de enfado. —Reiteró. Ella movió la cabeza a los lados, negándose a creer lo que escuchaba.
— ¿Por qué te gusta estar aquí? —Reprochó.
— Uhm. Porque...
— Huyamos.
— ¿Qué?
— Tú tienes su confianza. Si me ayudas a salir de aquí, yo te ayudo a llegar a otro lugar donde te darán trabajo y podrás quedarte allí.
— ¿Mendigando porque no tengo nada que me posicione entre las clases respetables? —Reclamó también. — ¿Apedreado y rechazado porque soy un fugitivo de mi pueblo, porque cojeo de una pierna sin la atención médica que el señor maestre me proporciona mes con mes? No. Yo nunca traicionaré la confianza de los regentes...
— Esa persona parece tan cruel con sólo lo que dijiste ¿y pretendes decir que les debes algo? ¿Cómo puedes creer que son buenos?
— Porque lo son. —Regañó. — Es normal que veas el lado malo si los haces enojar, pero si te portaras bien y respetaras a la sociedad que hay aquí, ¿cómo podrían molestarse? ¿Qué más necesitas para creer en su buena voluntad?
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Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇
Historical FictionHay quienes dicen que la mala sangre se hereda, que si has nacido con un corazón negro así será para siempre, pero lo cierto es que nadie nace odiando, mucho menos deseando ver a todos a su alrededor muriendo en soledad y agonía, en el olvido, la de...