XL

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Los pasillos eran oscuros. La única luz provenía de los tragaluces sobre sus cabezas, por dónde también entraba el vendaval de finales de invierno, con su respectiva tormenta helada.

Aquel día, además de la sesión diaria de carreras de ratas y los conciertos de los insectos, habían escuchado breves conversaciones de los vigilantes.

« Lo asesinarán hoy. El emperador ya lo recibió. »

« Es un hecho que estará muerto después del mediodía. »

Después ruidos, similares a los trotes de cacería. Lo que parecieron cientos de pies se movieron alrededor resonando fuerte bajo el suelo.

Luego, el opaco atardecer invernal. Hubo ruidos y algunas voces murmurando. Un golpe. Dos golpes. El segundo más prominente que el primero. Gritos de dolor. Silencio.

El crepúsculo crecía y, con este, la desilusión. La impotencia.

— "¿Cómo fui tan tonta?" —Su llanto no cesaba. Había estado sollozando escondida en una esquina, inhalando por la nariz y la boca ese nauseabundo ambiente.

— Niña, no te angusties. —Consoló un anciano moribundo. Sumamente delgado. Su piel se pegaba a sus huesos y no podía moverse por la falta de fuerza. Estaba enredado en harapos sucios, con el pelo y la barba largos, sucios y encanecidos por completo.
— Cuando vengan los guardias, debes convencerlos de que te lleven con las demás jovencitas. He escuchado que ellas viven mejor.

— Señor —Sollozó—, ¿cómo podría yo vivir bien si por mi culpa alguien ha muerto?

— Muchos mueren todos los días. Piensa solamente en ti y vivirás más. —Ella volvió a estallar en llanto.

— Es mi culpa. —Gimió. — Es mi culpa. Él salvó mi vida y ahora lo han asesinado. ¿Qué voy a hacer?

— ¿Qué es lo que te preocupa tanto, eh? ¿Acaso era tu esposo? Si lo era, entonces al menos tendrás una casa, si no, entonces no tienes por qué llorarle tanto. Era sólo una persona que pasó por tu mismo camino. —Ella lo miró. Bajó la mirada manteniendo un mohín, casi invisible, y sus lágrimas fluyendo.

¡Señorita Won! —Escucharon entre los pasillos. Después hubo silencio.

— "¿Lo aluciné?"

¡Señorita Won Geu Roo!

— "No. No. Es su voz." —Se puso de pie y corrió hasta la reja de madera.
— ¡Su alteza! ¡Su alteza! ¡Por aquí, su alteza!

La figura del príncipe se hizo visible poco después. Bajaba los escalones cojeando ligeramente, pero sólo lo notó cuando él la ubicó y se acercó.

— Su alteza, está sangrando.

— ¿La han lastimado, señorita?

— N-no. —Sus ojos se llenaron de lágrimas.
— Su alteza, perdóneme. Yo no sabía lo que sucedía aquí. —Hwan bajó sus entristecidas pupilas.

— Yo tampoco. —Murmuró. Volvió a mirar a la joven y luego a la reja.
— La sacaré de aquí. Aléjese un poco.

Ella obedeció.

— Niña, ¿cómo le llamaste a ese joven?

— Él es su alteza, señor. El octavo hijo de la casa de Yi y legítimo heredero del emperador del sur.

— ¿El heredero dices? —Miraron todos al chico.

— Ayuda. Ayuda, por favor. —Suplicaban los prisioneros asomando sus esqueléticos brazos entre las rejas.

Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora