CXXI

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El paisaje sombrío del atardecer en un camino desolado avivaba a repetir mentalmente todas las advertencias, todos los rumores o chismes, todo lo que sabían al respecto:

«Yo los vi una vez. Son pálidos como un muerto y tienen la mirada de color rojo como el fuego.»

«Eso no es cierto. Yo sí que los vi. Se visten de negro para camuflarse con la noche y tienen largos colmillos venenosos.»

«Es mentira. No los vieron.»

«Claro que sí.»

«Claro que no. ¿Saben por qué? Porque nadie que los haya visto ha vivido para contar cómo son.»

Nadie. Aunque ninguno los había visto en más de diez años, todos sabían que eran reales. El pueblo de Hwang.

"Malvados, como un demonio"

Aunque tampoco conocían a los demonios.

"Despiadados, como el invierno"

"Dicen que manipulan serpientes"

"Dicen que poseen garras filosas como una hoja"

"Dicen que, si miras sus ojos, te quedarás inmóvil mientras exprimen tu corazón"

"Viajan entre la noche, convertidos en sombras, acechando en los rincones como fantasmas furiosos."

"Tienen una enorme fuerza y agilidad, y se transforman a placer."

"Asesinaron a todos los emperadores pasados, pero ninguno de ellos ha muerto."

"Se dice que ellos no pueden morir."

"Se dice que están malditos."

"Se dice que están en alguna parte, escondidos, vigilándonos. Viajan por las noches, se burlan de sus víctimas y todo lo que queda de ellas es su piel carbonizada, transformada en algo que apenas tiene forma."

"Si un día llegas a encontrarte con uno, sólo te queda esconderte y rogar que no te encuentren..."

Habían sido las únicas referencias que aquella chica tenía.

Todos lo decían: ellos no eran simples saqueadores, ladrones, ni siquiera eran simples asesinos. Eran criaturas que pocos podrían llamar humanos. Rumoraban que se aparecían en las noches, especialmente en las más oscuras y tempestuosas, cuando todo sonido era imperceptible por el viento y la lluvia. Y esa tarde de verano era ventosa a pesar del calor que había estado haciendo los días pasados.

La carreta nupcial, adornada con telas satinadas de color carmesí, ramos de flores e hilos brillantes, cruzó desde Yangdong, acompañada del sonido de tres tambores, un grupo de seis hombres que alzaban el sedán en sus hombros y cuatro más que montaban caballos y portaban espadas en sus cinturas.

¡Una novia! ¡Bendiciones a la novia bienhechora! ¡Abran paso a la novia prometida! —Gritaban anunciando la ocasión cada vez que entraban en un nuevo poblado, como si temieran no ser escuchados, casi rugían, pero el grito no era de alegría, aunque quisieran disfrazarlo de eso.

Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora