CXII

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— ¿Qué sucedió, hermanita? ¿Malas noticias?

Se angustiaron las dos damas en cuanto volvieron a la sala de convivencia y encontraron a Ari sola.

— Oh, no. No es nada. Pasen. Tomen asiento.

Pareció desligada de la realidad. Como si no hubiese pasado nada hace apenas un instante.

— Pero, su sirviente parecía muy preocupado.

— Estaba un poco agitado, pero no preocupado. —Resolvió con un tono tan neutro que sólo ella misma fue consciente de su angustia.
— Por favor, beban. —Ofreció a cada una uno de los vasitos de té que acababa de servir.
— Este té lo han traído mis acompañantes desde nuestra región. Es bueno y ayuda a dormir.

Era absurdo. Sencillamente absurdo. ¿Cómo podía estar tan tranquila cuando el chico había llegado casi sin aliento? La manera en que inclinó el vaso en sus labios y dio un sirvo fue más un gesto poco sensible.

— ¿Ha pasado algo? —Insistió una. Ari la miró sin alzar la cara.

— No. Todo está bien. Jeong escuchó un rumor en el mercado cuando fue a buscar la cena. Se angustió y vino a verificar que todo estuviera bien.

— ¿Qué clase de rumor escuchó?

— No es nada. Mi señor estuvo angustiado y muy molesto luego del comportamiento de la señorita Sin Ha Hyun. Jeong se enteró de ello, así que vino para averiguar lo que sucedía. Mi señor estuvo por ir a confrontar a lord Sin, pero mi hermano es muy meticuloso al resolver conflictos. Me insistió para que no tomara represalias contra ella y yo le pedí a mi señor lo mismo, así que todo quedó en paz y Jeong volvió a la posada con mi hermano.

— Oh. Es eso. —Se relajaron.

— Hermanita, no debes causar disturbios. No está bien para las damas de esta sociedad.

— Así lo asimilo. —Sonrió.
— Beban té. Es de agradable sabor y les ayudará a descansar en esta noche fría.

Las dos sonrieron y cada una tomó su vaso. Confiadas y tranquilas, lo inclinaron en sus bocas ante la atenta mirada de Ari, que también bebía en un pequeño vasito de porcelana con adornos dorados y rosas.

El color rojizo del sobresalía en esa blancura.

Ese té… no era té.

Ese hacia años que había sido elaborado en pequeñas cantidades y distribuido discretamente entre los comerciantes de la ciudad de Hanyang. Su sabor era dulce gracias a las esencias frutales que usaban y tenía el efecto de adormecer. Producía un sueño implacable que hacía que el consumidor perdiera la noción del tiempo.

En cuanto el manto nocturno cayó, las calles quedaron desoladas y en completo silencio.

Los umbrales perdieron el brillo del fuego en las linternas y el viento lució con gentileza esa cortina blanca y traslúcida que se levantaba del suelo con su caricia. Seguía un curso estable, envolviendo las casas y artículos dispersos que no pudieran ser arrancados del suelo fácilmente. Hasta que se chocó con una figura envuelta en telas negras que avanzaba sobre los tejados.

Esta persona llevaba un atuendo funerario negro y un abrigo del mismo color que era de cáñamo. Las mangas de su ropa eran largas y holgadas, por lo que se batían con el viento sin esfuerzo, y tenía puesta la capucha del abrigo, que era al menos al doble del tamaño de su cabeza.

Si fuese avistado por alguien, seguramente se escucharían gritos de horror, pero entre las sombras y el viento apenas era perceptible su movimiento con rumbo a la mansión Sin.

Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora