LVII

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La aldea de Yangdong tenía una gran vista por las casas de los nobles alineadas una tras otra en el medio de sus grandes propiedades, los abastecidos mercados y los establecimientos de comida y entretenimiento que, hasta esa mañana, habían sido famosos por su buen ambiente.

Tras la llegada del legítimo wonja, las callejuelas y la propia gente sucumbieron bajo el podrido sentimiento de horror y aborrecimiento. Apenas si había señales de vida. Más eran los cadáveres cuya sangre se había secado ya sobre la madera de las casas y la tierra de las calles.

Una escolta de cuatro sirvientes domésticos, con una carreta tirada por dos caballos se detuvo a un costado de la que fue la primera escena de tan sangriento desenlace. Entraron rápidamente buscando con desesperación, aunque sin emitir una sola palabra. Poco tardaron en dar con el lugar donde los cuerpos de varios guardias rodeaban al del jovencito por quién todos debían preocuparse.

— ¡Primer príncipe!

Se alarmaron y dejaron de dar importancia a cualquier otro alrededor. El chiquillo tenía los ojos abiertos y su pecho subía y bajaba a ritmo lento. Por su boca escurrían rastros de vómito, pero más les preocupó la mutilación evidente y la tormenta que se avecinaba. Los vientos empezarían a sacudir pronto cualquier prenda o tronco, por fuerte o pesado que fuera.

Subieron al niño en una tablilla para heridos y arrastraron a algunos más que aún parecían estar respirando. Volvieron a los caballos y se apresuraron hacia una propiedad que resaltaba una gran posición al final de la alineación de mansiones. Esta estaba hecha de buen material, con un par de pilares en la fachada que sostenían un letrero de madera. "Kang" se leía tallado en este. Las puertas estaban abiertas permitiendo la vista de la abundancia en el primer salón, y a los doctores que no tardaron en dar toda su atención a los sirvientes que transportaban al primer príncipe.

La herida en su mano comenzaba a arder como si se estuviera quemando. Medio muerto, tumbado boca arriba, Hyo Jo sudaba por el dolor. El shock de perder sus dedos había sido tal que no le permitió pensar en la parálisis que el veneno le había inducido. Sentía ese sabor metálico en la boca y su saliva parecía ser abundante y difícil de tragar, incluso cuando los médicos le intentaron ayudar con algunos medicamentos líquidos. Su mano estaba cubierta de sangre e inflamada, además ya comenzaba a supurar y formar pequeñas llagas que comenzaban a llenarse de sangre. Preocupados por una infección, tampoco descifraron de inmediato ese color rojizo que había comenzado a aparecer a causa del veneno. Después de dos o tres horas vinieron colores azules amoratados alrededor de la lesión, náuseas y fuertes dolores en el abdomen. El agua no pasaba por su garganta, de modo que sus labios se resecaban sin poder evitarlo. Se desvanecía por momentos, sólo reaccionando por los ruidos y voces a su alrededor. En su mente seguía plasmada aquella imagen fraternal. Hwan sosteniendo a ese chiquillo en sus brazos, preguntando si estaba bien, revisándolo y tomándolo de la mano antes de alejarse.

«Te atreviste a hablar de mi hijo cuando eres absolutamente nada, comparado con él»
«… es para que estén a salvo.»

Y de pronto vinieron a él las palabras que su padre, el emperador, solía decir:

«Tu deber es protegerme.»

— "¿Por qué aquella mirada se veía diferente? ¿Por qué a él lo acarició así y le tomó la mano? ¿Qué tendría de especial para que haga algo así?"

— ¡Primer príncipe! —Una mujer elegante fue quien se dirigió a él y se acercó a su lado.
— ¿Cómo está el primer príncipe, médicos?

— Informando a la señora: el príncipe no deja de sangrar y cada vez es más líquida la sangre, la herida se está infectando con gran rapidez.

Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora