LXII

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Al llegar la medianoche se detuvieron para descansar en unas cavernas escondidas entre las faldas de la montaña. Invadidos por el cansancio, los niños se quedaron dormidos acurrucados cerca de los caballos, incluso antes de que el fuego se avivara más. Sentado contra las paredes, Hwan los miraba entristecido, preocupado y cansado. No había podido dormir en dos días y tenía los ojos irritados. Ante él tenía la imagen de los tres niños serenos, mientras su mente se encargaba de reproducir, como un sueño, esas expresiones anonadadas que tenían tras haber visto la sangre brotar. Esos ojos llenos de miedo y su llanto se repetían como un eco, pero con una extraña viveza perteneciente a la realidad.

Los gargajos volvieron. Los retuvo un instante mientras se ponía de pie y corría afuera para no despertar a sus hijos. Entonces tosió fuerte, escupiendo en un instante cantidades exageradas de sangre para provenir de su boca. Miró los rastros más oscuros ser salpicados con pequeñas gotas transparentes. Estaba llorando.

— "Hijos... ¿podrían perdonarme? No soy un monstruo. No quiero serlo para ustedes." —De rodillas, con la mirada centrada, aunque borrosa en la sangre, apretó sus puños atrapando un par de bolas de nieve y tierra.
— "¿Cómo puedo revertir su temor ahora? Se supone que pertenecemos a la misma clase de humanos..." —Se alzó sobre sus rodillas. Una sola lágrima resbaló hacia su barbilla y sus pupilas se vaciaron ante el nuevo pensamiento:
— "Es por eso. Es porque son mis hijos. Los han despreciado por eso, y ahora ellos van a rechazarme como su padre por lo que soy. Van a buscar alejarse. Ya no confían en mí. Ya no... He perdido lo que más amo." —Se dejó ir esta vez sobre su trasero y retrocedió a rastras hasta que su espalda golpeó de nuevo el muro frío de la caverna. Quiso gritar y sintió la fuerza y su voz ahogándose en su garganta cuando cubrió su boca con sus manos.
— "¿También me quieren muerto? —Sus manos temblaron al dirigirse a su cabeza. — ¿Ahora también me repudian? Esas miradas... Esa expresión... ¿no era acaso la de alguien que está al borde de la locura por el miedo? Esos ojos vacíos... Ni siquiera dijeron una palabra en todo el camino. ¿Qué he hecho?" —Contuvo el aliento mientras sus lágrimas se deslizaban a mares y su mente se volvía algo sin forma ni orden.

— Papá —Escuchó de pronto y miró a un lado—, ¿por qué estás triste? —Los tres niños estaban en el umbral de la caverna, de pie. Lo miraban. Yul con cierta incertidumbre, como si fuera a llorar. Jeong paseaba su mirada del suelo hacia el adulto, jugaba con sus manos al frente, reteniendo un paño húmedo y envolviendo un poco de nieve, y volvía a bajar la cabeza. Ari, por su parte, estaba escondida detrás del mayor y se asomaba desde allí para mirar a su padre.

— T-trajimos esto —Habló Jeong bajito— para los golpes. ¿Se lo pongo? —Sin esperar respuesta, avanzó hasta él y paseó el paño por su cara para limpiarla.

¿Absorto? No. Era poco. Sus lágrimas aún escurrían, pero su mirada estaba fija en el niño que tenía enfrente. Ni siquiera se movió ante el tacto frío y húmedo, ni cuando este tocó la herida en su frente.

— No llore, papá. —Le limpió la boca con su manga. — Aún debe cuidar su salud.

— Papá, no deberías sentirte mal por esas personas. —Reclamó de nuevo el segundo niño. — Fueron ellos quienes nos lastimaron. Te lastimaron.

Él lo miró. Sostuvo la mano de Jeong. Dejó el paño en su frente y guió al niño a sentarse a un lado, después extendió su brazo hacia los otros dos, pero sólo Yul se acercó y se sentó también. Hwan miró a la niña. Ella tenía las dos manos apretando suavemente su ropa al frente, la cabeza baja y estaba tan estática como parecía lejana.

— Hoy, papá derramó sangre frente a ustedes. Es algo que nunca había hecho, porque no quería que se asustaran. Que tuvieran miedo de mí. —Los niños negaron con la cabeza mirándolo.

Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora