LXXVII

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Una fina, pero pertinaz lluvia era lo que quedaba de la noche anterior cuando todos se reunieron para despedir al primer equipo.

Se encontraban en conjunto, cubiertos con sombreros y sombrillas de material impermeable que les ayudaba a cubrirse bien. Seis carretas bien cubiertas con grandes lonas del mismo material resguardaban a los grupos de niños, jóvenes y adultos que estaban por marcharse.

— Aquí hay pan, queso, miel y algunas frutas. — Yul entregó una cesta a su tío, rebosante en su contenido. — Será suficiente para el camino, deberían estar llegando a Hwanghae antes del mediodía; aun así, tengan cuidado.

— Estaremos bien. ¿Ustedes estarán bien?

— Sí, tío.

— Tío, empaqué estas dasik que quedaron anoche. —Entregó una cesta más pequeña, pero pesada, con una sonrisa y un par de lágrimas asomándose en sus ojos. — Así sentirán la calidez de su familia mientras estemos lejos.

— Gracias, mi niña. No llores. Pronto nos veremos de nuevo y comeremos más postres juntos. —Ella asintió y se lanzó a los brazos del mayor en un profundo abrazo.

— Tenga mucho cuidado, tío. Procure volver a salvo y sano.

— Hermano Yul, ¿puedes venir con nosotros?

— No queremos separarnos.

— Hermano Jeong, ¿por qué tenemos que irnos?

Lloraban algunos niños abrazados a Jeong, cuyo cuerpo se inclinaba levemente al interior de una carreta para impedir que ellos se mojaran demasiado. Los sostuvo suavemente.

— Todo estará bien. Tranquilos.

— Hermano Yul, ¿me prometes que volveremos a estar todos juntos?

— Rin-na —Le acarició la cabeza tomándole una mano—, no llores más. Te lo dije ayer, ¿no es cierto? No nos despedimos para siempre. —La niña aún lloraba. Yul suspiró. Se echó el sombrero un poco hacia atrás, se inclinó hacia ella y la abrazó contra su pecho.
— Rin-na, escucha. Te contaré un secreto que me dijo mi madre cuando era muy pequeño —Habló bajito cerca de su oído—: ningún viaje es eterno, ni completamente solitario. A veces tenemos que separarnos de aquellos que amamos, nos sentimos abatidos y creemos que nunca volveremos a reunirnos, pero sólo es algo momentáneo. Esperamos un poco antes de volver a encontrarnos. Las personas que conocemos, las personas que amamos y aquellas con quienes compartimos sentimientos y convivimos formando un cariño genuino nunca están lejos. —La separó un poco para ver sus ojitos llorosos. — El destino junta a las personas para que sean parte de sus vidas, y siempre se quedará ese pedacito de uno con el otro. El tiempo que pasen juntos, si el corazón comparte el anhelo, más fuerte es la promesa eterna de volver a encontrarse. ¿Entiendes? Yo estuve aquí cuando tú naciste, y he sido tu hermano Yul por mucho tiempo, así que sólo debes esperar, ¿vale? —Ella asintió despacio, aún sollozando. Él le sonrió. Se quitó un colgante de cuentas negras que terminaba con un aro de jade. Este sujetaba su cabello, perezosamente atado en una coleta alta. Los mechones cayeron sobre sus hombros y su espalda humedeciéndose en poco tiempo, pero él se entretuvo poniendo el bonito lazo en la mano de la niña.
— Guarda esto por mí hasta que nos reunamos, ¿de acuerdo? Cuando se sientan tristes, o nos extrañen, recuerda que esta es nuestra promesa de encuentro. —Ella miró el lazo. Cerró su puño y volvió a abrazar al mayor.

Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora